El Barrio Gótico es un imprescindible de la ciudad de Barcelona. Tanto que, a veces, puede dar a hasta un poco de pereza pasear por sus calles ya que sabes que encontrarás (todos los días del año, sin excepción) a cientos de turistas haciendo lo mismo que tú: sacando fotos y admirando una de las zonas más hermosas de la ciudad.
Porque el Barrio Gótico no solo custodia el origen de la vieja Barcino romana, sino también algunos de los monumentos más relevantes y varios de los rincones más memorables de la ciudad: en definitiva, una faceta más (e imperdible) de una ciudad infinita como es Barcelona.
Barrio Gótico, el alma de Barcelona
Antes de la llegada de los romanos y la fundación de Barcino, el llano de la actual ciudad de Barcelona estuvo ocupado desde el siglo VI a.C. por el pueblo íbero de los layetanos que podrían haber llamado a este asentamiento Barkeno como se lee en dos monedas acuñadas en el siglo III a.C. De ese término procedería la Barcino romana.
Apenas hay restos arqueológicos de este pueblo en la ciudad, pero su recuerdo permanece en la Vía Layetana, la avenida que separa el Gótico de La Ribera. Mucho más relevantes son los restos arqueológicos de la Barcino romana, cuya vieja muralla protegería buena parte del actual Barrio Gótico, teniendo el terreno de la actual plaza de Sant Jaume como centro geográfico. Puedes observar los restos de la muralla en calles como el carrer de la Palla.
Otros vestigios romanos del Barrio Gótico los encontramos en la Puerta Praetoria y el acueducto de Barcelona de la plaça Nova, la necrópolis y vía sepulcral romana de la plaça de la Vila de Madrid, las columnas del templo de Augusto en el carrer del Paradís y el propio MUHBA de Barcelona en su sede de la plaça del Rei.
Recorriendo el Barrio Gótico
Tras recordar la vieja Barcino romana avanzamos varios siglos y nos plantamos ante al esplendor gótico de Barcelona. Estrictamente hablando, el Barrio Gótico comprende desde la propia Rambla del Mar y el Paseo de Colón hasta la Plaça de Catalunya, estando flanqueado por el Raval al sur y la Ribera al norte, conformando junto a estos dos barrios y La Barceloneta el distrito de Ciudad Vieja de Barcelona. Con todo, el núcleo del Barrio Gótico se encuentra a partir de la Calle de Ferrán.
Y comenzamos nuestra ruta justamente en la parada del Metro Jaume I, a un paso de la propia plaza del Rey, uno de los rincones más bonitos de toda la ciudad, por su silencio y solemnidad, como un viaje en el tiempo a la más sugerente Edad Media.
Un nuevo paño de la vieja muralla romana nos da la bienvenida mientras buscamos la entrada a la capella de Santa Àgata que actualmente forma parte de las instalaciones del propio Museo de Historia. Mandada construir por Jaime II de Aragón en torno al 1310 para formar parte del Palau Reial Major, sustituyendo el antiguo oratorio, este edificio fue a la postre la primera construcción netamente gótica de la ciudad, cuyo estilo se extendió rápidamente por Barcelona.
También formando parte del antiguo palacio mayor (y actualmente del MUHBA), está otro icono del gótico, el impresionante Salón del Tinell donde dicen se reunieron los Reyes Católicos con Colón en su primer encuentro tras la vuelta de América.
Callejeamos un rato por el carrer de la Freneria y el de la Llibretería, antiguo decumano de la Barcino romana —el cardo sería el carrer del Bisbe— para llegar a la plaça de Sant Jaume, donde se ubica el Ayuntamiento y Palau de la Generalitat.
Pero en esta zona todo el mundo busca el símbolo por excelencia del Barrio Gótico, el Pont del Bisbe en la calle homónima, un puente que, en realidad, no tiene nada de gótico ya que fue construido por Joan Rubió, discípulo de Gaudí, en 1928. De cualquier forma, su belleza y carácter simbólico son incontestables.
Si seguimos caminando hacia La Rambla, nos encontramos con la basílica de Santa María del Pi, uno de los mejores ejemplos de gótico catalán con su impresionante rosetón central de 10 metros de diámetro, el más grande de Cataluña, y que fue reconstruido tras la Guerra Civil por Josep Maria Jujol.
Merece la pena en este punto cruzar la calle de la Boquería y la calle de Ferrán para visitar la Plaza Real, una de las más bonitas y con mejor ambiente de la Ciudad Vieja de Barcelona. Tras las desamortizaciones que supusieron el cambio de titularidad de numerosos edificios religiosos, se planteó en esta zona una plaza de nueva factura a mediados del XIX.
En origen iba a ser presidida por una estatua de Fernando VII —de ahí lo de “Real”— pero finalmente no se hizo y en su lugar se colocó la fuente de las Tres Gracias. También se ubican aquí dos farolas diseñadas por el joven Gaudí.
De regreso al norte de la plaza, vamos terminando este paseo por el Barrio Gótico dejando el plato fuerte para el final: la catedral. Pero antes una visita rápida al Museo Frederic Marès, ubicado en el Carrer del Comtes, y que es uno de los más singulares de Barcelona: combina las bellas artes con un singular gabinete del coleccionista, además de un bonito patio con naranjos.
Ya en la placita de la Seu admiramos la fachada de la catedral cuyo nombre completo —como esos nobles de nombres infinitos— es Santa Iglesia Basílica Metropolitana de la Santa Cruz y Santa Eulalia. Pero nos quedamos con el “diminutivo”, catedral o Seu.
Los cimientos de esta obra maestra del gótico catalán se erigen sobre la historia de la ciudad ya que se han encontrado vestigios de una basílica paleocristiana y una iglesia de época visigoda, además de los restos de la antigua catedral románica: todo ello puede observarse en el MUHBA.
Alejado de la típica verticalidad del gótico francés, el catalán apuesta por una mayor isotropía dimensional, es decir, tiende a igualar tanto las dimensiones del ancho y el alto como del ancho de las naves, con cubiertas planas y sin grandes aperturas de luz porque la propia luz mediterránea ya es suficientemente “luminosa”, valga la redundancia.
Así es la catedral de Barcelona cuya fachada, no obstante, comenzó a levantarse a finales del XIX en estilo neogótico con motivos de la Exposición Universal de la ciudad. Así mismo, el cimborrio es de principios del XX.
Y al otro lado de la plaça Nova, frente al final del carrer del Bisbe, nuestra última parada en el Barrio Gótico, los murales de los Gigantes de Picasso y Carl Nesjar en el Colegio de Arquitectos de Cataluña, una ventana a la vertiente vanguardista de una ciudad que ha sabido cohesionar sus tradiciones más emblemáticas con la más rabiosa modernidad.
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