El valle de Cabuérniga, uno de los paraísos naturales del interior de Cantabria, es una zona menos transitada por el turista justamente por esa ubicación a medio camino entre las montañas más altas del sur y el litoral del norte.
El curso medio alto del río Saja es el nutriente de este valle que está formado por tres municipios, Ruente, Los Tojos y el propio Cabuérniga, y que se incluye parcialmente en el Parque Natural Saja-Besaya. A continuación, recorremos los pueblos, los senderos y los emblemas naturales más relevantes del valle de Cabuérniga, uno de los secretos mejor guardados de Cantabria.
Cantabria infinita en el valle de Cabuérniga
El famoso eslogan turístico de Cantabria se hace bien patente en el interior de la región, a medida que penetras en su naturaleza más recóndita. Bien es cierto que el valle de Cabuérniga cuenta con algunos de los pueblos más venerados de Cantabria como es el caso de Bárcena Mayor, pero también puedes encontrar otros rincones menos populares, pero igualmente “infinitos”.
Y es que el valle de Cabuérniga es uno de los valles interiores más amplios de toda la región, hasta cuatro kilómetros en su zona más ancha. Está cercado por la Sierra del Escudo de Cabuérniga al norte, la Sierra del Cordel al sur, el valle del Nansa al oeste y el del Besaya al este, donde se encuentran los montes del Moral y el Toral: en total una superficie de 340 km2.
Pese a que buena parte del territorio ha estado vinculada históricamente a la ganadería extensiva, incluyendo zonas de matorral, pastos y brañas naturales (prado situado en los lugares altos de las montañas cantábricas), el valle cuenta con casi un 40% de zonas boscosas y arboladas, especialmente hayedos y robledales: en total, más de 20.000 hectáreas de bosque en los que abundan también las rutas para los amantes del senderismo.
Pero mucho antes de que el senderismo se convirtiera en un pasatiempo de los amantes de la naturaleza, otros caminantes ya recorrían estas tierras. Es el caso de los foramontanos, cántabros y astures que en la Alta Edad Media cruzaron la Cordillera Cantábrica para repoblar los territorios del sur que los cristianos iban ganando a los musulmanes.
Como homenaje a estos grupos humanos que cimentaron su futuro “fuera de la montaña” se ha establecido la conocida como Ruta de los Foramontanos de más de 90 kilómetros que une la meseta norte con el litoral cántabro y en la que, como cuentan las crónicas, los protagonistas eran “asturianos y cabuérnigos”.
Recorriendo los pueblos del valle de Cabuérniga
El municipio de Cabuérniga al norte, el de Ruente al oeste y el de Los Tojos al sur ya formando parte en su extremo oriental del Parque Natural Saja-Besaya. Esa será nuestra ruta descubriendo este espléndido valle interior de Cantabria.
Cabuérniga
Nuestra visita al valle comienza en Carmona, la tercera localidad más poblada del municipio que lleva el nombre del valle y que da acceso al mismo desde el norte, una vez que se pasa muy cerca de la famosa Cueva El Soplao y se llega al cruce de caminos de Puentenansa, en el vecino valle de Nansa.
En cinco minutos, tomando la CA-182 ya llegas a Carmona, un pueblo declarado Conjunto Histórico-Artístico gracias, especialmente, a la presencia del Palacio de Mier también conocido como Palacio Rubín de Celis, uno de los emblemas arquitectónicos del valle: es una casa con solana y soportal que se inspira en las casonas típicas montañesas añadiéndole elementos de los palacios barrocos madrileños de los Austrias como las torres de los lados.
Pero no es la única casona destacada de Carmona como podrás descubrir en tu paseo por calles empedradas como la de La Hoya o la del Sol sin olvidarnos de las casas llanas del Barrio de la Pesa que muestran la fisionomía de las viviendas más populares.
Es posible que también te sorprenda la escultura de una vaca que encontrarás flanqueando una de las calles del pueblo: se trata de un homenaje a la tudanca, el ganado autóctono del valle que ha sido clave durante siglos en la vida de los cabuérnigos.
Y si ya te sientes con fuerzas para hacer una ruta de senderismo, la más popular en este pueblo es la que conduce a lo alto del monte que resguarda al pueblo por el norte, ya camino de la Sierra del Escudo de Cabuérniga, donde se ubica la Ermita de Nuestra Señora de las Lindes: son algo más de 8 kilómetros de un sendero con un desnivel de más de 350 metros.
Nos dirigimos ya a la vera del río Saja para conocer el corazón de Cabuérniga, pasando La Collada de Carmona con sus mas de 600 metros de altura cerca de donde encontrarás el Mirador de la Vueltuca, uno de los mejores panoramas del valle.
A un paso de este monte está Sopeña ya en la frontera con Ruente que visitaremos más tarde. Es el pueblo con más habitantes del municipio, famoso, entre otras cosas, por su plátano, un árbol de 30 metros de altura y 4 metros de grosor en su tronco: un verdadero guardián que se encuentra camino de Valle, el pueblo vecino que es la capital municipal.
Valle también fue declarado Conjunto Histórico en 2004 por el bien conservado caserío local compuesto de esas casonas tradicionales con los elementos típicos de la arquitectura montañesa cántabra: una fachada sur abierta al sol con el resto de las fachadas de gruesos muros para protegerse de las bajas temperaturas, una icónica entrada a través de un portalón de uno o dos arcos, y ubicándose en la zona superior, la solana, el elemento más típico de estas casas, el balcón corrido con barandilla de madera.
Pasando Valle, llegamos a Terán, también Conjunto Histórico desde 2004 por las mismas razones que su vecino. Pero, además, en Terán encontramos la iglesia de Santa Eulalia del siglo XVIII, pero cuyo origen se remonta al siglo XI. Y no nos olvidemos de la Castañera de Terán, un precioso rincón arbolado del pueblo, junto a la propia iglesia.
Pasando Selores, llegamos a Renedo, en la orilla del Saja, desde donde parte la ruta de Valfría que nos acerca a Fresneda, el pueblo ubicado más al sur del municipio. Pero antes de continuar rumbo a Los Tojos, una pasada por Viaña, que lleva el nombre del arroyo que vierte sus aguas al Saja.
Es aquí donde se ubica otro de los senderos más famosos del valle llamando elocuentemente Arroyos y cascadas: es una ruta que nos adentra en territorio protegido por el Parque Natural Saja-Besaya con diversas cascadas a lo largo de los 10 kilómetros de ruta hasta su punto más alto ya cerca del Piedrafiesta con sus 837 metros de altura.
Los Tojos
Volvemos atrás para retomar la CA-280 desde Fresneda y adentrarnos en Los Tojos, un municipio de apenas 400 habitantes en cinco núcleos de población. Dos de ellos los conocemos siguiendo la carretera general hacia el sur, el primero es El Tojo y el segundo Saja, siendo este último la última localidad hacia el sur del valle de Cabuérniga ya cerca de las faldas de la sierra del Cordel entre las que discurren los valles altos del Nansa y Saja y Alto Campoo: a pocos kilómetros al sur de Saja está el Centro de Interpretación del parque.
Si quieres adentrarte por las montañas del sur, debes saber que por Saja pasa el GR-71, el Sendero de la Reserva de Saja con sus 127 kilómetros que conecta el río Besaya al este con los Picos de Europa al oeste a través de Liébana. Pues bien, la etapa 2 del GR-71 es una exigente ruta de más de 18 kilómetros con un desnivel de casi 900 metros que conecta el pueblo de Saja con Tudanca, ya en el vecino valle de Nansa: una maravilla que nos muestra la Cantabria infinita en todo su esplendor.
Pero el punto focal del municipio de Los Tojos lo encontramos tomando un desvío por la CA-817. Tras pasar Correpoco, uno de esos pueblos de nombres curiosos que merecería una explicación (que no tenemos), llegamos a Bárcena Mayor.
Con sus menos de 100 habitantes, este pueblo no se pierde ninguna lista de los pueblos más bonitos de Cantabria por razones obvias: es imposible no sentirse cautivado por esta adorable colección de arquitecturas montañesas que han resistido al paso del tiempo gracias también a las restricciones al tráfico rodado: para visitar el pueblo deberás dejar el coche en el aparcamiento en la entrada del pueblo.
Hay quien dice que se trata de uno de los pueblos más antiguos de Cantabria debido a la calzada romana que aún se conserva en parte de su caserío. Como hemos visto en otros pueblos anteriores, la colección de casonas montañesas es exquisita, como siempre destacándose la fachada para aprovechar la esquiva luz del sol, que en otro tiempo era aún más importante para mantener la moral alta en los días más duros del invierno.
Pero ahora no solo el tiempo es un poco más benigno (tal vez demasiado) sino que entre sus habitantes se cuentan varias familias que tienen negocios vinculados al turismo, incluyendo restaurantes que ofrecen las delicias típicas de la zona, como el cocido montañés o los guisos de carne de caza o a base de carne de vaca… tudanca, por supuesto.
Ruente
El tercer municipio que forma parte del valle de Cabuérniga es Ruente, ubicado al norte de Los Tojos y al sur de Cabezón de la Sal, en la orilla oriental del Saja, pasando Sopeña. La primera localidad que encontramos en Ruente está justo al otro lado del río, Barcenillas, pueblo con poco más de 100 habitantes.
Y tal vez te preguntes por el significado de esa palabra que ya hemos visto varias veces en Cantabria: “bárcena” es un cantabrismo que se traduce como lugar llano próximo a un río el cual lo inunda frecuentemente. Sin duda, la presencia del río Saja y sus viejas crecidas justifican el nombre de este pueblo.
Si quieres profundizar en este húmedo paisaje puedes recorrer el sendero de las Cascadas de Lamiña que arranca en Barcenillas pero pasa por el pueblo vecino de Lamiña: se trata de una ruta circular sencilla de 8 kilómetros y un desnivel de 150 metros en la que pasaremos junto a la ermita de San Fructuoso hasta llegar a la confluencia de los arroyos Moscadorio y Barcenillas donde están las cascadas.
Al norte de Barcenillas se encuentra Ruente, la capital municipal, donde no podemos dejar de visitar el (otro) palacio de Mier, un nuevo emblema arquitectónico del valle por ser ejemplo único de neoclasicismo en versión montañesa. Fue erigido a finales del XIX y lo encontrarás al norte del pueblo, camino de Ucieda.
Pero al sur de Ruente todavía te queda por ver la Fuentona, una surgencia kárstica catalogada como Punto de Interés Geológico que es uno de los rincones más pintorescos de todo el valle. El puente cercano de origen medieval, con sus nueve arcos de medio punto rebajados, fue un punto histórico del camino que conectaba todo el valle de Cabuérniga.
Y nuestra última parada en Ruente es Ucieda, del que se dice es, atención, el pueblo de Cantabria con mayor número de tabernas especializadas en comida casera. ¿Se te ocurre una mejor manera de terminar esta ruta por el valle de Cabuérniga que ante un cocido montañés? Se trata de ese guiso perfecto para las bajas temperaturas compuesto por alubias, berza y compango de cerdo a lo que cada uno añade su toque personal a través de ingredientes extra.
Y si todavía tiene ganas de más Cantabria infinita, ya sabes, a poco más de cinco kilómetros al norte, llegas a Cabezón de la Sal, municipio donde podrás visitar otra joya natural de la región: las secuoyas del Monte Cabezón.
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