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Los campos de trigo, los bosques y la memoria de los fallecidos, amarillo, verde y rojo, los tres colores de la bandera de Lituania que representan el carácter y la historia de esta república báltica. Y es que más del 30% de su superficie está cubierta de bosques que envuelven buena parte de las principales ciudades lituanas, una de las muchas sorpresas agradables que se encuentra el viajero.

Acostumbrados al frenesí urbano de otras latitudes del continente, Lituania es un bálsamo para viajeros inquietos que buscan un país al margen del fragor de Europa occidental. Un recorrido por sus principales ciudades es un apacible viaje descubriendo deliciosos cascos históricos plagados de rincones singulares, sedantes ciudades-balneario y refrescantes litorales asomados al siempre poético mar Báltico.

Un recorrido por las ciudades de Lituania

Pažaislis Monastery – Andrius Aleksandravičius

De la bulliciosa ciudad portuaria de Klaipėda al germen de la nación lituana que representa el castillo de Trakai, del inolvidable misticismo de la colina de las cruces de Šiauliai a la sudorosa algarabía de un partido de baloncesto en el Žalgiris Arena de Kaunas, y de las dulces caricias de un balneario en Druskininkai a la bohemia república de Užupis, el barrio más entrañable de Vilna. Acompáñanos en este prometedor viaje descubriendo las ciudades más relevantes de Lituania.

Vilna

¿Sabías que Lituania es el líder mundial en número de globos por cada mil habitantes? No lo dudes, la mejor forma de disfrutar de un primer panorama de la capital lituana es subirte a un globo y admirar desde las alturas esta ciudad protegida por densas masas boscosas: un paraíso natural envidiado en otras zonas urbanas de Europa en las que hemos decidido sustituir los bosques por centros comerciales.

Y la mejor manera de comenzar tu recorrido por el casco antiguo de Vilna es subir a la torre del Castillo de Gediminas que corona la colina homónima, al sur del río Neris que atraviesa la ciudad. Gedymin o Gediminas fue el gran duque en el XIV, época de consolidación del estado medieval de Lituania y esta es la única torre que se conserva de las tres que protegían el castillo Superior del complejo de castillos de Vilna: un auténtico símbolo nacional.

Torre de Gediminas de Vilna – Giedrius Akelis
Panorámica de Vilna – Laimonas Ciūnys

La primera parada tras bajar de la torre es el Palacio de los Grandes Duques de Lituania. Aunque de origen tardomedieval fue destruido a mediados del XVII, siendo símbolo de la República de las Dos Naciones. Se completó su reconstrucción muy recientemente y fue inaugurado en 2013.

La Catedral Basílica de San Estanislao y San Ladislao tiene un nombre algo más complicado que muchas de las nuestras, pero es todo un emblema de la cristianización de Lituania. Por su parte, la maravillosa iglesia de Santa Ana es la obra maestra del gótico que tanto fascinó a Napoleón que quiso llevársela a París. Y menos mal, porque el Bonaparte, como buen imperialista, era capaz de eso y más.

Tras callejear por el casco antiguo descubriendo calles como Literatų, la más instagrameable por los cientos de obras de arte que la decoran y que hacen referencia a libros sobre Vilna, llegamos a Užupis, al otro lado del río Vilnia, la república bohemia dentro de la capital lituana: el humor de sus habitantes y parroquianos queda expuesto en la constitución de su República Independiente y el “ejército” que la protege… formado por unas 17 personas.

Pero a pesar de la belleza del casco antiguo y sus aledaños no te puedes ir de Vilna sin visitar algunos de sus museos, como el MO, la nueva joya vanguardista de la capital dedicada al arte contemporáneo y, especialmente, el Museo de la Ocupación y la Lucha por la Libertad que se ubica, como recordatorio, en la antigua sede de las autoridades soviéticas en Vilna desde 1940 hasta 1991: un espacio imprescindible para conocer el lado oscuro de la capital lituana que padeció, como tantas otras, en el siglo XX las demencias del totalitarismo en su versión nazi y soviética.

Trakai

Panorámica del Castillo de Trakai – Giedrius Akelis
Castillo de Trakai – Laimonas Ciūnys

Tras visitar Kernavė, a poco más de 30 kilómetros al noroeste de la capital, un testimonio excepcional de los orígenes de la formación del estado de Lituania y que está protegido por la Unesco, ponemos rumbo a Trakai, a algo más de media hora al oeste de Vilna.

Su castillo rojo sobre las aguas del lago Galve es una de las postales más icónicas del país, un símbolo nacional, no solo por su belleza, sino por su significado: aquí residieron varios de los gobernantes más importantes de la historia del país, de Kęstutis —hijo de Gediminas— a Vytautas el Grande, que llevó al Gran Ducado de Lituania a su máximo esplendor a principios del siglo XV.

Pero Trakai es mucho más que su inmaculado castillo de ladrillo rojo, es el testimonio de la singular historia de los caraítas, un pueblo que llegó a finales del XIV a la villa de la mano de Vytautas tras la campaña del Gran Duque en Crimea y que hoy sigue marcando la cultura de la localidad con su kenesa, su templo de culto, sus casitas de madera pintada y su singular gastronomía: no dejes de probar los kibinai, empanadillas de cordero y cebolla que acompaña la mar de bien con una šaltibarščiai, la sopa fría de remolacha, otro imperdible lituano.

Druskininkai

Druskininkai – Laimonas Ciūnys
Druskininkai – Laimonas Ciūnys

A hora y media al suroeste de Trakai conocemos otra cara bien diferente de Lituania, la del relax, el bienestar y el deporte en Druskininkai, una pequeña localidad de poco más de 13.000 habitantes ubicada en el sur del país, cerca de la frontera con Bielorrusia y Polonia, reconocida en Europa del Este como una de las mejores ciudades balneario.

Ubicada a la orilla del río Neman, el más largo de Lituania con sus casi 1000 km. y que desemboca en istmo de Curlandia que visitaremos más tarde, cuenta con siete fuentes de agua termal y numerosos centros de salud y bienestar, además de uno de los parques acuáticos más venerados del país. Tampoco pierdas la oportunidad de pasear por el parque Vijūnėlės, uno de los muchos espacios naturales que abundan en las ciudades lituanas.

Y, para terminar, la mayor sorpresa: al norte del Neman, el Snow Arena, el primer complejo de deportes de invierno que funciona todo el año en los países bálticos, uno de los complejos de esquí bajo techo más grandes de Europa incluyendo un área de 8 hectáreas con tres pistas de esquí y snowboard. Y no te pierdas las vistas del entorno natural de Druskininkai desde el restaurante Aero Gallery ubicado a 50 metros de altura.

Kaunas

Castillo de Kaunas – Laimonas Ciūnys
Casco Antiguo de Kaunas – Laimonas Ciūnys

Ponemos rumbo al norte de nuevo para visitar Kaunas, la “capital provisional” de Lituania, ya que se erigió en la primera capital de la moderna República de Lituania, entre 1920 y 1939, cuando, después de la I Guerra Mundial, Vilna cayó bajo el dominio de Polonia.

Fundada en 1361 sobre la confluencia de los ríos Neman y Neris, Kaunas es la segunda ciudad más poblada de Lituania, famosa en toda Europa también por su equipo de baloncesto, el Žalgiris, toda una institución deportiva lituana.

Paseando por sus calles puedes apreciar los diferentes periodos que han marcado la historia de Kaunas, como la etapa capitalina, cuando la ciudad se llenó de edificios de corte institucional que hoy ofrecen una fantástica ruta por la arquitectura modernista. El Museo del Art Deco es otra forma de recordar esta etapa de esplendor de la ciudad.

Casco Antiguo de Kaunas – Laimonas Ciūnys

El arte más vanguardista de Kaunas lo encontrarás, no obstante, en las propias calles: cada año se añaden nuevas obras de arte callejero a sus coloridos edificios. El mural del Maestro (o el Viejo Sabio), que cubre un área de 440 metros cuadrados es considerado la primera obra de arte callejero a gran escala de Lituania.

Pero el lugar más visitado de la ciudad no es otro que el Castillo ubicado en el punto en el que el Neris vierte sus aguas al Neman: el castillo de piedra más antiguo del país es el único que tiene dos hileras de murallas defensivas. Y es que los cruzados pasaron varias veces por aquí con ánimo poco constructivo, antes de que Lituania se convirtiera al cristianismo en la segunda mitad del XIV.

Y no te vayas de Kaunas sin subirte a los funiculares de Aleksotas y Žaliakalnis, la mejor forma de disfrutar del entorno de la capital provisional en el que no faltan bosques y lagos, como en el resto del país.

Šiauliai

Colina de las Cruces – Laimonas Ciūnys

Antes de poner rumbo al Báltico hacemos una parada muy especial a dos horas al norte de Kaunas, cerca de la ciudad de Šiauliai, la cuarta ciudad más poblada del país, donde encontramos uno de los lugares más venerados de toda Lituania, no solo por cristianos, pese a su simbología: y es que la Colina de las Cruces es el emblema de la resistencia lituana contra la ocupación rusa y soviética.

Fue tras el fin de la Revolución de los Cadetes contra el dominio ruso en 1831 cuando algunos ciudadanos lituanos comenzaron a colocar cruces en la colina de Jurgaičiai para recordar a los fallecidos, costumbre también continuada durante la revolución antizarista de 1863.

Más tarde, durante la época soviética, se convirtió en símbolo de resistencia ya que las autoridades del país que ocupó Lituania tras la II Guerra Mundial intentó varias veces arrasar la colina en su cruzada, en este caso antirreligiosa, pero las cruces no tardaban en volver a aparecer.

Considerado como uno de los lugares más “aterradores” del mundo es también un espacio envuelto en una mística única, suficiente para acercarse hasta el norte del país para pasearse entre más de 200.000 cruces.

Las ciudades de la costa báltica

Parque Nacional del Istmo de Curlandia – Giedrius Akelis

Hasta ahora hemos tenido un recorrido plagado de lagos y ríos, pero aún no hemos visto el mar. Es hora de solucionarlo yéndonos al noroeste del país, donde se ubica uno de los grandes tesoros naturales de Lituania: el Parque Nacional del Istmo de Curlandia, inscrito en la lista del Patrimonio Mundial Natural de la Humanidad por la Unesco.

Es un impresionante istmo 100 kilómetros plagado de dunas que custodia la laguna de Curlandia y que conecta el óblast de la Kaliningrado rusa con la ciudad de Klaipėda, nuestra primera parada en el Báltico lituano. Smiltynė, al norte de Klaipėda, es el lugar ideal para comenzar a apreciar la singularidad de este lugar único en Europa. Además de la venerada playa de Smiltynė, debes visitar el Museo del Mar de Lituania, el museo más visitado de los países bálticos.

Y es que Klaipėda sabe mucho de mar y de historia: es la ciudad más antigua de Lituania, mencionada por vez primera en 1252, además de ser la principal ciudad portuaria del país, puerto donde llegan los numerosos cruceros del Báltico.

Klaipėda – Lilija Lozovič

Pero sus calles también llaman la atención, sobre todo por la herencia prusiana que destilan sus edificios en estilo Fachwerk con esas construcciones tan adorables con entramados de madera: Meno Kiemas es el complejo de edificios de este estilo más fotografiado de la ciudad, a un paso de la plaza del Teatro, el corazón del casco histórico y al pie del castillo, espacio hoy ocupado por el Museo del Castillo, cuya exposición está toda bajo tierra.

Si eres fanático de la bicicleta estás de suerte porque en Curlandia existe un carril bici que sigue la costa marítima desde Klaipėda en ambas direcciones, hacia el norte en dirección Letonia, y hacia el sur: 110 kilómetros hacia la Kaliningrado rusa.

Nosotros vamos primero hacia el norte para descubrir Palanga, lo más parecido de la costa báltica lituana a nuestras ciudades costeras turísticas —dicen que es la “Marbella” lituana— contando con la única playa de Bandera Azul de todo el país, un estrecho pero kilométrico arenal que fascinará a los fanáticos de las playas. Pero en Palanga también hay que dejar un huequito para conocer el Museo del Ámbar, la piedra simbólica de Lituania, que custodia más de 4.500 piezas construidas con la piedra viva del Báltico.

Palanga bridge – Laimonas Ciūnys

Al sur de Klaipėda, dos localidades que completan este recorrido por el litoral báltico. Por un lado, Juodkrantė, un pueblo de poco más de 700 habitantes donde no puedes perderte la Colina de las Brujas, donde dicen los diablos y las brujas solían celebrar sus aquelarres: desde finales del siglo XX, el lugar se ha llenado de esculturas de madera de personajes de cuentos y leyendas lituanos.

Y a media hora al sur llegamos a Nida, la localidad más grande del Parque Nacional del Istmo de Curlandia, que se caracteriza por su arte único, el de las kurėnas lituanas, un tipo tradicional de embarcación de vela de madera y fondo plano que se usaron durante siglos en la laguna de Curlandia, tanto para pescar como para el transporte. Y desde una de estas kurėnas, admirando la incomparable belleza del istmo y la laguna de Curlandia, nos despedimos de este recorrido por los enclaves más significativos de Lituania.