“Creo que España es, con diferencia, el país más espléndido que he visto en mi vida”. Esta frase que Virginia Woolf incluye en uno de sus escritos bien podría formar parte de una campaña de promoción del turismo español.
Pero las experiencias que tuvo la escritora británica en sus tres viajes documentados a tierras españolas ofrecen una perspectiva mucho más profunda de la realidad de un país que en las primeras décadas del XX era muy diferente a su Londres victoriana. A continuación, seguimos las huellas de Virginia Woolf en sus viajes por España.
Los viajes de Virginia Woolf a España
Según apuntan sus biógrafos, entre ellos Hacia el sur. Viajes por España de Virginia Woolf editado por Itineraria, la autora británica hace tres viajes a España en tres épocas muy diferentes de su vida: el primero, con 23 años tras la muerte de su padre, el segundo, con 30 años como parte de su luna de miel con Leonard Woolf y, el tercero, ya en 1923 junto al escritor e hispanista Gerald Brenan. Tres viajes, tres experiencias.
Primer viaje (1905)
Diez años después de la repentina muerte de la madre de Woolf —por aquel entonces aún Adeline Virginia Stephen—, su padre Leslie Stephen fallece de cáncer provocando en la joven escritora una fuerte depresión que la lleva a hacer un viaje junto a su hermano Adrian rumbo al sur. Además de Oporto y Lisboa, Virginia visita las provincias de Badajoz, Sevilla y Granada, dejando constancia de sus experiencias en diferentes textos.
Su visita a Sevilla empezó mal —con una “deprimente cena”— y acabó peor: “el paisaje no es hermoso, es desarbolado y hace calor. No hay acera para caminar, los tranvías son malos y difíciles de alcanzar. Es una ciudad en la que cuesta orientarse”. Desde luego que la Sevilla de principios de siglo XX no es como la Londres de Hyde Park Gate…
Parece que su primera estancia en Granada fue algo más positiva destacando, cómo no, la Alhambra, que “empequeñece al más hermoso jardín de Inglaterra: un precioso palacio árabe rodeado de maltrechas murallas ocres”. Pero los transportes siguen incomodando a la joven Virginia: “el tren es horroroso, se para cada cinco minutos para respirar”.
Este primer acercamiento al sur peninsular puede resumirse en la frase que incluye en una carta dirigida a su amiga Violet Dickinson: “lo mejor de un viaje es precisamente eso: volver”. Virginia atraviesa Badajoz —en la que no debe detenerse mucho puesto que no incluye alusiones en sus cartas— para tomar un barco rumbo a su añorada Londres desde Lisboa.
Segundo viaje (1912)
Fue justamente en esta etapa, cuando Virginia tenía 23 años, cuando comienza a escribir de forma profesional: Times Literary Supplement recibirá sus primeros escritos. Además, Virginia aprovechará su experiencia en España para incluir diversos detalles en su primera novela publicada diez años más tarde: Fin de viaje.
Tras regresar de España, Virginia y sus hermanos Vanessa y Adrian dejan el número 22 de Hyde Park Gate —que aún recuerda a la familia con varias placas en su fachada— y compran el número 46 de Gordon Square en Bloomsbury: no tardará en nacer el círculo de Bloomsbury, aquel grupo de excéntricos, altivos y adorables intelectuales que marcó una época en la capital británica.
Es en Bloomsbury donde Virginia conoce al escritor y teórico político Leonard Woolf con el que se casa. ¿Por qué Virginia y Leonard eligen precisamente España para la luna de miel tras la desagradable experiencia precedente?
Sus biógrafos no aciertan a explicar esta decisión, pero, según se extrae de sus cartas y diarios, la experiencia es un poco menos molesta, hasta el punto de que ya no echa de menos los puntuales trenes londinenses: “Estoy asombrada de que tengamos que vivir en Inglaterra, pedir la cena todos los días y tomar trenes… cuando podríamos sentarnos y tomar café en un balcón con vistas a limoneros y naranjos con montañas detrás, y todo tipo de colores y tonos cambiando constantemente”.
Poco han cambiado los limoneros españoles en siete años, lo que ha cambiado, por supuesto, es el estado emocional de Virginia, arrobada por el amor, la esperanza y la fe en la literatura.
Cuenta en sus cartas que lee hasta tres novelas al día, “a todo gas con Crimen y Castigo: es obvio que Dostoievski es el mejor escritor que ha existido y como decida escribir fatal, ¿qué va a ser de nosotros?, una luna de miel tirada por la borda”. Lo que Virginia no sabía en ese momento es que, en las dos siguientes décadas, escribiría varias de las mejores novelas del siglo XX… en un estilo muy diferente al de su adorado Fiódor.
Tercer viaje (1923)
Casi una década después de que los Woolf recorrieran Toledo, Madrid, Almería, Murcia o Tarragona de camino a Italia, la pareja vuelve a España centrando su viaje en la Alpujarra granadina, paisaje que termina por enamorar a la escritora que, acompañada del escritor e hispanista Gerald Brenan, disfruta del “país más espléndido del mundo”.
El cielo andaluz sigue igual de “irremediablemente azul” que 18 años atrás, pero la sensibilidad de Woolf se ha expandido en todas direcciones, abriendo su corazón y sus instintos reprimidos hacia experiencias antes negadas.
Con tres novelas ya publicadas, Woolf está a punto de encadenar cuatro obras maestras: La señora Dalloway, Al faro, Orlando y Las olas, además de su legendario libro de no ficción, Una habitación propia. La creatividad de la escritora está en su punto más álgido y la Alpujarra es el escenario perfecto para un “descanso mental”, tal y como escribe a su hermana.
Del plomizo Londres de la posguerra, Virginia recorre en mula algunos sensuales pueblos granadinos “corriendo por las colinas, entre las higueras y los olivos, una dama inglesa olvidada por completo de sí misma, en la fascinación por la belleza del paisaje”, un paisaje que durante unas semanas resplandeció el alma de una mujer irrepetible.
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