La novena maravilla canaria, una isla que aparece y desaparece oculta tras la espesa niebla más allá de El Hierro y que se ha convertido en una de las leyendas más sugestivas de la historia de las islas Canarias. Aparecida por primera vez en un texto del siglo IX que narra los viajes del monje irlandés San Brandán —al que debe el nombre— todavía en el siglo XVIII se organizó una expedición para localizar la ‘Atlántida canaria’. Nosotros lo volvemos a intentar en el XXI: acompáñanos en este viaje para encontrar San Borondón, la isla perdida de las Canarias.
Leyenda de la Isla de San Borondón
“San Borondón… ¡Oh, mito fantástico de bruma, / tierra intacta y fugaz, divina y deslumbrante! / Yo te amo, extraña isla que surges entre espuma / y entre espuma te hundes y borras al instante”.
El poeta y periodista tinerfeño Luis Álvarez Cruz se refería de esta manera a una de las leyendas más queridas de la mitología canaria. Porque islas fabulosas asociadas a las Canarias ha habido unas cuantas —desde los Bienaventurados hasta las propias Afortunadas pasando por la mismísima Atlántida— pero ninguna tan real como San Borondón que apareció en el Tratado de Alcazobas que repartía el Atlántico entre Portugal y Castilla y todavía fue fotografiada a finales de los 50… O así se tituló un artículo del diario ABC acompañado de una foto que dibujaba la silueta mítica de San Borondón en el horizonte.
Pero la leyenda de la isla misteriosa canaria aparece mucho tiempo antes, allá por el siglo VI y de la mano del abad San Brandán el Navegante que dedicó su vida a evangelizar en tierras ignotas en el océano Atlántico, llegando a las islas Feroe o a Groenlandia tal y como señalan varios textos medievales como el Navigatio Sancti Brendani.
En uno de sus viajes más al sur se dice que San Brandán halló una isla que aparecía y desaparecía, pero no por la acción de la bruma marina, sino porque se trataba de un pez gigante que fue el que, en última instancia, guió al abad irlandés a un paraíso terrenal isleño: la novena isla de las Canarias.
Hasta aquí todo suena a literatura fantástica, pero para los inquietos navegantes de la edad de oro de los descubrimientos marítimos, cualquier relato, por fabuloso que fuese, era una buena excusa para levar anclas buscando paraísos. ¿O acaso Colón no se había tropezado con un inmenso continente en su viaje a las Indias? El mar siempre fue el lugar de los soñadores.
Y así se iniciaron una serie de expediciones para encontrar de una vez la novena isla canaria a poniente de El Hierro. Una de las primeras expediciones arranca a finales del XV y tiene a Fernando de Viseu, sobrino de Enrique el Navegante de Portugal, como protagonista. En tiempos de Felipe II, el ingeniero Leonardo Torriani afirmó que había recorrido esta isla salpicada de colinas mientras que Alonso de Espinosa, gobernador de El Hierro, no tuvo tan suerte a pesar de ser vecino.
Por esa misma época, un navegante portugués agrandaría la leyenda de San Borondón con uno de los mejores relatos. Pedro Vello arribó en una misteriosa isla al oeste de La Palma y El Hierro al tener que cambiar de rumbo para refugiarse de un temporal. Cuenta Vello que una vez en tierra, el viento volvió a arreciar de tal modo que se precipitó al barco… dejando a dos marineros ‘olvidados’ en tierra.
Todos estos relatos, más o menos fantásticos, siguieron alimentando el mito de San Borondón. Que en una época en la que ya se estaban conquistando hasta los últimos confines del océano todavía perviviese el mito de una isla que aparecía y desaparecía muestra que, al menos, un gran equívoco geográfico debía existir en torno a San Borondón, equívoco que trató de alumbrar de forma oficial Hernán Pérez de Grado, primer regente de la Real Audiencia de las Canarias que ordenó abrir una investigación oficial sobre la isla misteriosa tras numerosos avistamientos en los meses previos.
Y así siguió creciendo la leyenda de San Borondón hasta que Gaspar Domínguez organizó la última expedición oficial para descubrir la novena isla canaria en 1721. No hubo éxito: San Borondón permaneció oculta y las expediciones cesaron.
San Borondón existe: cartografía de una isla fantasma
San Borondón existe… al menos según diversos mapas medievales y de época moderna. Los relatos acerca de la existencia de esta isla al oeste del archipiélago canario animaron a muchos cartógrafos a incluir San Borondón en sus mapas.
El planisferio de Hereford fechado en 1290 es el primer mapa en el que aparece referencia a San Borondón en una inscripción en latín que reza: “las seis Islas Afortunadas son las Islas de San Brandán”. Por su parte, Ebstorf es más prudente en su planisferio del XIII al afirmar que “San Brandán la descubrió, pero nadie la ha encontrado desde entonces”.
Durante el siglo siguiente, Pizzigano la dibujó a poca distancia de El Hierro. Por entonces se decía que la isla debía estar a unos 550 kilómetros en dirección oeste-noroeste de El Hierro, aunque otros afirmaban que estaba mucho más cerca. Así mismo su presunto tamaño estaría en torno a los 500 kilómetros de largo (de norte a sur) y a las 150 de ancho (de este a oeste), contando con dos montañas bastante elevadas en cada extremo.
Tras aparecer en numerosos mapas del siglo XV, incluyendo el mapamundi del italiano Fra Mauro, considerado el mejor memorial de la cartografía medieval, una de cuyas copias se encuentra en la Biblioteca Nazionale de Venecia, el último mapa que respetó la leyenda de isla fantasma canaria fue la Carta Geográfica de Gautier de 1755, poco después de aquella última expedición de Gaspar Domínguez.
250 años después ya no se hacen expediciones oficiales para descubrir esta isla que se oculta entre la niebla atlántica, pero todavía, de vez en cuando, se producen avistamientos y proyectos artísticos que siguen nutriendo una de las leyendas más hermosas de la mitología canaria.
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