Madrid se está liberando de prejuicios y de comparaciones odiosas. Madrid ya no quiere parecerse a nadie, quiere ser ella misma, con sus luces y sus tinieblas. En un tiempo en el que el miedo a celebrar la diversidad se está desvaneciendo, Madrid —y los madrileños— comienzan a mirarse la curva de la felicidad en el espejo y esbozar una sonrisa. Madrid es así: contradictoria y entusiasta, enervante y entrañable. Imperfecta y feliz.
Conocer Madrid con un ojo en el libreto es fácil… y aburrido. Es un sota, caballo y rey, dicho en terminología cañí. Pero Madrid es mucho más que las tres o cuatro visitas imprescindibles que aparecen en todas las guías. Existe un Madrid diferente, alternativo y vibrante que enamorará a los viajeros más inquietos. Comencemos nuestra ruta por uno de los barrios más cool del planeta.
Lavapiés
Esta zona de Madrid al sur de Sol fue elegida en una encuesta de la revista Time Out como el barrio más cool del mundo. Y no creemos que tal título honorífico le hiciera mucho bien a Lavapiés enfangado como está en la disyuntiva de la gentrificación. Pero el viajero que llega por vez primera al barrio interpreta ese contraste como algo seductor. Y es que Lavapiés se ha convertido en la mejor imagen del nuevo Madrid, una ciudad multicultural, abierta y diversa.
Bajarse en el metro Lavapiés, subir las escaleras y respirar el aire de la plaza es ya un chute de pura vida. La calle de Argumosa que parte de la plaza de Lavapiés en dirección este es una de las más bulliciosas del barrio. Las famosas terrazas madrileñas lucen en todo su esplendor y los brillos tostados de las cañas son un reclamo difícil de resistir.
Argumosa conecta con la calle Doctor Fourquet que encarna mejor que cualquier otra la vertiente ferozmente cultural del barrio. Está plagada de pequeñas galerías de arte que se reproducen por esporas. Entre tiendas eróticas, restaurantes veganos y cafés sospechosamente hipsters, podemos encontrar también una plaza autosostenida, un ejemplo que ilustra el carácter reivindicativo del barrio.
Y los grafitis. Mientras que en otras partes de la ciudad los vecinos se rasgan las vestiduras en cuanto ven una pared pintada, en Lavapiés el arte urbano comienza a valorarse como en otras grandes capitales. En la propia calle Doctor Fourquet los turistas ya llegan en grupos a fotografiarse junto a los grafitis, como si de Berlín se tratara. Y es que el grafiti en Lavapiés llega hasta los mismos contenedores de basura de la mano de poetas urbanos como Batania Neorrabioso.
Para contener un poco la rabia nada mejor que rodearse de animales. La Gatoteca es uno de esos locales bizarros que solo encontrarás en Lavapiés: un refugio para gatos en el que podrás pasar la tarde con un refresco, un libro y tus amigos más peludos.
Más al sur, ya lindando con la Ronda de Atocha, debemos citar La Casa Encendida, uno de los centros culturales más efervescentes de toda la ciudad. Y muy cerca está el Centro Social Autogestionado La Tabacalera, un espacio multitarea en el que también confluyen actividades artísticas erigiéndose en uno de los puntales más afilados del barrio.
Aun a riesgo de que sufras un empacho cultural no sería justo dejar la zona sin recomendar el museo Reina Sofía al lado de la estación del Arte —antigua estación de Atocha— tal vez el mejor museo de Madrid… con permiso del Prado.
La Latina
Al oeste de Lavapiés se localiza uno de los barrios más simpáticos de la ciudad. La Latina —no confundir con Latina, un distrito al otro lado del río Manzanares— es una zona en la que da gusto caminar mientras saboreas el ritmo pausado de la vida de los latineros. Y es que el momento del día más recomendado para visitar La Latina es al mediodía, cuando el apetito comienza a maullar y las plazas del barrio, con sus terrazas, sus cañas y tapas se vuelven irrenunciables. La plaza de la Cebada, de la Paja, de Puerta Cerrada o las calles de Cava Alta y Cava Baja iluminan los rostros de los viajeros con sus caldos y sus manjares.
Pero en La Latina hay un par o tres de cosas más que hacer aparte de comer y beber. El Rastro, of course, es uno de los mayores atractivos del barrio. Se trata de una de las costumbres más entrañables de los madrileños de pro: no hay mañana de domingo sin rastro, café y churro. Y sí, en el Rastro podrás encontrar (casi) de todo.
La Latina también destaca por su circuito teatral alternativo, una especie de Off Gran Vía en el que degustar propuestas sorprendentes. Y para los amantes del cine no podemos dejar de recomendar la Sala Equis, un espacio dedicado al séptimo arte que reaprovecha una antigua sala de cine erótico orientando su programación al cinéfilo más gourmet. Pero en vez rígidas butacas a oscuras, este cine ofrece hamacas, sillones, ensaladas de quinoa con salmón marinado… y una barra con espirituosos: para que la experiencia cinematográfica sea total.
Pero antes de irnos de La Latina queremos reivindicar un espacio diferente: aquí no hay tapas, ni películas, ni teatro, ni cañas. Solo hay silencio y naturaleza. Hablamos del Jardín del Príncipe Anglona, un espacio de libre de acceso abierto hasta las 10 de la noche de marzo a septiembre y que ofrece al ajetreado madrileño un respiro ante el fragor de la ciudad.
Malasaña
Malasaña es uno de los barrios más bipolares de la capital, siempre batallando entre la recuperación de sus raíces históricas y la genuflexión ante el goloso turismo masivo de clin, clin, caja. Este conflicto no resuelto entre autenticidad y postureo define un barrio que ha marcado el ocio alternativo de varias generaciones en Madrid. Todavía hoy sigue siendo el barrio más noctámbulo de la ciudad, y bien lo saben sus sufridos vecinos…
El Malasaña histórico está delimitado al norte por la calle de Alberto Aguilera, al oeste por Princesa, al sur por Gran Vía y al este por Fuencarral, calle que marca la frontera de Malasaña con Chueca. Es justamente Fuencarral una de las calles más indicadas para el fanático del shopping alternativo. Aunque ya hace tiempo que cerró el añorado mercado de Fuencarral, la calle sigue siendo un escaparate ideal para el coolhunter.
Compartiendo territorio con Chueca, el mercado de Barceló es uno de los muchos espacios públicos dedicados a la gastronomía que han renacido con fuerza en la capital. Hundiendo sus raíces en la tradición del mercado de abastos, el de Barceló es uno de los preferidos de los madrileños. Si quieres entrar en la noche con el estómago lleno te recomendamos no rehuir los placeres gastrónomos del Barceló.
Si bien la moda y la gastronomía son dos de los elementos que mejor definen Malasaña, el resto de propuestas culturales tampoco le andan a la zaga. Ahí está sin ir más lejos el centro cultural Conde Duque, uno de esos espacios típicamente madrileños que combina armazón castizo con alma contemporánea. Pero lo mejor de Malasaña están en esas pequeñas tiendas en las que rescatar tesoros. Algo así podemos hacer en La Fiambrera, una galería y tienda de arte para paladares exquisitos. Y si lo tuyo son los libros —y el vino— en Tipos Infames tendrás de lo uno y de lo otro a paladas.
Pero es cuando el sol se va y Malasaña se despereza, cuando el barrio empieza a latir al ritmo que más le gusta: al ritmo de la noche. La Plaza del Dos de Mayo se convierte en el punto de encuentro de cientos madrileños que saludan a la luna con una caña en la mano desde una terraza. Y después toca visitar algunos de los templos más célebres de la Movida… pasada y presente. La Vía Láctea, el Penta, el Tupperware, sala Maravillas, El BarCo, Ocho y medio… La lista de bares y discotecas es infinita, como la noche. Pero, por suerte, siempre te esperará el chocolate con churros cuando repunta el sol y la calma vuelve reinar en el barrio… por unas pocas horas.
Ruta alternativa por los (otros) barrios de Madrid
La batalla por ser —o parecer— auténtico y alternativo puede alcanzar límites ridículos con vecinos defendiendo su barrio como la quintaesencia del genuino espíritu madrileño. Al fin y al cabo, cada barrio, desde El Viso hasta Vallecas, puede ofrecer atractivo tanto al oriundo como al viajero. Pero no es menos cierto que la burbuja del alquiler y la gentrificación de los barrios céntricos están expulsando a miles de madrileños a otras zonas de la ciudad.
La parte positiva es que el concepto “alternativo” ha dejado de ser patrimonio exclusivo de Lavapiés o Malasaña. Al contrario, otras zonas de la ciudad se enorgullecen de encarnar el espíritu de barrio… sin aditivos: una comunidad diversa de ciudadanos que colabora, discute y se desarrolla sin la presión y exhibición constante que supone vivir un barrio turistificado.
Al sur de Madrid, pero todavía dentro de la M-30, encontramos Legazpi, un barrio que vive un bombazo cultural gracias a la apertura de Matadero Madrid. Se trata de un centro cultural que aprovecha las antiguas dependencias del matadero de la capital, un proyecto que nace en 2006 y que, hoy en día, es una parada obligatoria para el turista más inquieto. Al calor de Matadero se han cocido diversos proyectos que animan un barrio que ya está llamado a ser el nuevo Lavapiés en un futuro no muy lejano.
Al este de la capital, más allá de la M-30, Suanzes es otra opción para los madrileños inconformistas. Situado entre Arturo Soria y la Alcalá más profunda, este barrio combina la arquitectura doméstica más anodina con oscuras fábricas y talleres mecánicos de aire gothamtiano. Algunos de sus oriundos celebran Suanzes como el Williamsburg neoyorquino, refiriéndose a él como Suanzesburg. Pese a este tal vez resentido “no me echan, me voy yo” nadie parece en Suanzes añorar el centro. Y si a alguien le consume la morriña, lo soluciona en quince minutos: lo que tarda el metro en llegar a Alonso Martínez.
Y en una coyuntura similar se encuentra Carabanchel. Un barrio “olvidado” al otro lado del Río que, al igual que Vallecas, ha sido muchas veces prejuzgado de forma injusta y ahora se erige como uno de los barrios con más dinamismo de la capital. La existencia de zonas industriales en pleno núcleo urbano y el bajo precio de sus naves lleva años atrayendo a muchos artistas y empresas creativas que están convirtiendo la zona en el Soho madrileño. Para conocer este fenómeno nada mejor que asistir al festival Artbanchel cuando más de 30 estudios y galerías abren sus puertas para descubrir sus obras y asistir a más de un centenar de actividades. El núcleo lo encontramos en la calle Pedro Díez, donde se sitúan muchas de estas galerías, el FabLab del Instituto Europeo de Diseño o la Fábrica de cervezas Patanel, una brewery que se ha convertido en el bar de moda con su diseño industrial y sus cervezas artesanales.
Carabanchel tampoco ha perdido aún el espíritu rockero que le hizo famoso en los años 80 con ilustres embajadores como Rosendo. Podemos descubrir numerosas salas de ensayo y grabación, que se reparten alrededor del barrio, disfrutar de conciertos en directo en salas como el Gruta 77 (Calle Cuclillo, 6) o la Sala Live (Av. de Ntra. Sra. de Fátima, 42) y tomarnos una buena cerveza en bares que mantienen muy viva la esencia del rock. Muchos de ellos se concentran alrededor de la llamada Plaza del Rock (Avenida de Oporto 40), donde tendremos que hacer una visita obligada al bar La Piazzola para pedir alguna de las cervezas internacionales de su interminable carta. O, si prefieres cervezas nacionales, puedes ir, no muy lejos de allí, a Caramanchel de Lito (Calle Alondra, 30), otro emblemático bar donde podrás respirar el auténtico espíritu de este barrio.
Deporte y actividades al aire libre para culos inquietos
Nos encantan los capuchinos, las hamburguesas de tofu y rebuscar en una librería de viejo, pero de vez en cuando hay que mover el esqueleto… y no solo en el Ocho y medio. Madrid también sabe vestirse de corto y salir a hacer deporte.
Tal vez le haya costado más que a otras capitales europeas entender que el futuro de la ciudad pasa por un urbanismo más humano y menos contaminante que deje de priorizar la circulación de vehículos motorizados. Pero ahí está Madrid Central como muestra de que la capital española también puede ser pionera en este ámbito. Porque los madrileños saben bien disfrutan de la calle y de los espacios verdes y quieren seguir haciéndolo sin barreras arquitectónicas ni malos humos.
En este sentido, Madrid Río se ha erigido en un símbolo del nuevo Madrid, más abierto y aseado, más deportivo y reconfortante. Situado en las dos orillas del Manzanares en buena parte del suroeste de la ciudad, esta larga avenida peatonal jalonada por parques y puentes ha servido también para revalorizar los barrios limítrofes, entre ellos el mencionado Legazpi. Con el buen tiempo —y en Madrid el buen tiempo dura mucho— es un deleite acercarse a Madrid Río y practicar deporte o, simplemente, echarse en la hierba y supervisar nubes.
Otro lugar ideal para abandonar el ruido urbano durante unas horas es el Parque del Capricho. Ubicado al sur del parque Juan Carlos I, el Capricho es otra historia. Su origen data de finales del siglo XVIII, en un contexto ilustrado y de gran influencia francesa. Aunque durante buena parte del siglo XX fue relativamente olvidado, la compra de los terrenos por parte del Ayuntamiento en los años 70, relanzan este parque romántico y evocador ideal para una mañana de domingo. El parque está plagado de rincones líricos para descansar leyendo un buen libro.
Mucho más en el norte, en el barrio de Valdebebas, encontramos otro fantástico parque que sigue sin conquistar a los madrileños pese a sus virtudes. Su ubicación, las insuficientes conexiones por transporte público del barrio con el centro de Madrid y su horario restringido explican parcialmente que el Parque Forestal de Valdebebas —durante un breve periodo de tiempo conocido también como Parque Felipe VI— no reciba más visitas y se mantenga como un delicioso parque fantasma. Si te gusta estar solo y no tropezar con runners en cada esquina, este espacio de casi 500 hectáreas —el Retiro tiene poco más de 100— es el indicado para ti.
¿Y qué tal un partido de fútbol? Pero no, hoy no vamos al Bernabéu ni al Wanda. Nos bajamos a Vallecas para disfrutar de otro fútbol, el que practica el Rayo Vallecano, club entrañable de la capital española que esta temporada volverá a luchar por recuperar la máxima categoría del fútbol español. De acuerdo, no es el Allianz Arena de Múnich, pero la belleza del Estadio de Vallecas está en su interior: en un equipo de barrio que ha tratado de tú a tú a clubes de presupuesto infinitamente superior. Y no olvidemos que en el Estadio de Vallecas también juega el Rayo femenino, todo un pionero que llegó a ganar la Liga tres temporadas consecutivas hace unos años.
Alojamientos recomendados
Como cualquier gran ciudad del mundo, la capital de España tiene una excelente infraestructura hotelera, pero en una ruta alternativa por Madrid no os vamos a recomendar el Ritz. Nosotros preferimos alojarnos en albergues, espacios donde conocer gente y estar en contacto directo con la ciudad.
Sungate One (85€ en habitación doble). Se trata de uno de los mejores albergues madrileños. Su ubicación no puede ser más céntrica situándose en la calle del Carmen entre Callao y Sol. Pero lo mejor de este albergue está en el ambiente, la profesionalidad de los empleados y la excelente relación calidad-precio. Además, como buen albergue, las ofertas de actividades enriquecen la estancia ofreciendo al viajero un punto de vista alternativo de la ciudad.
Ok Hostel (25€ en habitación femenina compartida con cuatro camas). ¿Te ha convencido La Latina? Este albergue se sitúa en el corazón latinero al lado de la Plaza del Cascorro. Es salir a la calle y sentir la particular vibración y el aroma inconfundible de este barrio. Muy moderno y cuidado y con un personal extremadamente atento, Ok Hostel es uno de los alojamientos indicados si pretendes ahorrar para invertir tu dinero en cacharros que encuentres en el Rastro.
The Hat Madrid (24€ en habitación compartida unisex). También en pleno centro de Madrid en la calle Imperial tenemos este veterano albergue que sigue manteniéndose como una de las referencias entre este tipo de establecimientos hoteleros. Además de su buena ubicación y servicio, The Hat destaca por su terraza, un lugar ideal para disfrutar del buen tiempo de la capital.
Room007 Chueca (16€ en habitación compartida mixta con seis camas). ¡Quién no conoce Chueca! Cada mes de junio, el barrio más efervescente de Madrid se vista de gala para recibir el Orgullo Gay que ya, desde hace años, se ha erigido en la verdadera fiesta (patronal) de la ciudad. Para conocer Chueca desde dentro qué mejor que uno de los hostels más valorados del barrio. Situado en la calle Hortaleza, una de las más vibrantes del centro de Madrid, plagada de locales de moda y restaurantes, Room007 es un excelente campo base para descubrir el Madrid más alternativo.
Far Home Atocha (100€ en habitación doble con baño privado). Si bien es cierto que la mayoría de clientes de un albergue prefieren las habitaciones compartidas, principalmente por una cuestión de precio, no hay que olvidar que algunos de estos hostels cuentan también con otras opciones más privadas. Far Home Atocha es uno de esos albergues que tienen casi de todo, y todo bien cuidado. Situado a un minuto de Antón Martín, puede ser una buena opción para aquellos viajeros que deseen alojarse cerca de Lavapiés.
Gastronomía alternativa en Madrid
Si oigo a alguien más recomendar a un pobre turista la dichosa —con perdón— Chocolatería San Ginés me da un soponcio. Que estarán muy bien sus churros, pero también en otras decenas de locales de Madrid. Y es que en cada esquina de la ciudad puedes encontrar la tapa o el plato de tus sueños. Tan solo se trata de cerrar bien los ojos y guiarse por el olfato hasta, como un dibujo animado, aterrizar ante un buen manjar.
Para bien y para mal, la capital ha abrazado la fiebre gastronómica que conquista el mundo y no hay día que abra —y que cierre— un local, hasta el punto de que es del todo imposible recomendar una ruta gastronómica por Madrid sin cometer olvidos imperdonables. Así que nos conformaremos con dar algunas pinceladas que sirvan al viajero como punto de partida.
Si hay una calle gastronómica de moda en Madrid, esa es la Ponzano en Chamberí que incluye más de 70 bares en 1000 metros: teniendo en cuenta que hay dos aceras sale a bar por cada 36 metros… En la calle Ponzano podrás encontrar desde locales puramente castizos en los que tomarte una caña y una tapa sin más aspiraciones que intercambiar unos cuántos monosílabos con el camarero a diversos gastrobares que enriquecen la cultura del tapeo con propuestas sorprendentes ideales para el afterwork o ir calentando motores la noche del viernes.
Otra forma muy práctica de conocer la cocina madrileña es acudir a uno de los mercados gastronómicos que tanto éxito están deparando en la capital. Ya nos hemos referido al de Barceló en Malasaña, pero no es el único, ni siquiera el más famoso. El Mercado de San Miguel, el de San Antón o la Platea ofrecen a oriundos y turistas decenas de manjares en buena compañía. Si bien ganarás algo de peso lo compensarás con una cartera más ligerita.
Y porque un buen madrileño está libre de prejuicios, debemos recomendar un paseo gastronómico por la calle Jorge Juan en el barrio de Salamanca. Va a ser difícil que encuentres por aquí a alguien con una camiseta de Manolo Kabezabolo, pero estas carencias se suplen con un arte culinario en estado de gracia. Además, puede ser una excusa para conocer un barrio más que agradable para el paseo sin rumbo, el que más nos gusta.
Salir de fiesta por el Madrid más alternativo
Ya nos hemos referido a la zona de Malasaña, volcán en erupción en cuanto llega el fin de semana. Al otro lado de Fuencarral se encuentra un barrio internacionalmente célebre. Chueca es el no va más para los noctámbulos madrileños. Partir de Alonso Martínez, ir bajando por la adorable Hortaleza, girar por la calle de Gravina y aterrizar en la plaza de Chueca es una experiencia que hay que vivir. En cuanto se va el sol, esta zona se suelta la melena y a partir de ahí… que sea lo que Chueca quiera.
Más al sur, el amante de la noche puede disfrutar de otro de los barrios históricos de Madrid que ha vivido una profunda renovación en los últimos años, limpiando una imagen que se había enturbiado en exceso. Hablamos del Barrio de las Letras cuya calle Huertas sigue siendo el punto focal de bares y pubs de toda condición. Para los que prefieran las terrazas, la plaza de Santa Ana es una de las más entrañables y entusiastas de la noche capitalina.
Y si hablamos de música, Madrid va bien servido. El circuito de conciertos de la capital vive un buen momento, con cada vez más salas de pequeño tamaño fundamentales para que la música más underground pueda subsistir. Si lo que prefieres es algo más ambicioso, Madrid ofrece, por fin, un festival que pueda mirar a los ojos a otras grandes ciudades europeas. Se trata del Mad Cool Festival que este 2019 cumplió su cuarta edición. Aunque un poco a trompicones ha consolidado su propuesta mezclando grandes nombres y artistas emergentes.
Quien ha conquistado el alma del madrileño más indie es el Tomavistas Ciudad que se celebra en el parque Tierno Galván mientras que el Download se enfoca hacia los sonidos más agresivos del rock. Y no debemos olvidar algunas propuestas diferentes como el Brunch in the Park, un festival diurno de música electrónica para todos los públicos, también en el Tierno Galván, o el L.E.V. Festival del Matadero que, por primera vez tras trece años en Gijón, da el salto a la capital de España.
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