No llega a 300 habitantes censados, pero son cientos los visitantes que llegan cada fin de semana para conocer uno de los pueblos más bonitos de la provincia de Barcelona. ¿Quién puede resistirse a un municipio de origen medieval colmado de casas y calles empedradas que es la puerta de entrada al Espacio Natural Protegido de Collsacabra? Acompáñanos en este viaje en el tiempo a la Osona para conocer Rupit y Pruit, un arrebato de nostalgia a poco más de 100 kilómetros al norte de la ciudad de Barcelona.
Rupit y Pruit, más allá del tiempo
Nos gusta pasear por esos pueblos en los que la vida transcurre a otro ritmo, en los que la piedra de los muros de sus casas evoca una historia misteriosa aún por compilar. Al doblar cualquier esquina de una de sus calles empedradas tenemos la sensación de que por fin vamos a revelar el secreto. Es pura nostalgia, un sentimiento que enardece aún más cuando el presente desengaña.
Muchos visitantes de Rupit y Pruit se sienten como forajidos del presente, viajeros del tiempo que llegan a esta localidad de la Osona huyendo del gris urbano y rabiosamente actual. Porque en Rupit y Pruit el viajero encuentra un pueblo sensato y honesto, pero también orgulloso.
Orgulloso de una historia que arranca, según las crónicas, en los albores del siglo XI, cuando se construye el castillo que sustituye el originario de Fábregues. En su entorno se construye la iglesia de Sant Joan de Fábregues, que visitaremos después, y un caserío que comienza a crecer a medida que el imán del castillo atrae nuevos pobladores.
Pese a que el origen de Rupit y Pruit es, por tanto, medieval, lo cierto es que la zona pierde abundante población en el siglo XIV, recuperándose a partir del siglo XVII. Es este momento en el que Rupit y Pruit alcanza su máximo esplendor: su caserío crece renovándose muchas viviendas que son las que hoy podemos admirar en nuestra ruta por el pueblo.
Carrer Barbacana, carrer del Manyà, la calle de la Iglesia y la calle del Palacio: un puñado de calles pintorescas en las que perderse tras la sesión fotográfica de rigor. Entre ellas, carrer del Fossar es quizás la más representativa por su estrechez y sus meandros. En algunos de esos recovecos el caminante se sorprende con la aparición de una coqueta plazuela, como la de Bisbe Font, en la que una deliciosa terraza reclama una breve parada.
Es entonces cuando nos fijamos en que muchas de esas casas aún conservan la fecha y el nombre de los fundadores. Buena parte de sus actuales propietarios, conscientes del tesoro que custodian, mantiene la mayoría de viviendas en buen estado, algunas de las cuales se han convertido en alojamientos rurales. Y en los balcones de madera, una competición: a ver quién exhibe el rosal más deslumbrante.
Sin dejar de lado el caserío, nos adentramos ahora en la iglesia de Sant Miquel Arcángel del siglo XVII, la principal iglesia de la parte urbana de Rupit que combina elementos barrocos con neoclásicos y en el que destaca tanto el retablo como el campanario de piedra.
Otro edificio interesante del casco urbano de Rupit es la Notaría Soler, uno de los más antiguos del pueblo datado en el el siglo XIV y que, en origen, habría sido un palacio notarial. Se encuentra en la calle del Palacio a la que da nombre.
Si seguimos ruta hacia el norte dejando a la izquierda el parking público y a la derecha en el camping de Rupit llegaremos a Pruit, el otro pueblo que forma parte del municipio oficialmente desde 1977, aunque históricamente siempre habría estado integrado en la jurisdicción de Rupit. Pruit es un maravilloso y minúsculo paraíso de piedra que se oculta entre el verde de los prados de Collsacabra: una plaza, una iglesia y un par de casas… ¿Para qué más?
Rupit y Pruit, paraíso senderista
Pese a que lo más popular (y fotografiado) de Rupit y Pruit es su evocador caserío y sus misteriosas calles empedradas, no nos podemos ir de la zona sin disfrutar de su entorno geográfico recorriendo sus numerosos senderos que nos deparan maravillosas sorpresas. Tal y como sucede en el madrileño La Hiruela, la mejor manera de conocer en profundidad la historia de este entorno es recorriendo sus caminos, empezando por la ermita de San Llorenç Dosmunts, un edificio románico del XII perdido entre campos de labranza que conecta con Pruit a través de la carretera C-153.
De vuelta a Rupit, uno de los senderos más frecuentado de la zona es el que enlaza con la ermita de Santa Magdalena a poco más de un kilómetro del pueblo. Se trata de un edificio el XVII que tiene una nave con bóveda de cañón y una portada adovelada.
Más exigente pero también más espectacular es la ruta que conduce a lo alto del salto de Sallent donde encontramos la primitiva iglesia de Sant Joan de Fàbregues al lado de la pista que comunica Rupit con Vilanova de Sau. Construida en estilo románico durante la primera fase de formación de la villa de Rupit fue sufriendo un considerable deterioro con el paso de los años —especialmente en el terremoto de 1427— hasta que en 1978 la Diputación de Barcelona la adquiere realizando una considerable restauración.
Esta iglesia es una de la las paradas del sendero que conduce al mirador del Salt del Sallent, el más famoso que parte de Rupit. En él nos encontraremos con fuentes, saltos de agua como el del Molí Rodó o el de Sabaters, además molinos abandonados, para alcanzar finalmente el salto del Sallent, donde la Riera de Rupit se precipita por un barranco de unos 100 metros.
Y desde aquí, desde lo alto de este asombroso precipicio, nos despedimos de Rupit y Pruit embrujados por el rumor del agua y por la belleza de un paisaje de vibrante belleza, confiando en que el tiempo nos dé un respiro cuando volvamos a la actualidad rabiosa de nuestro querido gris urbano.
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