Pocos ríos en Europa destilan la mística del Danubio que atraviesa hasta diez países desde su nacimiento en la Selva Negra alemana hasta su desembocadura en el mar Negro, entre la Dobruja rumana y la ucraniana provincia de Odesa.
Buena parte de nuestro viaje por el Banat de Rumania estará bañado por las aguas de este río que nutre varias de las atracciones naturales de una de las regiones más desconocidas del país, la que se ubica en el extremo suroccidental haciendo frontera con Serbia y Hungría.
Banat, el secreto del Danubio
Nuestro periplo por el suroccidente rumano empieza admirando las Puertas de Hierro, el cañón del Danubio plagado de desfiladeros y gargantas que constituye la frontera entre Serbia y Rumania y que nos abre de par en par la región de Banat, un territorio histórico compartido por ambos países, además de Hungría y que forma una de las diez regiones históricas rumanas.
El término Banat o Banato designa, de hecho, una provincia fronteriza gobernada por un ban, una suerte de príncipe medieval. Por aquí pasaron dacios, búlgaros, húngaros, turcos y austriacos hasta que, tras la I Guerra Mundial, buena parte del histórico Banat pasa a formar parte de Rumania.
Las Puertas de Hierro en Banat
En este sentido, las Puertas de Hierro son el gran emblema fronterizo entre Serbia y Rumania siendo la confluencia del Nera con el Danubio cuando el río comienza a recorrer tierras rumanas. Debemos adentrarnos varios kilómetros más en la región para navegar por una de las zonas más imponentes del Danubio rumano entre las localidades de Dubova y Eșelnița: son las denominadas calderas por la gran espuma que genera el río, como si hirviera. Esto se explica por la estrechez y profundidad del cauce que supera los 50 metros.
Antes de llegar a Dubova nos encontramos con uno de los tesoros naturales más singulares de las Puertas de Hierro: la Cueva Veterani a la que solo se puede acceder en barco o chulapa y que lleva el nombre del oficial austriaco de origen italiano que la topografió en el siglo XVII.
Se trata de una cueva de 64 metros de largo que ha sido usada desde tiempo inmemorial. Aquí se encontraron restos arqueológicos que atestiguan que fue un santuario dacio dedicado al dios Zalmoxis. También se rumorea que aquí se ocultó el tesoro de la emperatriz María Teresa.
Y unos kilómetros río arriba, pasando Dubova, el que es uno de los emblemas del país, la gigantesca estatua del rey dacio Decébalo, la escultura de roca más grande de Europa y una verdadera joya artística integrada de forma majestuosa en la naturaleza.
Lo que Miguel Ángel o Chillida no pudieron completar —el primero soñó con un hombre-montaña de mármol y el segundo no pudo hacer realidad su proyecto en la montaña de Tindaya en Fuerteventura— sí lo lograron la decena de escultores que trabajaron durante una década en la orilla rocosa del Danubio.
Y a un paso de la estatua de Decébalo, el hermoso monasterio de Mraconia sobre la orilla izquierda del Danubio, otra de las imágenes más icónicas de las Puertas de Hierro. Pero el edificio que vemos en la actualidad es una réplica del original que se encuentra bajo las aguas: una presa construida en los años 60 lo sumergió.
Los parques nacionales de Banat
Dejamos ya el Danubio atrás y ponemos rumbo al norte para visitar Băile Herculane, probablemente la ciudad-balneario más importante del país ubicada en pleno valle de Cerna, una localidad de historia milenaria puesto que ya el emperador de origen hispano Trajano (que finalmente pudo doblegar al dacio Decébalo) fundó aquí un balneario en el siglo II d.C.
Una de las rutas más famosas desde esta localidad es la que lleva a la Cruz Blanca que está montada en una de las cimas del entorno de Băile Herculane. Dicen que su origen es un misterio por lo que hay muchas leyendas en torno a ello: las vistas desde lo alto de la montaña permiten disfrutar de buena parte del frondoso valle del Cerna.
Al norte de Băile Herculane arranca el Parque Nacional Domogled-Valea Cernei, un territorio natural de más de 60.000 hectáreas plagado de senderos, cuevas termales, y desfiladeros como el famoso Corcoaiei… además de muchos animales salvajes.
Entre el Parque Nacional Domogled-Valea Cernei y el Parque Nacional Cheile Nerei-Beuşniţa una parada ante uno de los rincones más bucólicas del Banat: el complejo mulinológico Eftimie Urgu del valle de Rudăria. Se trata de una colección de una veintena de molinos de agua construidos entre el siglo XVII y el XVIII que todavía ofrecen servicio a la comunidad local en torno a la localidad de Eftimie Murgu.
Y un poco más al norte nos adentramos en el Parque Nacional Cheile Nerei ubicado en la zona sur de las montañas Anina en torno al curso medio del río Nera que ya vimos desemboca más adelante en el Danubio marcando la frontera entre Rumania y Serbia.
Dos de los emblemas naturales de este parque son el lago Ochiul Beiului y la cascada Bigăr. Esta es una de las cascadas más singulares de Europa, nada que ver con las imponentes cascadas de países como Islandia. Bigăr es una oda a la delicadeza ya que el agua se precipita por un manto frondoso en diversos brazos generando un espectáculo visual inolvidable.
Por su parte, el lago Ochiul Beiului ubicado al suroeste del parque es otro pequeño regalo de la naturaleza que puede recordar al nacimiento del Urederra en Navarra por el tono azul turquesa de sus aguas en un entorno de salvaje naturaleza.
Y qué mejor manera de terminar este periplo por los rincones más bonitos del Banat rumano que un romántico viaje en tren por una de las rutas ferroviarias más veneradas del país. Con 34 kilómetros, conecta Oraviţa y Anina, al norte del Parque Nacional Cheile Nerei, cruzando 14 túneles que suman más de dos kilómetros y diez viaductos que suman más de 800 metros.
La construcción de esta ruta a mediados del siglo XIX fue toda una obra maestra de la ingeniería en una etapa en la que aún no se usaba la dinamita y los túneles debían ser perforadas con cincel y pico. Dos de los vagones que sigue usándose actualmente en esta ruta fueron construido en 1914 teniendo asientos de madera.
La velocidad media es de 17 km/h así que tendrás tiempo de sobra para admirar las impresionantes vistas de las montañas de Anina que dan nombre a la localidad que es el final de trayecto de esta impresionante ruta por el corazón del Banat rumano.
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