A día de hoy, en España existe una única compañía que brinda servicios de viajeros a través de la Red Ferroviaria de Interés General del país. Se trata de Renfe Operadora, más conocida simplemente como Renfe, si bien en realidad es la sucesora de la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles -RENFE- original. ¿Pero cuánto más sabemos sobre ella?
En este artículo la idea es esa, meterse un poco de lleno en la actualidad de esta empresa pública, que forma parte de la órbita del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, y también se dedica al transporte de mercancías. Todo ello envuelto en un repaso por su rica historia, claro está.
Origen de los ferrocarriles españoles
Durante buena parte de la primera mitad del siglo XIX, lo más similar que tuvimos en la península a los ferrocarriles fueron las antiguas diligencias de caballos. Eran, a decir verdad, la manera que encontraban sobre todo las personas adineradas de la época de trasladarse entre grandes ciudades. De más está decir que esos desplazamientos no solo llevaban días, sino semanas, resultando agotadores.
En vistas del desarrollo de otras potencias, sobre todo Inglaterra con su ferrocarril que unió Liverpool y Manchester desde 1830, poco a poco se comenzó a barajar en España la necesidad de contar con este medio de transporte. Por aquel entonces, especialmente con fines industriales.
Lo curioso es que, a final de cuentas, el primer ferrocarril español no se instaló en lo que hoy conocemos como España, sino en una de sus colonias. Hablamos de Cuba, que inauguró el tramo La Habana-Güines en 1837. Como decíamos antes, la adopción de este medio tuvo más que ver con el impulso de la industria y el comercio, sobre todo en torno del carbón, el hierro o el ámbito textil.
Llegada a España y particularidades
¿Y cuándo llegó el primer ferrocarril en el actual suelo español? Tenemos que viajar hasta 1848 para toparnos con ese adelanto tecnológico, gracias a una línea que sigue funcionando, la de Barcelona-Mataró, con sus casi 30 kilómetros de extensión. Fue tal su éxito que, en menos de un lustro, había comenzado el funcionamiento también de la ruta entre Madrid y Aranjuez.
Todo esto, cabe destacarse, en tiempos en los que las autoridades españolas lejos estaban de considerar su despliegue una inversión de futuro, como sí ocurría con los británicos.
Otro aspecto que no se puede dejar de lado, es que las vías de ferrocarril en España tenían un ancho algo mayor al habitual que en el resto del continente. Más allá de los muchos mitos que se tejieron al respecto, casi todos los historiadores coinciden en que esto se relaciona con el suelo más irregular que tenemos en el país. La presencia de pendientes abruptas obligaba, en determinados caminos, a realizar maniobras bruscas. Y las vías de mayor ancho facilitaban esos movimientos.
Claro que eso significó, por otra parte, que cada ferrocarril que se acercaba hasta las fronteras españolas, de manera inmediata debía cambiar de vías para poder continuar dentro del país. Increíblemente, esta especie de aislamiento se rompió hace poco más de una década, cuando se produjo la apertura de la línea de alta velocidad que comunica con Francia.
La gran expansión del ferrocarril
Podríamos decir que la adultez del ferrocarril español tuvo lugar en concreto desde 1855. No de forma casual, sino como una consecuencia directa de la aprobación de la Ley de Ferrocarriles, impulsada por el nuevo gobierno progresista. A diferencia de sus antecesores moderados, ellos creían que este medio de transporte era esencial para una España moderna, y por eso lanzaron la nueva ley.
En los siguientes años, se levantaron a nivel nacional cientos de kilómetros de vías de ferrocarril, casi todas partiendo desde Madrid, lo que tenía sentido pues era el principal centro urbano y, al mismo tiempo, el punto en el que iniciaban o concluían la mayoría de las carreteras de diligencias.
También hay que aclarar que participaron activamente en este proceso algunas compañías extranjeras, principalmente francesas, que colaboraron de modo estrecho con el gobierno. Aparecieron, sir ir más lejos, la MZA -Madrid Zaragoza Alicante-, la Compañía de Ferrocarriles Andaluces o la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte.
Durante décadas, España comenzó a gozar entonces de las comodidades de una tecnología de transporte muy superior a la de las diligencias, si bien las inversores tardaron décadas en amortizarse. En cualquier caso, las bases de una comunicación articulada estaban sentadas.
Guerra Civil y nacionalización
Con Guerra Civil española que tuvo lugar de 1936 a 1939, se produjo un serio daño sobre las infraestructuras centrales de la red ferroviaria nacional. Además, el dictador Francisco Franco repitió el mismo procedimiento que habían llevado adelante otras naciones en la época: nacionalizar el servicio. Eso fue en 1941. Fue así que desaparecieron las empresas privadas, y nació la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles: RENFE.
Llamativamente, se mantuvieron en el norte del país algunas líneas de vías estrecha en manos de firmas privadas. Éstas fueron nacionalizadas también pero mucho más tarde, en 1965, dando paso a los Ferrocarriles Españoles de Vía Estrecha -FEVE-.
Transición a la democracia
La Transición a la democracia no representó necesariamente buenas noticias para el ferrocarril español. De hecho, se cerraron muchas de las líneas que no producían ganancias. Casi mil kilómetros fueron clausurados en 1985. Otros recorridos se transfirieron a las comunidades autónomas. Y algunos se transformaron en trayectos de cercanía, para desplazamientos cortos.
Esta triste tendencia se trató de revertir, por suerte o por desgracia, desde 1992. En ese año se inauguró la primera línea de alta velocidad en España, el Alta Velocidad Española o AVE, que conectaba, y aún conecta, Madrid con Sevilla. Se denomina así porque alcanza velocidades de 300 km/h. Aunque los precios elevados de este servicio nunca han logrado popularizar esta modalidad de tren.
Desde entonces, los gobiernos de todos los signos políticos que han estado al frente de España han seguido apostando por la red de trenes de alta velocidad. Como resultado, somos uno de los países con más kilómetros de ferrocarriles de alta velocidad detrás del rey indiscutible de la lista, China. Asimismo, cohabitan anchos de vía europeos, como estrechos y algún que otro ibérico.
Actualidad y futuro
En 2005, y ya incorporada España a la Comunidad Europea, la antigua RENFE se subdividió en el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias –ADIF– por un lado, y Renfe Operadora, por el otro. La primera está a cargo de gestionar las infraestructuras, contemplando tanto las vías como las estaciones, mientras que la segunda coordina el transporte de pasajeros y mercancías.
De cara al futuro, ya está en marcha un plan para que empresas privadas puedan competir con Renfe Operadora en cuanto a brindar servicios de trenes de alta velocidad en España. La adjudicación de estas redes correrá por cuenta de ADIF, como no podía ser de otra manera, y el objetivo es que la convivencia entre privados y Renfe Operadora mejore la calidad y variedad del servicio, aunque la realidad es que se vislumbra un encarecimiento del servicio y la supresión de líneas de poca densidad de pasajeros.
Lejos parece estar ese modelo de tren público y social que debería vertebrar el país conectando no solo las grandes capitales, sino las provincias y comarcas.
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