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Sencilla y a la par canalla, singular, modesta y sorprendente, la capital de Islandia, Reikiavik, que concentra en su perímetro la mayor parte de los 350 mil habitantes de todo el país, conquista por sus calles colmadas de arte urbano y por la sublime naturaleza que la rodea. También resulta atractiva para el viajero por su animada vía comercial exenta de grandes cadenas, por la ausencia de rascacielos, por sus restaurantes de vanguardia, sus museos, su “iglesia-cohete”, y por esa esencia tan sumamente especial que hace que, estemos en el rincón de la ciudad que estemos, sepamos perfectamente que nos encontramos en Islandia.

¿Qué ver, hacer y descubrir en Reikiavik durante unos días? Se nos ocurren muchísimos planes que proponerte, así que sigue leyendo, porque probablemente esta remota capital insular te va a sorprender.

Cómo llegar a Reikiavik

Reikiavik
Reikiavik

Empecemos por un básico, ¿qué posibilidades hay de alcanzar esta fascinante isla desde España? La aerolínea islandesa PLAY ofrecen conexión directa desde diversas ciudades como Madrid, Barcelona, Málaga, Alicante, y determinadas islas de Baleares y Canarias. También Iberia Express, Vueling y Icelandair operan varios días a la semana vuelos entre la capital islandesa y Madrid, Barcelona o Canarias.

Qué ver: Lugares y experiencias imperdibles

Laugavegur, vayámonos de tiendas

La espina dorsal de la capital islandesa tiene un nombre que, a priori, puede parecer impronunciable —como todo en el país, sea dicho de paso—, y sin embargo se convertirá desde el primer momento en tu mayor referente en la ciudad. Una larga avenida —de hecho, se extiende a lo largo de casi 2 kilómetros que atraviesan el centro histórico— flanqueada por coquetos edificios de paredes pintadas de vivos colores entre las que, de tanto en tanto, sorprende alguna muestra de arte urbano.

Lo más llamativo, sin embargo, es otro detalle: aquí, en la calle comercial por antonomasia de Reikiavik, repleta de tiendas, bares y restaurantes, las grandes cadenas de retail y restauración brillan por su ausencia. Es decir: olvídate de Zaras, Mangos, Benetton, Adidas o Starbucks, y disfruta de la sensación de encontrarte en un universo aparte, alejado del ajetreo propio de las grandes ciudades, pero en el que sí comprobarás que hay un elemento que se repite constantemente: los escaparates lucen, a menudo, modelos de todo tipo de lopapeysas, los tradicionales jerséis islandeses.

A la altura del cruce con Laugavegur, por cierto, mira a tu izquierda: el suelo se transforma en un arcoíris de lo más instagrameable con el que Reikiavik reivindica su respeto a la diversidad.

Hallgrímskirkja, con la iglesia hemos topado

Hallgrímskirkja
Hallgrímskirkja – Foto de Cristina Fernández

¡Y qué iglesia! Su singular diseño, así como su altura, hace que no pase desapercibida desde prácticamente ningún rincón de la ciudad. Altiva, desafiante, lleva alzándose hacia el infinito en la céntrica plaza Hallgrímstorg desde 1986, año en el que finalizó su construcción. Es una tentación insalvable fotografiarla desde todos los ángulos posibles, pero también animarse a explorar sus entrañas, llamativas por su sobriedad: al tratarse de un templo luterano las imágenes, iconos y vidrieras mostrando dibujos brillan por su ausencia, regalando un interior austero en el que el elemento más llamativo es el inmenso órgano que, a menudo, es tocado por el organista oficial.

No hay que dejar de subir a su torre, para la que se paga una entrada aparte —acceder a la iglesia es gratuito, el ticket para la torre cuesta 6,60€ —. Desde lo más alto se admiran las vistas más completas, no solo de Reikiavik, sino también del espléndido entorno natural, plagado de montañas nevadas y eternos paisajes volcánicos. No es de extrañar que, por sus características, la torre llegue a divisarse desde incluso a 20 kilómetros de distancia.

De vuelta a pie de calle, y frente por frente a la iglesia, en el centro de la plaza, se yergue la estatua del vikingo Leif Erikson quien, según se defiende por estos lares, alcanzó las costas de América casi cinco siglos antes que Cristóbal Colón.

Una de museos

Museo de Arte
Museo de Arte – Foto de Cristina Fernández

No escatima la capital islandesa en mostrar sus bondades en sus diferentes museos: llaman la atención las numerosas opciones con las que cuentan en la pequeña ciudad. Recoletos, eclécticos y de diversa temática, nada como hacer una ruta para empaparse del lado más cultural de Reikiavik.

¿Qué tal empezar por la Galería Nacional de Islandia? Situada junto al lago Tjörnin, todo un oasis de paz en la capital —sí, más aún— que es además hogar de múltiples ocas, cisnes y charranes árticos, entre sus paredes hallan cobijo innumerables obras que son una muestra clave del arte contemporáneo local.

No demasiado lejos —¿acaso hay algo lejos en esta ciudad?—, en el distrito Reikiavik 101, considerado el epicentro de la vida más cool y animada de la ciudad, se concentran otros museos igualmente populares. Para seguir con el arte plástico como protagonista, nada como optar por el Museo del Arte, que ocupa tres espacios diferentes repartidos por el corazón de la ciudad. Uno de ellos se halla en los antiguos almacenes portuarios en Hafnarjhús. En su interior hay cabida para muestras de artistas tanto locales como internacionales, con especial protagonismo de Erró, referente nacional del pop art. La entrada, que tiene un precio de 2.150 coronas (aproximadamente, 15 euros), permite visitar los tres edificios a lo largo de 24 horas desde la compra.

En la misma calle, a apenas 20 metros, se halla otro de los imperdibles de Reikiavik: el Museo de Fotografía, aunque pequeño en dimensiones, es una oportunidad única de maravillarse con imágenes de la ciudad que demuestran cómo esta ha evolucionado a lo largo de las décadas. Un viaje en el tiempo de la mano de instantáneas con cierta carga histórica, así como contemporáneas, que nos ayudan a entender la capital islandesa desde un contexto artístico, social y cultural.

Para culminar la lista de museos, uno de los más singulares de la isla: la Faloteca Nacional de Islandia sorprende a propios y extraños con la temática de los objetos que —ya puede uno imaginarse— se exponen en él. Abierto en 1997, cuenta con más de 200 penes conservados en formol pertenecientes a prácticamente todas las especies de mamíferos que habitan el país. Entre ellos, diecisiete de gran tamaño correspondientes a ballenas y cetáceos que viven en las costas islandesas. También hay espacio, por supuesto, para un buen puñado de obras de arte con el aparato reproductor masculino como protagonista. ¿La entrada? 2.500 coronas: unos 16,5€.

Harpa

Harpa
Harpa – Foto de Cristina Fernández

No puede faltar en una visita a Reikiavik un paseo relajado bordeando el mar. Será buena idea que te prepares con ropa de abrigo: aquí el viento se hace notar y en Islandia, ya se sabe, es bueno ser prudente en lo que al clima se refiere. Precisamente frente a las aguas Atlántico, que aquí suelen mostrarse bravas, se alza Harpa, que, con su fachada destellante, formada por paneles de cristal cóncavos y convexos con forma hexagonal de múltiples colores, captará tu atención ipso facto: el efecto óptico es espectacular. Esta reputada obra arquitectónica pertenece a Henning Larsen Architects y su diseño fue realizado en colaboración con el aclamado artista danés Olafur Eliasson.

Galardonado en 2013 con el premio Mies van der Rohe, fue levantado con el fin de albergar en su interior todo tipo de eventos culturales y conciertos, así como congresos. También hay espacio, por supuesto, para una amplia oferta de restauración —Hnoss o La Primavera son dos de sus propuestas— y tiendas y galerías de diseño —Rammagerđin cuenta con piezas de artesanos islandeses, mientras que Listval está centrado en el arte en general—. Desde fuera, eso sí, la fachada te hará percibirlo como un fascinante edificio en cuyos espejos se refleja la naturaleza que brota alrededor: las nubes, el mar, las montañas heladas de Islandia… Una parada que no puede faltar en la ruta.

Viajero del Sol

Viajero del Sol
Viajero del Sol – Foto de Cristina Fernández

No tendrás que caminar demasiado para toparte con otro de los monumentos insignes de la capital del país de hielo y fuego: la enorme escultura del artista Jón Gunnar Árnason lleva desde la década de los 80 expuesta frente al mar, con el hermoso telón de fondo que conforman las montañas de picos nevados, para goce de quienes visitan la ciudad o viven en ella. Una figura en acero que recrea el esqueleto de un barco vikingo y que se colocó en este enclave para conmemorar los 200 años de creación de la ciudad y honrar así su tradición marinera.

El Puerto Viejo

Puerto de Reikiavik
Puerto de Reikiavik

Tiene algo de especial este pequeño puerto pesquero, uno de los rincones más pintorescos de la ciudad, donde aquellas casas que un día sirvieron de hogar a marineros y pescadores, hoy se han transformado en restaurantes y bares en los que dar buena cuenta de la gastronomía islandesa. Y todo, claro, en el entorno más espectacular, frente a decenas de barcos que descansan mecidos por las aguas junto al pantalán.

Las fachadas de sus escasos edificios, pintados de un intenso color verde, aparecen en múltiples postales de Reikiavik y no es para menos. Tras inmortalizarlas con tu cámara, no dudes en adentrarte en cualquiera de sus negocios para echarle valor y atreverte con una de esas experiencias únicas que hay que vivir una vez en la vida: catar una de las delicatessen islandesas más aclamadas, el tradicional tiburón fermentado, acompañado, por supuesto, de un chupito de Brennivín, un licor nacional elaborado a partir de pulpa de patata también fermentada. Probablemente el recuerdo te quede en la memoria para siempre… y no precisamente por lo agradable del asunto. Solo te decimos que, coloquialmente, la combinación es conocida como “muerte negra”: ahí queda eso.

En busca de las ballenas

Barco para ver las ballenas

Y ya que estás aquí, te lanzamos otra de esas propuestas que son de cumplimiento obligado en un país como este: del Puerto Viejo parten la mayor parte de excursiones en barco para contemplar cetáceos en libertad en alta mar. Elding fue una de las compañías pioneras en ofrecer este servicio, y lo hace a lo largo y ancho del país. En esta ocasión, el destino será la vecina bahía de Faxaflói, que linda con la propia capital.

Una interesantísima excursión en compañía de los animados y profesionales guía de la empresa, en su mayoría biólogos especializados en el avistamiento de fauna marítima, durante la que recibirás todo tipo de información para convertir la experiencia en uno de esos recuerdos irrepetibles. Una buena idea antes de partir es abrigarte bien —ojo, también tomar alguna pastilla de Biodramina si eres propenso al mareo—: si en tierra firme el frío y el viento, incluso en pleno verano, pueden llegar ser algo molestos, en medio del mar estos se sienten mucho más.

Y una vez zarpe el barco, solo quedará abrir bien los ojos para no perderte ni uno de los momentos clave de la ruta. La suerte siempre será decisiva a la hora de que los cetáceos se dejen ver, pero si está de tu parte, podrás llegar a divisar especies como la ballena jorobada, la minke, las marsopas comunes o los delfines de hocico blanco. ¿La mejor época para que se de bien la aventura? El verano, cuando las condiciones climáticas óptimas se combinan con que los animales arriban a las costas en busca de alimento. Si hay suerte, quizás también los frailecillos y otras aves autóctonas hagan su aparición.

La experiencia, de alrededor de tres horas, tiene un precio aproximado de 85-90€.

Una de aguas termales

Blue Lagoon

Si hay algo que se encuentra absoluta e intrínsicamente relacionado a la cultura islandesa, son sus aguas termales. Que se trate de una isla volcánica con una fuerte actividad geotérmica posee algún que otro riesgo, pero también muchos beneficios, entre ellos, la posibilidad de disfrutar de agradables baños en aguas con infinitas propiedades ubicados al aire libre y en escenarios fascinantes.

Una de las piscinas más recientes abrió sus puertas en verano de 2021 y se encuentra a tan solo unos minutos del centro de Reikiavik, en el puerto de Kársnes, en Kópavogur. Su nombre es Sky Lagoon y ofrece a todo aquel que quiera vivir una experiencia única la posibilidad de disfrutar de un baño en sus cálidas aguas mientras contempla el paisaje inhóspito, pero increíblemente evocador, de Islandia: con una copa de vino blanco en la mano —pues las piscinas exteriores cuentan con un bar dentro del propio agua—, frente a ti disfrutarás del impetuoso Atlántico norte en todo su esplendor.

Una de las formas más completas de vivir esta propuesta es contratando Ritual, una experiencia más profunda de relajación basada en siete pasos que incluye, además de sus piscinas exteriores, el paso por una sauna de inmensos ventanales con vistas al mar, exfoliación a partir de sales naturales, un baño turco y piscinas de agua fría. Para poner la guinda al pastel, nada como una ducha en los modernos vestuarios de sus instalaciones y un almuerzo a base de la deliciosa crema del día en su restaurante interior. Cuentan también con una tienda de productos de belleza elaborados a partir de sales minerales.

Otra opción es optar por unos baños algo más lejanos, situados junto al aeropuerto de Keflavík: el Blue Lagoon lleva décadas siendo la gema de los lujosos baños termales y muchos viajeros aprovechan la última parada en el país en ellos antes de continuar hasta el aeropuerto para regresar a sus países. Un balneario geotermal en otro espectacular enclave: bañarte en sus piscinas exteriores a 40 grados mientras admiras los inmensos campos de lava que se extienden frente a ti no tiene precio.

FlyOver Iceland, la magia de volar

Colgar suspendido frente a una pantalla esférica de 20 metros para sobrevolar los paisajes más increíbles de Islandia sin movernos del lugar. No, no es ninguna fantasía: te hablamos de uno de los últimos añadidos a la lista de actividades que hacer en Reikiavik. FlyOver Iceland utiliza tecnología punta para transmitir a quienes disfrutan de la experiencia la verdadera sensación de volar. Sentirás vértigo, cosquillas en el estómago e incluso nervios: los efectos especiales están ten perfeccionados que llegarás a notar la niebla, el viento, los movimientos y hasta los aromas de los campos islandeses en primavera.

Atravesarás cascadas, rozarás los picos de las montañas, contemplarás fiordos… y disfrutarás al máximo de este emocionante viaje. Uno muy especial. La atracción dura un total de 35 minutos y cuesta 5490 coronas: aproximadamente 37 euros.

Dónde comer en Reikiavik

Restaurante Monkeys
Restaurante Monkeys – Foto de Cristina Fernández

La gastronomía islandesa se halla claramente influenciada por el frío clima del país: con bajas temperaturas durante gran parte del año, y fuertes vientos soplando a menudo en su territorio, no hay duda de que, al sentarse a la mesa, lo que triunfan son los platos calientes: guisos, estofados, cremas y sopas se llevan la palma. Pero también el pescado, claro: es lo que tiene ser una isla. Entre las carnes, eso sí, es el cordero el que se lleva el protagonismo en sus cartas. Aquí va una lista de restaurantes y cafeterías en los que podrás deleitarte con lo mejor de la cocina del país.

Héđinn (Seljavegur, 2): ocupando el antiguo edificio Reikiavik 101, que en el pasado albergó una fábrica de acero, este moderno restaurante de corte vanguardista liderado por los chefs Arl Viggó Vigfússon y Elías Guđmundsson proponen un menú degustación de cinco pases en el que no faltan algunos de sus platos estrella como el exquisito toffee de remolacha, así como recetas elaboradas a partir de bacalao y cordero. ¿Un añadido? Su carta de cócteles, indispensable para vivir una experiencia completa.

Monkeys (Klapparstígur, 28): Te hablamos en esta ocasión de uno de esos restaurantes que más está dando de qué hablar en la capital islandesa. ¿La clave de su éxito? Un diseño de interiores atrevido y desenfadado, buen ambiente, y rica cocina. Tras los fogones, el chef Snorri Sigfússon, que apuesta por un menú degustación de 12 platos inspirado en los sabores nikkei. Una zona aparte alberga la coctelería de Martyn Lourenco, un espacio de lo más peculiar donde un antiguo vagón de tren acapara todas las miradas.

Jörgensen Kitchen & Bar (Laugavegur, 120): Con un local céntrico, bonito y animado, es el perfecto spot para brunchear, parar para almorzar o dedicarte una merecida cena. Entre sus platos, destacan sus sabrosas hamburguesas y sus ensaladas, así como el cordero, el marisco y las sopas.

Reykjavík Röst (Geirsgata, 5): Uno de los pequeños y coquetos restaurantes ubicados en el Puerto Viejo. En su carta encontrarás recetas caseras como el cordero ahumado o sopas de todo tipo. Su sándwich de Salmón ahumado islandés es todo un must.

Hús Máls og Meningar (Laugavegur, 18): Irradia carisma a raudales, y lo entenderás en cuanto cruces su puerta de entrada. Las paredes forradas hasta el último rincón de libros hacen de esta cafetería-centro cultural un lugar con encanto y acogedor del que te costará salir. Una apuesta segura si lo que buscas es, simplemente, picar algo en tu periplo por las calles de Reikiavik: aquí lo que encontrarás serán, sobre todo, sándwiches y bocadillos. Por las tardes-noches, además, suele animarse con música en directo.

Café Rosenberg (Vesturgata): Esta bonita cafetería ofrece pasteles recién horneados, bagels, sopas calentitas, café de especialidad y uno de los espacios más acogedores de la ciudad para relajarse entre visita y visita. Libros en venta y para la lectura de sus clientes, juegos de mesa y una agradable terraza completan la oferta.

Dónde dormir en Reikiavik

Reikiavik
Reikiavik

Que Islandia hace ya años que se puso de moda como destino de naturaleza y paisajes no es nada nuevo, es por ello que Reikiavik, la capital más septentrional del mundo, pronto comenzó a ofrecer una amplia gama de alojamientos para todos los bolsillos y perfiles. Algunos de los que no defraudarán son:

Center Hotels Laugavegur (Laugavegur, 95-99): Bonito, minimalista, sencillo y maravillosamente ubicado. La cadena Center Hotels destaca por estas cualidades, y en este caso cuenta con el punto positivo de hallarse en la calle principal de Reikiavik.

Sand Hotel (Laugaveur, 34): Otra de esas gemas desconocidas de Reikiavik, un coqueto hotel boutique ubicado en la parte trasera de una aún más coqueta panadería. Habitaciones estilosas en las que la historia y lo contemporáneo se abrazan regalando una combinación prácticamente perfecta.

Apotek Hotel (Austurstræti, 16): Ubicado en un edificio levantado en 1917 y diseñado por el arquitecto local —y gran referente nacional— Guđón Samúelsson, la construcción que un día fue sede de la farmacia más importante de la ciudad —y por ende, del país— aloja ahora este pequeño alojamiento boutique de estilo Art Nouveau del que será imposible no enamorarse.

Reykjavik Edition (Austurbakki, 2): Estilo y creatividad son los grandes protagonistas de uno de los hoteles más novedosos y renombrados de la capital isleña, cuyo mobiliario fue diseñado a partir de materiales como el roble, basalto, lava u hormigón. Se halla situado entre Harpa y el Puerto Viejo y cuenta con una increíble azotea y un restaurante gestionado por Gunnar Karl Gíslason, primer chef con Estrella Michelin en la isla.