Seguro que has oído este término en innumerables ocasiones, pero no siempre has sabido explicarlo. No te preocupes, los propios historiadores llevan debatiendo durante décadas sobre la pertinencia de denominar mudéjares a los musulmanes que permanecieron en la península en territorio cristiano tras los avances militares y políticos de los reinos hispánicos medievales.
A continuación, trazamos la historia de esta minoría islámica que vivió en la península entre el siglo XI y su conversión obligada y posterior expulsión en el XVII tratando de sintetizar su evolución histórica, su ubicación geográfica, así como su relación con las comunidades cristianas, sin olvidarnos del arte al que dieron nombre y que es clave en la historia del arte medieval español.
Mudéjares: un término controvertido
La historiadora Ana Echevarría Arsuaga llega a comparar este término con el de “reconquista” cada vez más denostado por su innegable carga ideológica. Pero al contrario que este, “mudéjar” sigue siendo el término aplicado en ámbitos especializados como el propio Simposio Internacional de Mudejarismo, cita clave de los especialistas en el estudio de la cultura de las minorías islámicas peninsulares que se celebra en Teruel desde 1975.
Se trata, por tanto, de un término práctico desde un punto de vista historiográfico porque permite “pensar automáticamente en la minoría musulmana de los reinos cristianos durante los siglos XI y XV”. El problema reside, principalmente, en que los mudéjares no se consideraban como tal, sino musulmanes, miembros de la comunidad islámica descendientes directos de la tradición andalusí.
Sea como fuere, el término mudéjar hace referencia a aquellos musulmanes que permanecieron en territorio conquistado por los cristianos, a los que generalmente se les segregó en barrios denominados morerías y entidades autónomas conocidas como aljamas, pero a los que, en un principio, se les permitió seguir practicando sus costumbres y su religión siendo considerados ciudadanos libres, aunque con un grado variable de discriminación, sobre el que aún siguen debatiendo los historiadores.
Evolución histórica de los mudéjares
Para el historiador Manuel Ruzafa García existen dos grandes hitos en la evolución de la minoría musulmana en los reinos hispánicos. El primero lo marca la conquista de Toledo en 1085 que obliga a las autoridades cristianas a establecer un marco de convivencia entre los diferentes grupos culturales, no solo cristianos y musulmanes, sino también judíos: es el “mito de la convivencia pacífica de las tres religiones” en la Toledo medieval, según cita Ruzaga García.
Se consolidan así los diferentes estatutos que marcan la primera fase de la convivencia de las minorías musulmanas en territorio cristiano, en principio como ciudadanos libres a los que se les reconoce el derecho a practicar sus costumbres a cambio de pagar ciertos tributos. En la práctica, la relación de los mudéjares con los cristianos y su grado de discriminación fue muy diversa dependiendo del reino en el que vivieran, de la etapa histórica, etc.
El segundo hito que marca la historia de los mudéjares se vincula al proceso de conversión de los mismos a moriscos tras la Guerra de Granada: se obliga a los musulmanes a convertirse en cristianos o emigrar. Las razones que impulsan a las élites cristianas a esta progresiva intensificación de la discriminación hacia la minoría musulmana siguen siendo debatidas: desde el peligro turco y el temor a una invasión tomando como base para el desembarco la presencia de musulmanes en la península, hasta la propia influencia de las élites religiosas que habían supuestamente aceptado la imposibilidad de la integración “total” de los musulmanes hispánicos.
Sea como fuere, la conversión forzosa de los mudéjares —que pasaban así a considerarse moriscos— fue el principio del fin. Las revueltas, como la de las Alpujarras, se sucedieron como protesta por la intensificación de la represión y, finalmente, se decretó la expulsión en 1609.
¿Dónde vivieron los mudéjares? ¿Y cuántos eran?
La presencia de mudéjares era muy relevante en la Corona de Aragón, aunque su número total sigue siendo difícil de calcular antes de la aparición de los padrones y la documentación fiscal del siglo XV. De cualquier forma, los historiadores señalan que en la mayoría de las ciudades de la Corona de Aragón se desarrollaron aljamas considerables, siendo la mayor concentración de mudéjares en torno al valle del Ebro: comunidades de campesinos vinculadas a la agricultura de regadío.
Por su parte, en la Corona de Castilla, la comunidad mudéjar era menos relevante formada por pequeñas comunidades de campesinos, además de los grupos de artesanos que también vivieron en aljamas.
¿Cómo fue la convivencia de mudéjares y cristianos?
Sigue siendo el gran debate histórico sobre la cultura mudéjar en los reinos hispánicos. ¿Cuál fue el grado de discriminación de este grupo dependiendo del periodo histórico y de la zona geográfica?
Historiadores como Ruzafa García consideran, al contrario del análisis clásico proveniente de la tradición historiográfica del XIX, que los mudéjares quedaron sometidos y aislados de su referente islámico una vez quedaron bajo el control cristiano, hasta verse convertidos en un grupo subalterno, marginal por tanto, encerrados sobre sí mismos, pero insertos y protegidos por un estatuto diferenciado y articular como garantía de su identidad grupal y defensa, aunque bastante limitada, de su propia idiosincrasia islámica, para ser finalmente excluidos: “fueron siempre los bárbaros «infieles», los otros ajenos a nuestra propia identidad como sociedad”.
Por su parte, Echevarría Arsuaga considera que la “presunta marginalidad de los mudéjares no parece tampoco muy apropiada como calificativo, en el contexto histórico que nos ocupa (…) teniendo en cuenta que se trata de comunidades organizadas, reconocidas por el poder político, y con un papel político activo en el desarrollo de la vida local (…) El grado de marginalidad vendría determinado también por la situación socioeconómica, y el origen de los mudéjares al situarse bajo dominio cristiano (…) No se trata de minorías, sino de mayorías sobre las que se impone una superestructura cristiana”.
En este sentido, la historiadora apunta que “las redes de solidaridad creadas entre las élites de cualquier tipo que sean, muchas veces son más firmes que las establecidas entre correligionarios de distintos estratos sociales, cuyos únicos vínculos son la práctica de una misma religión, y la residencia en un mismo lugar”.
¿A qué se dedicaban los mudéjares? ¿Y la mujer mudéjar?
Además del comercio, la medicina, la propiedad y gestión de tierras o negocios, se considera que el entramado social y económico de la sociedad mudéjar era de gran complejidad, más de lo que la historiografía tradicional ha señalado: agricultores y artesanos.
Se ha empezado a dibujar una clase media con cargos y poder en ciudades con aljamas de segundo rango como Ávila o Valladolid, además de grandes comerciantes y alcaldes mayores, sin olvidarnos de la figura del alfaquí, máxima referencia de la legalidad islámica y depositario de la representación legal de la comunidad siendo, además, los referentes intelectuales de su cultura.
Así mismo, los estudios más recientes también se ocupan del papel de la mujer en la sociedad mudéjar con una especialización como parteras y desempeñando labores profesionales como médicas, además de participar en cofradías con titularidad propia lo que explicaría su aparente libertad de acción.
El arte mudéjar
Mención aparte merece el arte mudéjar, ese estilo fundamental para entender la historia del arte medieval en la península ibérica y que tanta influencia ha tenido, incluso en la arquitectura contemporánea. De hecho, podemos afirmar que el éxito del término “mudéjar” proviene de su asociación a este estilo definido como hispano-musulmán derivado de la convivencia entre culturas durante siglos y que apenas tiene parangón en Europa.
La combinación de la influencia musulmana en el uso de ciertos elementos decorativos y arquitectónicos y de materiales blandos como el ladrillo, el yeso, la cerámica o la madera, que facilitaba esta profusión decorativa, con los estilos cristianos, como el románico, el gótico o el renacentista, da lugar a obras tan representativas como el Palacio de la Aljafería de Zaragoza, Santa María la Blanca o la Sinagoga del Tránsito de Toledo, el Alcázar de Sevilla o la Torre del Salvador en Teruel, sin olvidarnos de su influencia en el modernismo y los historicismos.
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