¿Cómo es posible que 210 personas, incluyendo niños, fueran quemadas en una hoguera por mantener una creencia? ¿Y cómo es posible que ese grupo de fieles prefiriese la hoguera, rechazase el perdón, a cambio de abandonar su hogar… y su fe?
Es el capítulo final y más trágico de la historia de los cátaros, un movimiento religioso cristiano considerado herético por la Iglesia católica que se desarrolló con fuerza en la Occitania francesa desde el siglo XI hasta el siglo XIII en el que fue aniquilado por una cruzada papal, siendo influido por otros movimientos llegados de Oriente como los paulicianos (Armenia) y los bogomilos (Bulgaria). A continuación, recorremos algunos de los lugares más relevantes vinculados al catarismo desgranando su legado cultural.
Castillo de Montsegur
Mayo de 1243. La montaña de Pog, a más de 1200 metros de altura, es uno de los últimos bastiones de los cátaros en el sureste de Francia. Tras la derrota de Muret en 1213 —batalla clave de la cruzada albigense contra los cátaros—, el obispo cátaro Guilhabert de Castres se refugia en el castillo de Montsegur, a 100 kilómetros al sur.
Teóricamente, la guerra había terminado tras el tratado de París de 1229 en el que el rey de Francia desposeyó a la Casa de Tolosa de buena parte de sus posesiones y su independencia. La Casa de Tolosa llevaba décadas vinculada al catarismo teniendo en su escudo la denominada cruz de los cátaros que también es el símbolo de varios territorios asociados a Occitania como el Languedoc o el Valle de Arán en España.
Pese a todo, la Inquisición, fundada pocas décadas antes en el propio Languedoc justamente para combatir esta herejía, quería aniquilar por completo el catarismo para evitar una posible expansión, ordenando al arzobispo de Narbona el final del bastión de Montsegur. Tras varios meses de asedio, en marzo de 1244, 210 personas fueron quemadas en una hoguera a los pies del castillo. Fue el dramático final del movimiento, a pesar de que algunos cátaros aún resistieron en Quéribus.
Castillo de Peyrepertuse
Nos vamos 100 kilómetros al este para conocer dos de los castillos más imponentes del movimiento cátaro. El primero de ellos sobre la montaña de Corbières a 800 metros de altura.
Porque, durante muchas décadas, el catarismo se mantuvo dominante en buena parte de la Occitania francesa, siendo seguido tanto por las clases populares como por los nobles y contando con su propia iglesia dirigida por obispos. Es decir, los cátaros no tuvieron que esconderse durante mucho tiempo ya que estaban bajo la protección de los nobles de la zona.
Para muchos, la fortaleza cátara más impresionante (y candidata a Patrimonio de la Unesco entre los castillos centinela de Carcasona), este castillo cuyas paredes verticales alcanzan los 80 metros fue dominado por Guillem de Peyrepertuse hasta 1240, en el que fue sometido pasando su castillo a posesión real y siendo modificado: se introdujo una torre y una escalera, además de una nueva fortificación.
Castillo de Quéribus
A 10 kilómetros al sureste se alza este castillo que se comunicaba con Peyrepertuse a través de señales, formando parte de la misma línea defensiva. Cuando a mediados del siglo XII se forma la Corona de Aragón, Quéribus es una de las primeras fortalezas barcelonesas al norte de los Pirineos, siendo posteriormente uno de los últimos castillos en acoger huidos cátaros tras la caída de Montsegur. Es el epílogo del catarismo: con la caída de Quéribus, la cruzada albigense se da por concluida.
Minerve
Es hora de dejar los castillos y visitar alguno de los pueblos más importantes vinculados al movimiento, caso de Minerve en el departamento de Hérault. Tal es su fama que incluye el sello de calidad de Los pueblos más bellos de Francia.
Y es que sus casitas al borde de los ríos Brian y Cesse, los puentes, las murallas y los restos de su fortaleza ofrecen al viajero ese aire medieval tan nostálgico. Pero que no lleve a engaño esta estampa idílica: el 22 de julio de 1210, 150 cátaros fueron quemados en una gigantesca hoguera tras negarse a abjurar de su fe. Fue la primera hoguera colectiva de la cruzada albigense.
Castillos de Lastours
A 40 kilómetros al oeste de Minerve regresamos a los castillos de la mano de Lastours, donde se ubican hasta cuatro castillos cátaros que forman un conjunto de defensa común. Los señores de Cabaret, titulares de los castillos, se adscribieron al catarismo y se enfrentaron a Simón de Montfort a partir de 1209, uno de los azotes del movimiento, reconocido por sus “terribles mutilaciones, el descuartizamiento en vivo y el despedazamiento de cuerpos”, como señalaron las fuentes. Montfort, autoproclamado conde Tolosa, fue finalmente muerto en 1218 en el propio asedio de Tolosa mientras que Lastours cae en 1229.
Carcasona
Popular por ser uno de los pueblos medievales más visitados de Europa, Carcasona no deja de ser una recreación de lo que pudo ser gracias a la restauración de Viollet-Le-Duc, acérrimo medievalista cuyas restauraciones interpretativas o artísticos son consideradas superadas hoy en día por la arqueología y la arquitectura, por su supuesta falta de autenticidad.
Sea como fuere, Carcasona debe ser una parada de esta ruta ya que fue durante décadas feudo cátaro hasta que nuestro “amigo” Simón de Montfort se pasó por aquí en 1209, pasando a control del rey en 1247.
Albi
Nuestra ruta cátara debe terminar en Albi, la ciudad del Tarn, que también dio nombre al movimiento y a la cruzada albigense contra sus protagonistas. Declarada Patrimonio de la Humanidad en 2010, Albi es una joya definida por su Catedral y por el Palacio de la Berbie. ¿Y por qué se llamaron albigenses a los cátaros? Se dice que el primer obispo cátaro fue de Albi y que desde aquí fluyó el movimiento a partir del siglo XII hacia otros rincones de la Occitania.
Y, a todo esto, ¿qué defendían los cátaros para ser tan vilipendiados por la Iglesia católica? Como otros movimientos alternativos cristianos, los cátaros aspiraban a una interpretación más pura del Evangelio, defendiendo al escetismo y el rechazo del mundo material como manifestación de lo demoniaco.
Pero, el principal problema, por supuesto, no era su mayor o menor heterodoxia cristiana, sino el hecho de que fuese considerado una amenaza política para el papado que siempre manejó con mano dura cualquier disidencia, temerosos de que su poder (terrenal) fuese puesto en duda. Y no encontraron mejor forma de acabar con los aguerridos cátaros, tras décadas de tanteos más o menos agresivos, que optar por la cruzada que finalizó tras un siglo de persecuciones en la horrible hoguera de Montsegur.
Únete a la conversación