No es coincidencia que Concha Méndez, una de las Sinsombrero que narra la anécdota que da nombre al grupo, naciera en 1898, fecha que marca un antes y un después en la historia de España y que dio nombre a la generación precedente, pero que también define a la generación del 27 a la que pertenecieron junto a compañeros como Lorca o Alberti.
“Íbamos muy bien vestidas, pero sin sombrero, a caminar por el Paseo de la Castellana. De haber llevado sombrero, decía Maruja (Mallo), hubiera sido un globo de gas (…) El caso es que el sinsombrerismo despertaba murmullos en la ciudad”.
Y algo más que murmullos según la propia Maruja Mallo: “Atravesando la Puerta del Sol nos apedrearon llamándonos de todo (…) ahhh, nos llamaron maricones por no llevar sombrero, se comprende que Madrid vio en eso como un gesto rebelde y, por otro lado, narcisista”.
Un paseo por el Madrid de las Sinsombrero
Y qué mejor que arrancar en la propia Puerta del Sol esta ruta recordando a aquel grupo de mujeres artistas que a partir de 1920 y hasta el estallido de la Guerra Civil se convirtió en una referencia intelectual de la ciudad. Porque los locos años 20 en Madrid no eran tan locos, si un gesto tan aparentemente intrascendente como quitarse el sombrero era motivo de insulto y burla.
Pero Margarita Manso, Marga Gil, María Zambrano, Rosa Chacel o la propia Maruja Mallo, entre otras, eran conscientes de que el mundo debía cambiar, incluso en plena dictadura, y había que empezar con gestos que marcaran distancia con el pasado: la mujer era algo más que madre y esposa, podía ser líder, artista, intelectual… quitándose el sombrero para “descongestionar esas ideas” modernas, subversivas y mordaces que caracterizarían buena parte de la actividad intelectual y artística del grupo.
Residencia de Señoritas
¿Y dónde empezó a fraguarse esta nueva actitud de las mujeres más jóvenes del Madrid de principios de siglo XX? Primero, en la Residencia de Señoritas, el primer centro oficial que fomentó la formación de mujeres en la enseñanza superior. Fue inaugurada en 1915 siendo dirigida hasta el verano bélico de 1936 por la pedagoga y humanista María de Maeztu.
A un paso del Paseo de la Castellana, en el barrio de Almagro, nos vamos al número 53 de la calle Fortuny donde actualmente se ubica la Fundación Ortega-Marañón que conserva el Archivo original de la Residencia de Señoritas para recordar esta innovadora institución que sirvió de formación a la generación sinsombrerista: Maruja Mallo, María Zambrano o Rosa Chacel pasaron por aquí, como también lo hicieron Victoria Kent, Zenobia Camprubí, María Moliner, Gabriela Mistral, María Montessori o Marie Curie.
Revista de Occidente
Sin movernos de la calle Fortuny 53 debemos hablar de otro lugar de encuentro de las Sinsombrero que les sirvió para difundir su obra, especialmente en el caso de las escritoras del grupo. La Revista de Occidente fundada por el propio Ortega y Gasset. La vallisoletana Rosa Chacel, también nacida en 1898, fue una de las que publicó en la revista. Y Maruja Mallo llegó a diseñar un homenaje a la revista con varias litografías y un collage en 1979.
El Lyceum Club Femenino
Otro lugar que debemos visitar y que fue fundamental en la configuración de la generación sinsombrerista es el edificio que albergó el Lyceum Club Femenino, un espacio para “adelantar el reloj de España” como dijo María Teresa León, la escritora riojana que fue pareja de Rafael Alberti.
El Lyceum fue “la primera organización cultural y laica, creada por y para las mujeres en 1926, que luchó por la igualdad social y jurídica de su género” según señala la web actual que recupera la memoria de la institución. Ernestina de Champourcin, Concha Méndez o Maruja Mallo fueron algunas de las socias Sinsombrero. Una placa conmemorativa en la Casa de las Siete Chimeneas en la Plaza del Rey en Chueca recuerda este lugar que también recibió a otras mujeres insignes como Clara Campoamor o la propia María de Maeztu.
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
De nuevo en el entorno de la Puerta del Sol, pasamos por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la que coinciden Rosa Chacel, Maruja Mallo y Margarita Manso. Y es que las artes plásticas también fueron una actividad muy relevante entre la generación sinsombrerista.
Con sede en el palacio de Goyeneche, por esta academia pasaron varios de los artistas más importantes de España desde su inauguración en 1752. Para Mallo, Manso y compañía supuso un acicate más para continuar cimentando su carrera profesional.
Museo Reina Sofía
Mención aparte merece Maruja Mallo, seudónimo de la pintora gallega Ana María Gómez González, uno de los miembros más activos de las Sinsombrero cuya obra trascendió aquella etapa hasta convertirse en toda una referencia de la pintura de su generación.
La mejor forma de conocer la obra de Mallo es acercarse al Museo Reina Sofía donde podremos disfrutar de obras más que populares como La Verbena, Antro de fósiles, Tierra y excrementos o Canto de las espigas.
Fue en la propia sede de la Revista de Occidente cuando, en 1928, la joven pintora Maruja Mallo de 26 años se presenta en sociedad con cuatro óleos dedicados a las fiestas madrileñas entre las que se encontraba La verbena.
Biblioteca María Zambrano
Son muchos los recuerdos de María Zambrano en toda España, empezando por la fundación que lleva su nombre en Vélez-Málaga, su localidad natal, pero ya que estamos en Madrid podemos pasarnos por la Biblioteca María Zambrano cerca de Plaza de Castilla, un buen lugar para recordar a una de las grandes intelectuales españolas del siglo XX. O por la ‘otra’ biblioteca que lleva su nombre en la Complutense.
Porque además de quitarse el sombrero, Zambrano escribió algunas de las obras más profundas y complejas de su generación marcadas por un extraordinario conocimiento de la filosofía: España, sueño y verdad, Hacia un saber sobre el alma o Filosofía y poesía son algunas de sus obras más recordadas que le valieron, tras la vuelta del exilio, el Premio Cervantes y el Príncipe de Asturias.
La Puerta del Sol
Y terminamos donde empezamos, en la Puerta del Sol, allí donde un grupo de mujeres acompañadas de un tal Federico García Lorca decidieron romper con los convencionalismos de la época y lanzar el sombrero el aire. “La gente pensaba que éramos totalmente inmorales, como si no lleváramos ropa, y poco faltó para que nos atacaran por la calle”.
Aquel gesto inspirado en “la premisa de liberar las ideas oprimidas bajo el sombrero, sentó un precedente para ese grupo de intelectuales que trataban de desidentificarse de la burguesía, trasgrediendo los convencionalismos tanto en lo personal como en lo profesional” como señalaba la exposición del Reina Sofía Las mujeres durante la II República: Las modernas.
Hoy, paseando por la recién remodelada Puerta del Sol, todos nos creemos muy modernos y subversivos como aquellas mujeres, pero a diferencia de ellas no sabemos qué sombrero nos tenemos que quitar (o poner) para romper con los convencionalismos de nuestra época. Que también los tiene… y muchos.
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