El 5 de abril de 1722, día de Pascua, el explorador neerlandés Jakob Roggeveen se convierte en el primer navegante occidental en avistar Rapa Nui, una isla de 163 kilómetros cuadrados —aproximadamente el doble de Formentera— a 3800 kilómetros de la costa oeste sudamericana.
150 años después de la llegada de Roggeveen, una flota de ocho barcos capitaneada por el pirata y esclavista español Joan Maristany parte de Callao en Perú rumbo a Isla de Pascua. ¿Objetivo? Llevar a cualquier precio a los isleños de Rapa Nui a trabajar como esclavos en las plantaciones de Perú. Más de la mitad de los habitantes de Rapa Nui murieron o desaparecieron como consecuencia de aquel episodio: fue la ruina de una civilización, la tragedia de isla de Pascua.
El origen de Isla de Pascua
Los debates en torno a la formación de la cultura rapanui llevan apasionando a los historiadores y antropólogos desde hace muchas décadas. Según buena parte de los investigadores, los primeros pobladores se asentaron en Rapa Nui en torno al 400-500 d.C. procedentes de las Marquesas, de las Gambier, o de ambas, situadas a miles de kilómetros al noroeste.
Los isleños del Pacífico, extraordinarios navegantes, eran capaces de odiseas como esta, especialmente cuando la situación en sus respectivas islas obligaba a la migración, ya fuese por falta de recursos y/o enfrentamientos bélicos. Las tradicionales locales apuntan a una o dos migraciones más de polinesios cuando se establecería el culto al hombre pájaro que honraba al dios creador Make-Make, uno de los ritos que cohesionaba a los habitantes de la isla.
No obstante, y pese a que las investigaciones genéticas y antropológicas apuntan a un origen polinesio de los primeros habitantes de Isla de Pascua, algunos estudiosos, caso de Thor Heyerdahl, apuntan en la otra dirección: serían los indígenas americanos los primeros en llegar a Rapa Nui.
Isla de Pascua: esclavos en el paraíso
La vida en Rapa Nui nunca fue sencilla, pero al menos los occidentales que se lanzaron desde el siglo XVI a ‘descubrir’ las tierras del Pacífico no prestaron mucha atención a aquella isla en medio de ninguna parte. Tal vez si hubieran llegado antes, habrían dado media vuelta: entre los siglos XV y XVIII una serie de desgraciados acontecimientos —deforestación, falta de recursos, superpoblación, guerras o canibalismo— provocaron una considerable crisis económica y social.
Tras la llegada de Roggeveen, otros navegantes como el británico James Cook o el español Felipe González de Ahedo arriban en la isla. Esta expedición es la primera en la que se documenta parte de la cultura rapanui, apareciendo los primeros dibujos de los legendarios moais además de los símbolos rongo rongo, una de las pocas lenguas polinesias que permanecen sin descifrar.
Cuando el pirata y esclavista catalán Joan Maristany llega a Isla de Pascua en 1862, se estima que la población de la isla —según datos del especialista H.E. Maude en su obra Slavers in Paradise— era de 4126 personas. En dos años se produce un descenso demográfico del 60%: más de 2000 isleños mueren, desaparecen o emigran forzosamente. ¿Qué pasó en Isla de Pascua entre 1862 y 1864?
La esclavitud fue abolida oficialmente en 1854 en Perú, pero las extensas plantaciones de azúcar, algodón, uvas o cereales necesitaban mano de obra (barata) para permanecer rentables. Entonces se miró al oeste, una vez prohibida el tráfico de esclavos africanos. Primero llegaron los chinos… y después los isleños del Pacífico.
A pesar de la abolición de la esclavitud y que potencias europeas como Francia y Gran Bretaña habían mostrado institucionalmente su repulsa al tráfico de esclavos —aunque en años anteriores habían mirado a otro lado o se habían beneficiado directamente de esas prácticas—, el gobierno de Perú es presionado por poderosos hacendados con influencias gubernamentales hasta instaurar una suerte de ‘inmigración voluntaria’: un eufemismo para camuflar un moderno sistema de esclavitud.
Según los historiadores, entre los que está el propio H.E. Maude o el antropólogo de Harvard Douglas L. Oliver, la empresa peruana de reclutamiento llegó a ‘reclutar’ a 3634 isleños polinesios entre junio de 1862 y agosto de 1863 a través de contratos voluntarios de dudosa legalidad, pero también secuestro —los isleños subían al barco para conseguir obsequios y la nave zarpaba con ellos dentro— o directamente eran capturados por la fuerza en tierra.
En este contexto, surge la figura de Joan Maristany y sus 8 barcos que partieron en diciembre de 1862 de Callao. Cuando llegaron a Isla de Pascua, no se detuvieron a ofrecer explicaciones contractuales: atrajeron a los isleños a la costa con la táctica de la chaquira —mostrar objetos brillantes y bagatelas— y cuando tuvieron a suficientes indígenas a tiro desenfundaron sus revólveres y rifles.
Diversos isleños murieron a tiros, y más de 1400 fueron subidos a bordo en contra de su voluntad. No contentos con ello, la expedición española a sueldo de la empresa de reclutamiento peruana incendió decenas de casas.
Irónicamente, la masacre perpetrada por Maristany y su siniestra flota no tuvo éxito económico: buena parte de los isleños secuestrados murieron a bordo y los pocos que llegaron a Perú estaban tan enfermos que no podían trabajar. Cuando quince reclutados volvieron a Rapa Nui meses más tarde contagiaron la viruela a sus compatriotas muriendo otros 1000 isleños más, problema este —el de las enfermedades occidentales importadas— que causó estragos durante siglos en las tierras ‘descubiertas’ por los exploradores.
El antropólogo suizo y referente de los derechos humanos Alfred Métraux definió la tragedia de Isla de Pascua en los siguientes términos: “se trastocó el modo de vida tradicional generando un estado de anarquía y confusión (…) Cuando en 1864 llegaron misioneros occidentales a la isla, se sorprendieron al ver que los nativos desconocían su pasado. Solo hallaron las ruinas de una civilización”.
Isla de Pascua tras la tragedia
Según un censo posterior, en 1892 solo quedaban 101 rapanui vivos, de los cuales 12 eran hombres adultos. 30 años más tarde del terrible viaje de Juan Maristany —que murió 48 años después en su casa de El Masnou en Barcelona ajeno a las consecuencias de su masacre al otro lado del mundo— Chile consiguió firmar un polémico tratado con los indígenas de Rapa Nui que aludía, principalmente, a la propiedad de la tierra. La esclavitud había terminado, pero no el dominio por parte de extranjeros.
No sería hasta 1966 cuando los rapanuis se convirtieron en ciudadanos de pleno derecho recuperando parcialmente algunas de sus milenarias tradiciones: y es que, hasta esa fecha, solo se enseñaba español en las escuelas, rechazando la investigación de sus raíces culturales.
Desde entonces, se ha producido un lento avance en el respeto de la cultura rapanui y de su autogobierno que ha corrido paralelo a la explosión del turismo: la leyenda de los moais obnubila a los viajeros, muchos de los cuales ignoran la terrible historia que ocultan esos cientos de monolitos pétreos que dominan las verdes praderas de Rapa Nui.
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