Hubo un tiempo en el que, para los aficionados españoles al ciclismo, solo existía el Tour de Francia y el término “clásica” sonaba a cine o a música. Pero con el tiempo hemos ido aprendiendo que en primavera existe “otro” ciclismo en el que no cuenta la general ni la pendiente de los puertos, donde no hay Alpes ni Pirineos, pero que puede ser más espectacular, si cabe, que las subidas a Tourmalet, Galibier y compañía.
Y si hay un lugar en Europa en el que saben de clásicas de primavera, ese es Flandes, la región septentrional de Bélgica en la que las dos ruedas son mucho más que una forma de transporte: es un modo de vida, una fiebre que alcanza su máxima temperatura en el Oude Kwaremont cuando llega De Ronde y los aficionados flandriens se vuelven locos vitoreando (cerveza en mano) a los ciclistas que trituran los adoquines con sus pedaladas.
De Gante a Oudenaarde, las clásicas de la primavera en Flandes
El pasado 24 de febrero tuvo lugar el fin de semana de apertura oficial de la temporada de ciclismo en Europa con la celebración de la primera gran clásica flamenca. Como cada año, es la Omloop Het Nieuwsblad la encargada de abrir fuego sobre los adoquines belgas con un recorrido de 200 kilómetros entre Gante, capital histórica de Flandes, y Ninove en Flandes Oriental.
Bien es cierto que aún no estamos estrictamente en primavera, pero ya se va calentando motores para los platos fuertes que llegan a finales del mes siguiente empezando por The Minerva Classic Brugge-De Panne que une la capital del Flandes Occidental, la provincia más al oeste de Flandes, con De Panne, la turística localidad costera del Mar del Norte.
Y aquí ya empieza lo gordo porque dos días después tiene lugar la E3 Harelbeke Saxo Classic, que lleva el nombre de su último patrocinador, pero que ya suma 66 ediciones. Se trata de un durísimo circuito de más de 200 kilómetros con salida y llegada en la localidad del Flandes Occidental que incluye pasos por emblemas del ciclismo mundial como el Paterberg, el Kapelleberg o el propio Oude Kwaremont.
Sin descanso llegamos a otro mito de las clásicas belgas, la Gante-Wevelgem, una larga clásica que no alcanza la categoría de “monumento”, pero casi. No es tan dura como De Ronde pero ofrece siempre espectáculo, generalmente con un sprint reducido que decide al ganador en las calles de Wevelgem, también en Flandes Occidental.
Y como aperitivo al momento más esperado de la primavera flamenca, A través de Flandes, una clásica más corta que sale de Roeselare, al norte de Roubaix en Francia (que acoge el final el infierno del norte que transcurre por carreteras francesas y que es el gran monumento de la primavera gala) para llegar a Waregem, cerca ya de Oudenaarde, final de De Ronde.
Ronde van Vlaanderen, el Tour de Flandes
Este año, el aquí llamado Tour de Flandes, se celebra el último día del mes de marzo, siendo el punto culminante de la primavera del ciclismo flamenco desde hace ya más de un siglo. Porque De Ronde lleva 108 ediciones desde que se celebró por vez primera en 1913. Desde entonces solo se vio interrumpida por la I Guerra Mundial. Ni el Covid pudo con ella, como si pudo con su hermana, la París-Roubaix.
Y es que son muchos los ciclistas que ansían y temen por igual esta carrera por su legendaria dureza que supera para algunos al propio infierno del norte que se celebra al fin de semana siguiente. Y es que a los 271 kilómetros de la clásica hay que sumar los muros de pavé que convierten la carrera en una verdadera agonía para los profesionales y un espectáculo único en el calendario para los aficionados.
En los últimos años, los organizadores han dado una vuelta de tuerca al aspecto más lúdico y turístico de la prueba colocando hasta gradas y palcos VIPs para aquellos que quieran pagar entrada y no darse codazos para asomar la cabeza y ver pasar a los Van der Poel, Van Aert y compañía.
Sea como fuere, lo veas desde arriba o a pie de adoquín, De Ronde es el no va más de las clásicas de la primavera flamenca, la máxima celebración de un deporte que en Bélgica y en su vecina Países Bajos alcanza categoría de deporte nacional.
A golpe de pedal en Flandes
Pero más allá de las citas para profesionales y aficionados de la primavera flamenca, durante el resto del año esta región belga sigue recibiendo con los brazos abiertos a los amantes de las dos ruedas, conscientes del atractivo turístico que supone combinar ciclismo, historia y cultura en los tiempos que corren en los que este deporte sigue ganando adeptos.
Ahí está, por ejemplo, el conocido como Desafío para Flandriens, un verdadero reto para “globeros” que quieran imitar a sus ídolos sobre el pavé flamenco: siguiendo las indicaciones de la app Strava, se deben recorrer 59 tramos de bergs y cobbles (colinas y adoquines) en 72 horas. Si lo logras te hacen una piedra personalizada en el muro de la fama del Centro Ronde van Vlaanderen en Oudenaarde: recuerda que los ganadores de la vecina París-Roubaix se llevan el mítico adoquín que el año pasado celebró Van der Poel.
No es este el único desafío ciclista en Flandes, ya que las autoridades de la región han diseñado todo un mapa de “clásicas” para aficionados: son las nueve rutas ciclistas icónicas que giran cada una de ellas en torno a una temática: desde la ruta de las ciudades del arte entre Ostende y Bruselas de 352 kilómetros a la Ruta del Frente de la Gran Guerra que recuerda cómo la I Guerra Mundial convirtió este lugar en un infierno… pero de verdad.
Ya para terminar nuestro viaje por los adoquines flamencos, imposible no nombrar al señor Eddy Merckx, el mito viviente del ciclismo belga, el caníbal que tan pronto ganaba el Tour de Francia como arrancaba en la cima del Oude Kwaremont, como su heredero Tadej Pogaçar, que no es flamenco, sino esloveno, pero ya ha hecho disfrutar a los aficionados como si lo fuera, porque, por suerte, este no es un deporte de banderas ni forofos: aquí se aplaude al último y al primero, sin importar el color de su maillot.
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