La villa de Potes es el destino más visitado del valle de Liébana. Y cuando se visita se comprenden los motivos para tal flujo de turistas. Porque el hecho es que Potes es uno de esos sitios objetivamente hermosos y atractivos. Tanto por su casco histórico como por su entorno natural, así como por su variada oferta de servicios, tanto de alojamiento como de restauración o de actividades turísticas con paseos a caballo o variadas excursiones.
Cómo llegar a Potes
La localidad cántabra tiene atractivo incluso el camino para llegar hasta ella. Para llegar a Potes hay que recorrer el Desfiladero de la Hermida, un largo paso entre montañas de más de 20 kilómetros. Un trayecto creado por la erosión milenaria del río Deva, capaz de esculpir un cañón flanqueado por vertiginosos roquedos.
Lo habitual es recorrer este Desfiladero de la Hermida en coche y aprovechar la excursión a Potes para visitar el pueblo de Piñeres, donde está el mirador de Santa Catalina, un lugar perfecto para contemplar este paisaje único que tiene como fondo los Picos de Europa. No obstante, si lo tuyo es la aventura también puedes atreverte a hacer por la zona la vía ferrata de la Hermida. ¡Espectacular!
Qué ver en Potes
No está nada mal el acceso hasta Potes. Y eso solo es el comienzo. Luego nos espera una población ubicada entre cuatro valles, y donde confluyen el citado río Deva y el Quiviesa. Un sitio estupendo para hacer diferentes excursiones por el entorno, algunas tan demandadas como subir en el funicular de Fuente Dé. Pero de momento vamos a disfrutar de todo lo que hay que ver en Potes, uno de los pueblos más bonitos de Cantabria.
Torre del Infantado
Tal vez el monumento más señalado de Potes sea su Torre del Infantado, cuyos orígenes se remontan al siglo XIV. Una construcción que ha sido fortaleza, residencia y también prisión. Sin embargo hoy es un espacio municipal y en su interior acoge una singular exposición sobre el Beato de Liébana, un monje que elaboró algunos de los primeros manuscritos que se hicieron en los scriptoriums de los monasterios cántabros.
Iglesia de San Vicente
A escasa distancia de la Torre del Infantado se encuentra la iglesia de San Vicente, la cual también se comenzó a construir en el siglo XIV. Pero como creció tanto, sus obras se ampliaron hasta el siglo XIX. Por ello acumula un variado registro de estilos, y sobre todo en su interior se pueden ver varias obras interesantes, como el cuadro de la Conversión de San Pablo o el retablo del San Raimundo.
Y es que este santo tiene gran predicamento en Potes, de hecho en el centro de la población también se puede ver el claustro de un antiguo convento en su honor. Eso y una interesante fachada barroca es lo único que queda, pero en su momento fue una gran construcción de Potes.
Puentes de Potes
En una población donde confluyen los barrancos de dos ríos, los puentes son una parte importante de su urbanismo. Potes sería distinto sin su conjunto de puentes históricos. Están el de San Cayetano, el Puente Nuevo y el de la Cárcel. A cual mejor integrado en el paisaje urbano y natural. Por cierto desde el Puente de San Cayetano se puede bajar gracias a unas escaleras hasta el propio río, y ahí empezar un agradable paseo por la senda fluvial. Son solo un par de kilómetros y es un verdadero placer recorrerla.
En el centro de Potes
También es un deleite recorrer el casco histórico de Potes, un conjunto de callejas y plazas muy agradables. Destaca la Plaza del Capitán Palacios, en cuyos soportales se acumulan las terrazas y también las tiendas de recuerdos. Por cierto, imposible resistirse a llevarse de ahí un buen tarro de miel de Liébana o algún queso Picón.
Y tras eso hay que seguir caminando por las calles empedradas del Barrio de la Solana, donde hay un enorme repertorio de casas solariegas. Lo mejor es dejarse llevar e ir pasando de una calle a otra, hacer un sinfín de fotos, y un cuando uno se cansa sentarse en alguno de los restaurantes a darse un homenaje.
Subir al Monasterio de Santo Toribio de Liébana
Al fin y al cabo esa comilona se puede rebajar con la posterior subida hasta el Monasterio de Santo Toribio. Son solo dos kilómetros de camino. Pero merece la pena descubrir ese lugar donde trabajo el Beato de Liébana donde vivió el monje del que hablábamos al principio. Y como colofón se puede alargar el paseo hasta el Mirador de San Miguel.
Este es un lugar fantástico para contemplar en toda su plenitud la belleza del valle de Liébana. Un rincón de los paisajes más hermosos de Cantabria y donde la visita a la monumental villa de Potes está mucho más que justificada. ¡Es imprescindible!
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