Érase una vez un pueblo de casitas de colores amarradas a las colinas de la costa amalfitana, un pueblo no apto para viajeros con vértigo ni con alergia a las escaleras. Desafiando las crisis económicas que azotaban la Italia rural periódicamente, la vida transcurría serena y apacible tejiendo redes de pesca y paladeando limoncello.
Pero un buen día un futuro Premio Nobel decidió romper el hechizo publicando un ensayo sobre este pueblito en la revista para sofisticados estadounidenses Harper’s Bazaar. “Positano hiere profundamente, un lugar de ensueño que no es del todo real cuando estás allí y que se convierte en un recuerdo muy real cuando te vas”.
Aquel premio Nobel era John Steinbeck —el de Al este del edén o Las uvas de la ira— y el pueblo que puso en el mapa se llamaba Positano, la joya de la costa amalfitana, uno de los pueblos más hermosos (y visitados) de la costa del Tirreno italiano. Vente con nosotros a descubrir este trocito de paraíso de la península sorrentina.
Positano antes de Steinbeck
Mucho antes de que Mick Jagger y Keith Richards escribieran aquí una canción y de que sus calles y casas aparecieran en Bajo el sol de la Toscana, el entorno de Positano ya estaba habitado por recolectores y cazadores que se movían como peces en el agua por las grutas de las colinas costeras sorrentinas, algunas de las cuales aún se pueden visitar, como la famosa Grotta dello Smeraldo, a diez kilómetros al este de Positano, camino de Amalfi.
Los primeros “turistas” llegan en época imperial romana cuando se construyen las primeras villas en la costa de la península de Sorrento. Cuentan que aquellos opulentos patricios aprovechaban cualquier espacio recóndito de la salvaje costa amalfitana —incluso las rocas costeras— para edificar sus mansiones: la cuestión era estar lo más cerca posible de las sirenas que, se suponía, vivían en la zona como había sugerido el historiador Estrabón. Las excavaciones arqueológicas en el entorno dieron lugar a diversos descubrimientos que ahora son custodiados en el MAR, Museo Arqueológico Romano de Positano.
Si bien Positano fue un puerto medieval de la antigua República de Amalfi y prosperó durante los siglos XVI y XVII siendo necesaria la defensa frente a los piratas, lo cierto es que desde la segunda mitad del XIX vive una época de decadencia con muchos positanesi emigrando a América. Hasta que llega el ensayo de Steinbeck y la localidad comienza a ser venerada por el turismo.
Recorriendo Positano
Actualmente, Positano suma unos 4.000 habitantes, a los que hay que sumar miles de turistas en temporada alta, por lo que está lejos de ser una aldea de pescadores. Lo que más te llamará la atención de Positano, como de buena parte de los pueblos costeros de la costa amalfitana, es la fisionomía de su caserío encaramado a la montaña: una delicia a disfrutar desde sus numerosos miradores.
Pero esta disposición de sus barrios supone una considerable dificultad para recorrerlos: Positano es una prueba de fuego para los gemelos de nuestras piernas, prepárate a subir (y bajar) un montón de peldaños a lo largo del recorrido.
Nosotros dividimos el recorrido en dos partes, el casco histórico y los barrios de la periferia para que te lleves una impresión completa de todo el pueblo, no solo de su epicentro turístico.
El casco histórico de Positano
Viniendo en coche desde el oeste, desde Nápoles, un buen lugar para parar es el parking Mandara en viale Pasitea, una de esas calles que se convierte en semipeatonal cuando entra en Positano y que serpentea por las diferentes terrazas que forman el pueblo. En este sentido no se diferencia mucho de los pueblos de algunos tramos de la Costa Azul francesa o de diversos lugares de Grecia, esas costas de desfiladeros imposibles plagadas de pueblos de ensueño.
Por cierto, los parkings del pueblo no son especialmente baratos, pero es la mejor forma de dejar el coche a buen recaudo. Lo mejor de llegar en coche o autobús es que en la primera parte de la visita tocará bajar. Si, por el contrario, llegas en ferry, atracarás al lado de la playa principal de Positano con lo que tocará subir. Pero, no te preocupes demasiado, porque es todo un sube y baja, te acostumbrarás.
Nuestra primera parada es la bifurcación de la viale Pasitea en dos calles, las principales del casco histórico de Positano: por un lado, via dei Mulini, que te conducirá hasta a la Chiesa di Santa Maria Assunta, la joya arquitectónica del pueblo y, por otro, via Cristoforo Colombo, que te llevará a presenciar varias de las mejores vistas de Positano: porque si hay algo esencial que hay que disfrutar aquí es de las impresionantes vistas de la costa.
Nosotros seguimos Cristoforo Colombo en primer lugar para empezar a degustar el shopping positano: porque este pueblo está plagado de tiendas de arte y cerámica, moda y complementos. Y, por supuesto, muchos hoteles, bares, restaurantes y negocios de souvenirs.
Pasando el Bar Franco en dirección este, frente al hotel Villa Rosa, comienza el verdadero espectáculo: un largo mirador con una barandilla te ofrece unas apabullantes vistas del pueblo. La acera termina en el cruce de Cristoforo Colombo con G. Marconi, momento en el que conviene regresar a nuestro punto de partida porque se acaba la acera.
Es entonces cuando debes conocer la iglesia de Santa María del Rosario en el cruce dei Mulini y Cristoforo Colombo, un aperitivo de lo que veremos en un momento. Se trata de una pequeña parte de un antiguo monasterio dominico fundado a principios del XVII que sufrió desperfectos por el terremoto de Irpinia de 1980 que se dejó sentir también en la costa amalfitana. Fue reabierta en 2006 estando compuesta de una sola nave rectangular con bóveda de cañón.
Es hora de adentrarse en la plaza de los Molinos y disfrutar de una de las muchas galerías de arte que existen por la zona, un síntoma también del alto poder adquisitivo de parte de los actuales vecinos del pueblo y de los turistas que lo frecuentan: y es que una cosa es comprar un imán para la nevera y otra una escultura vanguardista.
Santa María de la Asunción
Y si sigues bajando se llega ya a la iglesia de Santa María de la Asunción con su icónica cúpula en mayólica en colores verde y amarillo que tan bien ligan con el sol y el tapiz de las colinas amalfitanas. Cuenta la leyenda que la virgen medieval que actualmente cobija la iglesia pidió a los marineros con los que viajaba, allá por el siglo XII, que se pararan en este punto de la costa: “pose, pose (para, para)”. Y de aquí derivaría el nombre del pueblo.
Desde 2018, junto a la iglesia, se ubica el MAR, el Museo Arqueológico Romano, una visita muy recomendable para entender los orígenes de esta localidad, cuando fue descubierta por los patricios romanas que decidieron también conquistar la salvaje costa amalfitana. El descubrimiento de la Domus de Positano bajo el oratorio de la iglesia y los recientes hallazgos en el entorno del triclinio de la villa marítima confieren prestigio a este centro.
Nuestra última parada en este recorrido por el casco histórico de Positano nos lleva observar desde la otra vertiente el perfil del pueblo. Para ello debes bajar por via Regina Giovanna en dirección a la playa. Pero espera para darte un chapuzón y continúa por via Positanesi d’América donde encontrarás, camino de la Torre Trasita, otro de los miradores más asombrosos del pueblo. Esta torre es uno de los vestigios de las torres sarracenas que se construyeron para defender el puerto de los ataques de los piratas.
Los barrios de Positano
Si sigues por via Positanesi d’América , subiendo y bajando escaleras entre acantilados, pasarás el restaurante Lo Guarracino, de famosa terraza con vistas, para llegar a Fornillo, uno de los tres barrios limítrofes de Positano: cuenta también con su propia playa, la cual estaba protegida por otra torre al oeste, la denominada Torre Clavel.
Las otras dos zonas que merecen un paseo, a pesar del recorrido rompepiernas, son, por un lado, Chiesa Nuova, al noreste de Fornillo, lugar donde para un autobús procedente de Sorrento. Y pese a que el barrio se llame “iglesia nueva” en honor a la iglesia de Santa María de la Gracia, anterior iglesia del Santísimo Sacramento, el barrio cobija las casas más antiguas (y altas) de Positano, algunas de cuyas viviendas custodian viejas leyendas árabes, cuando los viajeros del otro lado del Mediterráneo llegaron aquí para comerciar.
De hecho, la Chiesa Nuova, con su singular planta elíptica, podría ser en origen una mezquita construida por los vecinos para que los viajeros tuvieran un lugar consagrado a su religión. Su cúpula blanca es también un símbolo de Positano.
Por último, debes acercarte a Liparlati, en la terraza superior a piazza dei Mulini, sobre la via G. Marconi. Conocido en su día como Città Morta (Ciudad Muerta) por la emigración masiva de principios del siglo XX, cuando más de 1.000 habitantes de Positiano decidieron emigrar, especialmente a Estados Unidos, por las penurias que atravesaba Italia en la época, Liparlati es otra de esos enclaves “auténticos” que te ofrecen otra cara de Positano, la anterior al turismo masivo y las galerías de arte, cuando este era un pobre pueblo del que hubo que huir. Por ello aún conserva el patrimonio arquitectónico popular moderadamente intacto, al menos más intacto que la parte sur del pueblo.
Las playas de Positano
Ya nos hemos pasado por varias playas de Positano, y ya va siendo hora de probar el Tirreno. Pero, antes de te pongas el bañador, un par de avisos. Las playas de esta zona son de arena gruesa o piedras, así que puede ser recomendable usar escarpines. Y, por otro lado, tienen zonas privadas invadidas por las hamacas de pago. Para los que entendemos las playas como lugares públicos —y el bosque de hamacas como una aberración estética— nos puede empezar a hervir la sangre y sentir tentativas revolucionarias.
Lo que puedes hacer, entonces, es tomar un Albertissimo en L’alternativa, un cocktail bar al pie del muelle donde llegan los ferries. Junto al limoncello, se trata de una bebida típica de Positano, con la diferencia de que el Albertissimo tiene una receta secreta que solo podrás disfrutar aquí. Sea lo que sea lo que lleve, amansa a las fieras: es hora de buscar sitio en el reducido trozo de playa para “todos los públicos” en Spiaggia Grande.
Además de Fornillo, que ya hemos visto, y que también tiene su parte con hamacas, al este de Positano tienes otros arenales como Spiaggia Arienzo. Muchos visitantes prefieren llegar en lancha taxi que bajar las decenas de escalones que conducen a este lugar. ¡Bienvenidos a la costa amalfitana!
El Sendero de los Dioses
Y ya que hablamos de dificultades del relieve en Positano, no puedes irte del pueblo sin recorrer, aunque sea parcialmente, el Senderos de los Dioses que ya, con ese nombre, seduce hasta el más renuente. Porque las vistas que ofrece este recorrido por los acantilados amalfitanos son para invocar a los dioses.
Estamos ante un sendero de unas tres horas y media que arranca en Bomerano, al este de Positano, y termina en Nocelle, una localidad al norte de Arienzo. Entre los highlights del sendero están la Grotta del Biscotto, unas centenarias casas de piedra abandonadas embebidas en el acantilado, zonas de viñedos, terrazas con huertos de tomates y limones, y, por supuesto, increíbles vistas del Tirreno y del Sant’Angelo a Tre Pizzi, la cima de la península de Sorrento con sus 1444 metros.
Las islas de Li Galli
Además de las excursiones que hemos hecho por los barrios, las playas y el entorno natural de Positano, aún nos queda una última perspectiva de este pueblo: mar adentro. Así que recomendamos que pongas rumbo a las islas de Li Galli, entre Capri y la propia Positano: tres islas en las que, según el historiador Estrabón, vivieron esas sirenas que los antiguos romanos buscaron sin cesar en la costa amalfitana.
Si tienes 300.000 dólares sueltos, puedes seguir los pasos de Nureyev —que compró la isla en su día— y alquilar la isla grande, Gallo Lungo, durante una semana. Si ya tienes bastante con pagar la ruta en barco, disfruta desde la distancia de las vistas del archipiélago y de la siempre imponente Positano.
Únete a la conversación