4.6/5 - (9 votos)

Una ciudad donde todavía se duerme la siesta, donde se camina despacio, aunque haya prisa, donde da gusto sentarse en una terraza y no escuchar nada más que tus pensamientos; una ciudad que se negó a crecer olvidando sus raíces y que aún conserva el aroma de villa medieval plagada de rincones con historia.

Así es Palencia, una ciudad, en definitiva, en la que no hay Starbucks ni se le espera porque el café se sirve en vaso de cristal que no hay forma de coger porque arde, pero se espera, que la vida a la vera del Carrión transcurre al ritmo preciso para que el tiempo no te pierda.

Palencia, una capital a la orilla del Carrión

Palencia - Fuente: David Rubio
La catedral de Palencia tras Puentecillas – Fuente: David Rubio

Pero que nadie se confunda, ser una capital pequeña, parsimoniosa y sin Primark no te convierte en una ciudad de segunda, al contrario, es lo que muchos palentinos adoran y muchos recién llegados admiran: estar lejos de la fatuidad cosmopolita te permite recordar quién eres y lo que quieres, algo tan difícil de definir cuando a tu alrededor todo es ruido y postureo urban.

Y así, mientras serenas el espíritu y te haces una ablución de ínfulas metropolitanas llegas a la Plaza de León donde arranca nuestra ruta por Palencia en la que habrá tiempo de disfrutar de su venerable casco histórico, de sus parques y zonas verdes —es una de las ciudades de España con más zonas verdes por habitante—, además de descubrir un pintor secreto y un escultor monumental.

Recorriendo la calle Mayor de Palencia

Palencia - Fuente: David Rubio
Estatua de la Mujer Palentina y la calle Mayor – Fuente: David Rubio

El primer edificio de renombre que sale a nuestro encuentro es el de Correos y Telégrafos con ya un siglo de historia, en estilo neorrenacentista y firmado por Jacobo Romero, arquitecto palentino habitual en la ciudad a principios del siglo XX.

Desde la Plaza de León, antes de adentrarnos en la calle Mayor, merece la pena acercarse al convento de San Pablo en la plaza homónima, un edificio fundado en origen por Santo Domingo de Guzmán que llegó a ser testigo de las Cortes Generales de 1388, cuando Palencia vivió una de sus épocas de esplendor. En su interior destacan los sepulcros renacentistas de los Marqueses de Poza, a ambos lados de la capilla mayor.

Y un poco más allá, en la plaza de Juan XXIII, la iglesia de Santa Marina, adosada al convento de la Piedad donde las monjas dominicas ofrecen unos venerados dulces, especialmente sus herraduras de hojaldre… que, ojo, también se venden por Internet.

Y después del dulce (que lo primero es lo primero), es momento de iniciar nuestro recorrido por la calle Mayor, el eje comercial y social de la ciudad, con sus casi 1.000 metros de longitud conservando los soportales del lado oeste.

En esta calle conviven los edificios civiles de estética modernista con algunos de tradición religiosa como la iglesia de San Agustín que se ubica junto al edificio de las Agustinas Canónigas, un conjunto conventual del XVII del que solo se conserva su fachada y que actualmente alberga dependencias del Ayuntamiento palentino.

Haciendo esquina con la calle los Soldados, junto al edificio de las Agustinas, está la sede de la Federación Católica Agraria actual sede de Caja Duero, otro edificio de Jacobo Romero también en estilo neorrenacentista, destacando sus torreones cupulados.

Palencia - Fuente: David Rubio
Edificio Señores García Germán – Fuente: David Rubio

Y un poco más allá, uno de los edificios icónicos de la calle Mayor, el de los Señores García Germán del también palentino Jerónimo Arroyo, arquitecto y escultor municipal artífice de las mejores obras del modernismo palentino que aprendió estudiando en Barcelona como Domènech i Montaner.

El chaflán hexagonal del edificio, junto al contraste entre los paramentos de ladrillo rojo y el enlucido blanco de los elementos decorativos, además de la cúpula sostenida por columnas que corona el edificio, le dan especial lustre: los palentinos lo llaman “casa del huevo” justamente por este remate cupulado.

En el centro de la calle encontramos otro de los edificios más emblemáticos de la ciudad por su colorista friso cerámico firmado por el famoso Daniel Zuloaga. Bajo el diseño de Jerónimo Arroyo, el Colegio Villandrando que en origen fue lugar de formación de institutrices de niñas huérfanas combina el modernismo floral de aire catalán con la decoración neomedieval veneciana: efectivamente este edificio no desentonaría en la orilla del Gran Canal.

Este icónico inmueble, además, se ubica frente a la escultura de La Aguadora de Victorio Macho y la iglesia de la Soledad que da acceso a la Plaza de San Francisco y a la Plaza Mayor generando uno de los ejes estéticos más hermosos de la ciudad.

Palencia - Fuente: David Rubio
‘La Aguadora’ de Victorio Macho y el Colegio Villandrando – Fuente: David Rubio

Tras dejar atrás el edificio del Consejo de Cuentas de Castilla y León y la oficina de Turismo llegamos a los Cuatro Cantones, otro símbolo de la ciudad: el cruce de la calle Mayor con La Cestilla y Don Sancho, donde también está el Casino con el ya famoso mural que el pintor Rafael Oliva realizó hace 25 años.

Si tomas la calle de La Cestilla llegas a la iglesia de Nuestra Señora de la Calle que sigue el modelo característico de las iglesias de la Compañía de Jesús inspirado en Il Gesú romano: en su interior se encuentra la talla de la Virgen de la Calle, apodada “La Morenilla” y que es la patrona de la ciudad.

Y ya cerca del final de la Calle Mayor, otra escultura emblemática, la estatua a la Mujer Palentina, apodada “la Gorda”, realizada en 1998 por Indalecio López: reivindica el papel de la mujer especialmente en un episodio histórico que tuvo lugar en mayo de 1388 cuando tuvieron una importancia clave en la defensa de la ciudad frente al ejército inglés comandado por el Duque de Lancaster. A pesar de la reticencia inicial por su carácter “moderno”, esta escultura es hoy lugar de encuentro de muchos palentinos.

Palencia monumental

Palencia - Fuente: David Rubio
Fachada de la catedral a la plaza de San Antolín – Fuente: David Rubio

Tras dar un paseo por la calle más frecuentada de Palencia, es hora de volver la vista atrás y adentrarnos en el origen de la ciudad visitando algunos de sus monumentos más importantes, en particular los edificios religiosos que nos recuerdan el peso que tuvo esta capital durante siglos como ciudad eclesiástico-conventual.

Catedral de San Antolín

Puede que no te interesen para nada los santos, ni las vírgenes y que tampoco sientas mucha devoción por la historia, pero date un paseo alrededor de la catedral y luego recorre su nave central y dime si no te impacta un edificio como este, independientemente de su significación simbólica o histórica. Es lo que tienen las catedrales europeas, son monumentos que han logrado detener el tiempo, hitos que custodian nuestra memoria y que no tienen parangón en otros lugares del mundo.

Y entre todas esas catedrales que tenemos en nuestro país, la de San Antolín destaca por muchas cosas, también por su tamaño, siendo la tercera más grande de España en superficie con la nave central más larga: 130 metros de longitud y 50 metros en el crucero.

Palencia - Fuente: David Rubio
Plaza de la Inmaculada frente a la catedral- Fuente: David Rubio

Te recomendamos que la disfrutes primero desde fuera, rodeándola, desde la Plaza de San Antolín, la más serena, hasta la Plaza de la Inmaculada, la más grande y monumental, pasando por la Plaza de Cervantes, la más verde. Y luego rodea el ábside y trata de buscar la gárgola del fotógrafo entre las muchas (e impactantes) gárgolas que descuellan en lo alto.

La entrada a la catedral se suele hacer por la plaza de la Inmaculada donde se encuentran las portadas del Salvador, de corte ojival y decoración heráldica y la de Santa María con arquivoltas que se apoyan en un apostolado del siglo XVII.

Y lo primero que te encuentras al entrar es una subyugante talla de madera de San Antolín en pleno martirio con la espada clavada en el cuello, la sangre chorreando por la ropa y el gesto de “me da igual lo que me hagáis, yo tengo fe” que solemos ver en esta clase esculturas.

Palencia - Fuente: David Rubio
Cripta de San Antolín – Fuente: David Rubio

Deseosos de conocer más sobre este santo francés del siglo V que fue ejecutado por no abrazar el arrianismo, nos vamos directamente a la cripta, el elemento constructivo más misterioso de la catedral, una de las joyas arquitectónicas más importante de época visigoda en España: un antiguo templo de dos naves que conjuga la original del siglo VII y la románica del XII. La grandiosa catedral palentina se construyó sobre esta cripta que cobijaría los restos del santo.

Y es que el edificio actual procede en su mayor parte de la nueva catedral que se construyó sobre la románica desde el siglo XIV y que se fue enriqueciendo tanto al exterior como al interior con el paso de los siglos.

Palencia - Fuente: David Rubio
Retablo de San Roque flanqueado por mascarillas – Fuente: David Rubio

Si al exterior destaca la sobriedad de sus líneas como vemos sobre todo en la masiva torre que da a la plaza de la Inmaculada, al interior sorprende la esbeltez y altura de su nave central y la riqueza y diversidad decorativa de sus capillas interiores como la de Santa Lucía, San Fernando o San Jerónimo incluyendo algunas composiciones chocantes como el retablo de San Roque rodeado de mascarillas: un homenaje a los fallecidos en la pandemia protagonizado por el santo protector de las pestes y las epidemias.

El coro con su sillera de madera de nogal, el impresionante trascoro en piedra de estética tardogótica o el San Antolín de Gregorio Fernández que ocupa el centro del retablo mayor son otros de los puntos focales de la inagotable catedral de Palencia, de la que no diremos aquello de “bella desconocida” porque hasta las camisetas que venden en la tienda de la catedral reniegan ya de ese apodo.

Convento de San Francisco

Palencia - Fuente: David Rubio
Convento de San Francisco – Fuente: David Rubio

Tal vez sea el edificio medieval más importante después de la catedral que nos recuerda la gran relevancia que tuvo Palencia en diferentes fases de su historia, especialmente entre los siglos XII, XIII y XIV, fundándose aquí la primera Universidad de España, aunque de vida efímera.

Es en el XIII cuando se abre este convento de San Francisco que domina la plaza homónima con su hermosa galería porticada y que configura uno de los espacios más coquetos de la ciudad: llegó a ser sede de las Cortes Generales castellanas en el siglo XIV y hasta residencia de reyes.

En el interior llama la atención la capilla de los Sarmiento con el sepulcro en yeso de Alonso Martínez Carrión, así como el sepulcro del infante Tello de Castilla o el artesonado de madera mudéjar de la sacristía. Y, pasando el patio, un espectáculo para los fanáticos de los misterios: una pequeña capilla cuya bóveda y muros están totalmente revestidos de calaveras, tibias y fémures cruzados.

Palencia - Fuente: David Rubio
Capilla de los Sarmiento y Sepulcro de Tello de Castilla en el convento de San Francisco – Fuente: David Rubio

A un paso del convento de San Francisco está la Plaza Mayor y el Ayuntamiento, con la Casa Consistorial decorada según proyecto de Jacobo Romero que en su frente cuenta con la estatua de Victorio Macho del Homenaje a Alonso Berruguete.

Y pasando la Plazoleta de la Sal nos encontramos en primer lugar con el Mercado de Abastos de finales del XIX y el Palacio de la Diputación, otro edificio del omnipresente Jerónimo Arroyo, en este caso en suntuoso estilo neoplateresco.

Al otro lado de la Calle Burgos, hay que pasarse por el Monasterio de las Claras, un edificio tardogótico conocido por el lugar donde Zorilla ubicó la historia de Margarita la Tornera, pero, sobre todo, por custodiar la imagen devocional de un Cristo yacente de escalofriante expresividad potenciada por sus uñas y cabello natural. Dicen que hace milagros: evitó una plaga de langostas en el siglo XVII y poco después cambió sus brazos de posición…

Iglesia de San Miguel

Palencia - Fuente: David Rubio
Interior de la iglesia de San Miguel – Fuente: David Rubio

La última visita en esta ruta por la Palencia monumental nos lleva al sur, cerca de la orilla del Carrión donde se encuentra la iglesia de San Miguel, popular también por la leyenda de El Cid, ya que el mítico guerrero habría contraído matrimonio aquí con Doña Jimena, aunque no hay fuente documental que lo confirme.

Más allá de ello, este edificio situado en el antiguo barrio judío de la ciudad es de transición del románico al gótico, destacando su imponente torre calada de carácter religioso militar que fue restaurada eliminando los refuerzos que se colocaron en el XVIII para corregir los daños causados por el terremoto de Lisboa de 1755.

En su interior, destaca la sobriedad románica de aire cisterciense a la que se suman arcos apuntados y bóvedas de crucería de raigambre gótica. En los alrededores de esta iglesia se celebra una de las grandes festividades de Palencia, el Bautizo del Niño del 1 de enero, cuando la cofradía del Dulce Nombre de Jesús arranca la ceremonia desde la propia iglesia llevando la imagen del Niño, mientras se regalan caramelos a los más pequeños.

Palencia verde: los parques de la ciudad

Palencia - Fuente: David Rubio
Puentecillas sobre el Carrión – Fuente: David Rubio

Siendo una de las ciudades de España con más superficies verdes por habitante, merece la pena hacer una mención de los parques y zonas naturales empezando nuestro recorrido justamente frente de la iglesia de San Miguel donde ya se siente la presencia del río Carrión, verdadero eje natural de esta ciudad.

La avenida Castilla corre paralela al río desde donde podemos acceder a la Isla Dos Aguas por la pasarela homónima, la cual forma parte del Parque Natural Isla del Río Carrión. Y es que este río se divide en varios brazos en su recorrido por la ciudad generando estos espacios naturales hoy recuperados para el disfrute de los palentinos.

Siguiendo por la Avenida Castilla llegamos al Puente Mayor, construido en el XVI y reformado en el XIX desde el que accedemos a la Dársena, uno de los lugares más sorprendentes de Palencia. Se trata de una expansión del cauce del Canal de Castilla, aquella faraónica obra construida en plena fiebre ilustrada del XVIII cuyo objetivo era dinamizar las actividades comerciales estableciendo una ruta fluvial que conectase Castilla con el norte.

La consolidación del ferrocarril acaba con la pertinencia del Canal de Castilla que, no obstante, dejó su sello en Palencia a través de esta Dársena o las esclusas 31 y 32 o de Viñalta: el Museo del Agua que se ubica a la orilla de la Dársena nos recuerda la importancia que tuvo la gestión de las aguas del Carrión durante siglos.

Palencia - Fuente: David Rubio
La Dársena de Palencia – Fuente: David Rubio

Antes de volver a la otra orilla del Carrión no pasamos por el famoso Sotillo de los Canónigos, donde ahora se encuentran las imprescindibles piscinas municipales y que en su día fue el lugar de paseo de los religiosos que frecuentaban la catedral, de ahí su nombre.

Y ya cruzamos hacia el otro lado del río por Puentecillas, un inapelable emblema palentino cuyo origen podría ser romano. Desde lo alto de este adorable puente tienes una de las mejores perspectivas del casco histórico palentino y del propio río.

Y al sur de la ciudad no hay que olvidar el Paseo del Salón, un parque de 30.000 m2 que se sitúa en un antiguo convento de monjes Carmelitas que en origen estaba fuera de la ciudad, camino de Valladolid: hoy es uno de los espacios verdes preferidos de los locales.

Mención aparte merece el Monte El Viejo con sus más de 1.400 hectáreas, al suroeste de la ciudad, casi tan grande como la Casa de Campo de Madrid y multiplicando el tamaño de espacios tan conocidos a nivel mundial como Hyde Park o Central Park: encino, quejigo, tomillo, jara y salvia que flanquean senderos para caminar o recorrer en bicicleta. Un cercado de ciervos en pleno monte también es una buena excusa para acercarse hasta aquí.

La vanguardia palentina: Díaz-Caneja y Victorio Macho

Palencia - Fuente: David Rubio
Interior del Museo Fundación Díaz-Caneja – Fuente: David Rubio

Antes de cerrar nuestro periplo palentino, debemos dedicar un apartado muy especial a dos figuras artísticas que completan el panorama de esta ciudad que no solo es una reminiscencia del esplendor medieval, sino que también tiene su perfil vanguardista. Por un lado, el poco celebrado pintor Díaz-Caneja y, por otro, el famoso escultor Victorio Macho, artífice del Cristo del Otero, monumental símbolo palentino.

Descubriendo al pintor Díaz-Caneja

En la calle Lope de Vega a la que puedes llegar en un par de minutos desde la calle Mayor cruzando la calle Obispo Nicolás Castellanos, se ubica el Museo Fundación Díaz-Caneja, el oasis de vanguardia pictórica de la ciudad protagonizado por un ilustre palentino: Juan Manuel Díaz-Caneja, uno de esos pintores que pasan desapercibidos entre tótems como Miró o Dalí, pero cuya obra nos muestra una faceta muy personal de la vanguardia de la primera mitad del XX.

Obra de Díaz-Caneja - Fuente: David Rubio
Obra de Díaz-Caneja – Fuente: David Rubio

Díaz-Caneja nace en Palencia en 1905, estudiando en Madrid con Vázquez Díaz, gran difusor del cubismo en su labor como docente, que Juan Manuel incorpora a su obra como recurso habitual en su carrera. Su viaje a París en 1929 donde entra en contacto con obra de Picasso, Braque y Cézanne termina por configurar un estilo que pronto se convertirá en personal como vemos en el museo.

Y es que Díaz-Caneja es el pintor de los campos de Castilla a través de un estilo genuino e irrenunciable que se aprecia especialmente en la paleta de colores y en la tendencia a la abstracción: cuadros de colores pardos, amarillos, terrosos y grises que se mezclan en lomas, campos de cultivo y abigarrados pueblos que se integran en el paisaje como si brotaran de la misma raíz: no hay pintor en España que haya plasmado con tanta personalidad el paisaje castellano que tanta melancolía despierta en muchos de nosotros.

Palencia - Fuente: David Rubio
Cuadros de Díaz-Caneja – Fuente: David Rubio

Y es justamente esa nostalgia la que destilan buena parte de los cuadros que vemos en el Museo Fundación desde los más concretos en los que se puede seguir el perfil del paisaje hasta los más abstractos que se nos presentan como odas a la tierra pintada y soñada.

Además de disfrutar de la obra y la trayectoria de este pintor en la planta principal, la planta baja del museo se completa con un espacio expositivo abierto a exposiciones temporales enfocadas especialmente al arte más actual.

El Cristo de Victorio Macho

Palencia - Fuente: David Rubio
Cristo del Otero – Fuente: David Rubio

Y nuestra última visita en Palencia no puede ser otra que el cerro del Otero, al norte de la ciudad, en cuya cima se ubicó hace 90 años una escultura monumental que no ha tardado en erigirse en símbolo palentino a nivel mundial.

Se trata de un Cristo de 21 metros de altura con casi 400 toneladas de peso que se construyó en solo ocho meses siendo el Cristo más alto de España y uno de los más altos del mundo. Justo el mismo año se inauguraba en el otro lado del planeta el Cristo del Corcovado de 30 metros de altura con el que comparte algunos rasgos estéticos, especialmente la influencia art déco. Aún con todo, el Cristo más alto del mundo hay que buscarlo en Polonia, siendo levantado, eso sí, hace apenas una década.

Sea como fuere, y aunque estaba clara la idea de crear una escultura emblemática y monumental, Victorio Macho no perseguía un récord, sino una obra que fuera la culminación de su carrera además de un homenaje a su ciudad natal.

Porque, como hemos visto, Victorio Macho está muy presente en muchos rincones de Palencia, desde La Aguadora al homenaje a Alonso Berruguete de la Plaza Mayor, sin olvidar la escultura al artista ejecutada por Luis Alonso en 2017 y que puede verse en la confluencia de la calle Mayor y la calle Soldados.

Y cómo no, en dicha escultura, Macho está tallando la cabeza del Cristo, aunque el tamaño no es real, ya que dicha cabeza es mucho grande, tanto que la leyenda dice que estaba pensada para que los visitantes pudiesen subir por su interior y mirar a través de sus ojos que tienen el tamaño de un puño: el interior está hueco y cuenta con tres descansillos… pero la entrada permanente a la obra podría ser fatal así que nos hemos de conformar con la realidad virtual.

Palencia - Fuente: David Rubio
Modelo en yeso para el Cristo del Otero – Fuente: David Rubio

Así pues lo mejor es observar el Cristo de Macho desde la base de la escultura, desde donde, además de disfrutar del paisaje de Tierra de Campos, se puede acceder tanto a la Ermita de Nuestra Señora del Otero como al Centro de Interpretación del Cristo del Otero y de la obra de Victorio Macho.

Se trata de un museo más que interesante para conocer la trayectoria de este escultor que combina la vanguardia del postcubismo y el geometrismo, con la influencia de la imaginería mística castellana de Berruguete.

Así mismo, el museo nos permite seguir la evolución del Cristo, del proyecto inicial que incluía materiales como el bronce, el marfil y los mosaicos de colores de reflejos dorados al hormigón armado revestido de piedra artificial y granito del proyecto final debido a una reducción del presupuesto.

De cualquier forma, su apariencia final no minimizó el impacto de esta escultura concebida como un faro de la fe en el campo de Castilla en el cual también brilla con especial fulgor la ciudad de Palencia.

Mapa: qué ver en Palencia