Antiguo poblado de paso para los comerciantes africanos en sus travesías hacia el norte de Marruecos, Ouarzazate se ha erigido en un centro turístico de primer orden en el país gracias a sus impresionantes paisajes, fabulosas kasbahs y leyendas cinematográficas. Y es que el entorno de esta localidad de la región de Draa-Tafilalet ofrece panorámicas subyugantes que enamoran a cualquier lente. Nos vamos a Marruecos para descubrir Ouarzazate, una puerta mágica al Sáhara.
Ouarzazate, un oasis en el desierto
Fue durante el periodo colonial francés, en las primeras décadas del siglo XX, cuando este pequeño pueblo de paso va ganando entidad: se convierte en centro de abastecimiento, además de control aduanero. La llegada de la industria de Hollywood a partir de los años 60 es el impulso definitivo para la localidad: su cercanía del ksar de Ait Benhaddou, de los montes Atlas, el oasis de Fint y, por supuesto, el desierto del Sáhara, convierten a Ouarzazate en una parada obligada para conocer el corazón de Marruecos.
Nuestra visita a la ciudad arranca en la plaza Al Mouahidine, al norte de la avenida de Mohammed V, la principal arteria de comunicación de la ciudad. Como buena parte de las plazas centrales de las ciudades marroquíes su gran atractivo está en su ambiente en el que podemos encontrar diversas tiendas y puestos ambulantes en los que destaca la artesanía tradicional.
A unos 20 minutos al este de la plaza Al Mouahidine se encuentran dos de los grandes atractivos de Ouarzazate: el museo del cine y la kasbah Taourirt. En el museo dedicado al cine se recopilan diversos objetos procedentes de las producciones rodadas en los Estudios Atlas, que visitaremos más tarde. Si eres aficionado al cine no te lo puedes perder ya que aquí encontrarás decorados y objetos relacionados con películas como Gladiator, Lawrence de Arabia o La Guerra de las Galaxias.
Justo en frente del Museo del Cine, visitamos la kasbah de Taourirt, una de las joyas de Ouarzazate. Las kasbahs son fortalezas de origen bereber, edificios de altos muros, torres esquineras y pequeños vanos. Su función principal era para protegerse en caso de conflicto bélico, pero también resguardaban de las temidas tormentas de arena procedentes del cercano Sáhara. Generalmente están fabricadas en adobe, elaborado a base de paja, estiércol y arcilla, lo que le otorga ese característico color.
En cuanto a su estructura interior, estos palacios-fortaleza contaban con amplios lugares ceremoniales y de recepción de visitantes, así como las viviendas de los líderes, que se combinaban con estrechos pasadizos y pequeñas cámaras y habitaciones que configuran una apariencia laberíntica. Todo esto lo podemos comprobar en la kasbah Taourirt, una de las mejores conservadas de todo Marruecos.
Ouarzazate: los estudios Atlas y el ksar Ait Benhaddou
En dirección al ksar Ait Benhaddou, el lugar más visitado del entorno de Ouarzazate, debemos hacer parada en Cinema Studio Atlas, los estudios de producción cinematográfica que han dado fama internacional a la ciudad marroquí. No en vano se los conoce como el Hollywood de África ya que ha dado la bienvenida a numerosas superproducciones hollywoodienses desde que David Lean le echara el ojo al ksar Ait Benhaddou para rodar algunas escenas de Lawrence de Arabia.
Las localizaciones de aquella película subyugaron a millones de espectadores en todo el mundo y los productores tomaron nota. Fue así como se configuraron estos estudios para facilitar la tarea y abaratar costes a los equipos de rodaje. A David Lean y Peter O’Toole les siguieron Ridley Scott, Michael Douglas, Russel Crowe o Martin Scorsese. Juego de Tronos ha sido el último megaproyecto en acercarse a los estudios Atlas de Ouarzazate.
A media hora al noroeste del centro urbano de Ouarzazate se encuentra la ciudad fortificada de Ait Benhaddou, declarada Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1987. Hay que recordar que Ouarzazate se ubica a unos 200 kilómetros al sureste de Marrakech y que buena parte de los turistas que llegan de esa ciudad vienen atraídos especialmente por este ksar: muchos de ellos ni siquiera se acercan al casco urbano de Ouarzazate.
A diferencia de la kasbah que es más bien un palacio fortificado, el ksar en una estructura más compleja, casi una ciudad fortificada. En el ksar de Ait Benhaddou volvemos a comprobar la estructura laberíntica de la arquitectura residencial bereber plagada de rincones y pasadizos misteriosos en los que perderse… literalmente.
Algunas de las kasbahs de la ciudad vieja de Ait Benhadddou aún están habitadas y pueden ser visitadas negociando un precio con los propietarios: es una buena forma de conocer la forma de vida tradicional de los pueblos del desierto. Si subes a lo alto de la colina en la que se sitúa el ksar recibirás el mejor regalo de la visita: una espectacular panorámica con el Atlas en el horizonte. Por cierto, si quieres buenas fotos del ksar, es mejor subir a una pequeña montaña que está en frente de la ciudad fortificada.
Más allá de Ouarzazate: oasis de Fint y valle del Dades
Más allá del cine y la insólita arquitectura bereber, el viajero no debe perder la oportunidad de disfrutar de la verdadera joya del entorno de Ouarzazate: la naturaleza. Una naturaleza maravillosamente agreste pero con pinceladas verdes como es el caso del oasis de Fint, al sur de la ciudad: un jardín edénico en el que comprenderemos, por fin, el significado del término ‘oasis en el desierto’.
Y para terminar nuestro viaje a la puerta del Sáhara, la ruta conocida como el Camino de las Mil Kasbahs que a lo largo del Valle del Dades nos acerca a Tineghir y las Gargantas de Todra. Se trata de una ruta larga que nos puede llevar un día como mínimo, pero que, a cambio, ofrece algunos de los paisajes más sobrecogedores que podremos disfrutar en el norte de África.
El valle del Dades ofrece una insólita variedad de escenarios, entre las nieves de los montes del norte y la arena del Sáhara al sur, una ruta vertiginosa que recorre carreteras en acantilados y que nos acerca a numerosas kasbahs tradicionales construidas por los pueblos bereberes para protegerse de los invasores y la meteorología, además de palmerales como el de Skoura, un oasis con miles de palmeras y refrescantes arroyos. Un final de película para un viaje por uno de los rincones más seductores de Marruecos.
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