"Es grato vivir en Montefrío... si el enemigo no ataca sus fronteras". Esta frase de Ibn al-Jatib bien puede definir la primitiva historia de esta localidad de la comarca de Loja, de donde era oriundo el intelectual nazarí. Porque, junto a las vecinas Íllora y Moclín, formaba parte de una línea defensiva de al menos 15 atalayas para contener al enemigo cristiano del norte.
Y así transcurrió la vida en Montefrío durante décadas, entre la serenidad de sus campos de trigo y su mar de olivos y la tensión del perpetuo ojo avizor. Hasta que el 25 de junio de 1486, y después de que cayeran Moclín e Íllora, los Reyes Católicos tomaron el control de Montefrío iniciando una nueva etapa en su historia.
Montefrío, las mejores vistas de Granada

Cuando en 2015 National Geographic eligió esta localidad como uno de los pueblos con mejores vistas del mundo, muchos viajeros que venían a Granada a descubrir sus innumerables encantos, no se olvidaron de explorar también el norte de la comarca de Loja, cerca de la frontera con Córdoba y Jaén, territorio que ya había recorrido el propio Washington Irving en su camino a la capital.
Una década más tarde de aquel premio honorífico que hubiera suscrito Ibn al-Jatib, Montefrío ha habilitado un conjunto de miradores para disfrutar de esta localidad y su entorno desde diversos puntos de vista. Tal vez el más buscado sea el Panorámico que permite ver en todo su esplendor su singular estructura urbana con el caserío subiendo por la ladera en dirección al castillo.
Por supuesto, el castillo fue desde su origen como enclave musulmán el elemento que configuró el urbanismo de Montefrío, ese centinela que vigiló la frontera durante siglos. En origen, en su entorno crecieron una serie de alquerías, aquellas explotaciones agrícolas que supieron adaptarse a la perfección a las particularidades del sureste y el levante peninsular.
Pero aquellas alquerías también estaban entregadas al objetivo principal del pueblo: defender las fronteras que, tras la Batalla del Salado de 1340 contrajeron todavía más a favor de los cristianos, de forma que Montefrío y sus vecinos se convirtieron en la primera línea defensiva del reino nazarí durante más de un siglo.
De la iglesia de la Villa a la de San Antonio

La mejor manera de profundizar en esta historia fronteriza es visitar el Centro de Interpretación Última Frontera de al-Ándalus que se ubica en la antigua iglesia de la Villa, un edificio que también marca el inicio de la historia cristiana de Montefrío.
Era una costumbre habitual en territorio conquistado a los musulmanes: edificar una iglesia en la fortaleza enemiga. En Montefrío no fue excepción, pero sí excepcional ya que se ocupó de su diseño Diego de Siloé, arquitecto fundamental del primer Renacimiento español, autor de proyectos como el de la Escalera Dorada de la catedral de Burgos o la propia catedral de Granada.
Hoy, la iglesia de la Villa, que combina elementos góticos y renacentistas, es todo un hito de la localidad, no solo por su ilustrativo museo, sino también porque corona la colina donde durante décadas permaneció la fortaleza encargada de defender la frontera nazarí.
Al lado de la iglesia, el mirador del Arrabal que ofrece una perspectiva muy diferente, pero igual de hermosa, del pueblo: la mejor forma de comprender la extensión de una localidad que llegó a sumar nada menos que 15.000 habitantes en los años 30 del pasado siglo: no era precisamente una "aldea".
Pero a buen seguro que desde este mirador también te llama la atención la presencia de una gigantesca cúpula tostada que destaca sobre el blanco que domina el resto del caserío montefrieño. Es la iglesia de la Encarnación.

Su singular estructura define también su apodo: "la Redonda". Y es que este edificio de finales del XVIII es una singular joya neoclásica, estilo que no terminó de fructificar en nuestro país... salvo por aportaciones como esta en la que intervino Domingo Lois de Monteagudo, vinculado a Juan de Villanueva, autor del Museo del Prado o del Retiro.
Y la referencia de La Encarnación no es otra que el Panteón de Agripa de Roma, uno de los mayores tesoros de la historia de la arquitectura mundial. Su sofisticada cúpula sigue despertando, 2.000 años después de su construcción, la fascinación de los arquitectos.
La cúpula de la Encarnación no llega a los más de 40 metros de la romana, pero alcanza los 30, que no está nada mal. Pero más allá de sus dimensiones, esta construcción se ha convertido en otro hito del skyline montefrieño.

La bajada desde el castillo por el barrio del Arrabal, el más antiguo y pintoresco del pueblo hasta desembocar en la plaza de España, nos ofrece otro panorama de Montefrío, esta vez ya a pie de calle. Desde aquí, callejea en dirección oeste hasta llegar a la Plaza del Convento en la que se encuentran la iglesia y el convento de San Antonio, ya cerca de las primeras estribaciones del Cerro del Calvario.
Pero no te puedes ir de Montefrío sin profundizar en su entorno, salpicado de recuerdos de aquella época de tensión bélica entre vecinos poco amistosos. Al norte de la Plaza del Convento arranca la Ruta Cazuela-Atalaya de 14 kilómetros, que nos lleva por los barrancos del norte del pueblo, este entorno tapizado de olivos y trigales que marcó el final del último reino musulmán peninsular.
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