En 2016, y tras más de una década de trabajo, los apicultores del Valle de Liébana en Cantabria respiraban aliviados cuando se certificó oficialmente la presencia de la Miel de Liébana en el Registro de Denominaciones de Origen Protegidas. El manjar dorado de los Picos de Europa encontraba así un marco legal de protección y una base para la promoción de sus productos más allá del mercado local.
Porque pese a la juventud de esta Denominación de Origen Protegida, el Valle de Liébana lleva produciendo miel desde antiguo. Nos vamos al occidente cántabro, en un entorno natural marcado por la belleza sobrecogedora de los Picos de Europa y la Cordillera Cantábrica, para conocer la historia de la miel de Liébana.
La historia de la miel de Liébana
El proceso administrativo para lograr que un determinado producto y la comarca que lo produce obtengan la protección de una Denominación de Origen es a menudo muy complejo ya que exige numerosos controles de calidad, la elaboración de una normativa y la demostración de una tradición. Todo con el objetivo de cumplir con el Reglamento de la Unión Europea. No sirve con decir que desde hace incontables generaciones se ha elaborado tal producto en tal zona: hay que demostrarlo.
Y ese fue el objetivo que se marcó un pequeño grupo de apicultores del Valle de Liébana desde el año 2003. Fue en aquel momento cuando comenzaron las conversaciones con la administración cántabra para iniciar el lento proceso que concluiría felizmente más de una década después.
La importancia de la miel en la economía lebaniega quedó demostrada por las referencias a la colecta de miel que se daba cuenta en los diezmos a recabar por la Iglesia. Así mismo, un memorial de preguntas del Catastro del Marqués de la Ensenada del siglo XVIII se refería, entre otras cuestiones, a la cantidad de colmenas que se había producido en las poblaciones lebaniegas. Estos documentos se unían a las fuentes que confirmaban la importancia de la producción de cera para velas en el monasterio de Santo Toribio cuyo origen data del siglo VI.
El Valle de Liébana, un microclima único
Muy bien, confirmado: desde antiguo, la miel había formado parte de la vida cotidiana de los habitantes del Valle de Liébana. Pero, ¿por qué este entorno natural es ideal para la producción de miel? “La diferencia está en el microclima que tenemos, en la floración especial y en los bosques: son condiciones meteorológicas ideales para que se desarrollen las abejas”. Rubén Varona, presidente de la DOP Miel de Liébana y propietario de la firma Colmenares de Vendejo, lo explicaba así en una entrevista para El Diario Montañés.
Varona fue uno de los primeros apicultores en organizarse para defender la producción de miel autóctona en la zona, para establecer un marco regulador que evitara el “intrusismo” y las prácticas fraudulentas. Y es que durante años se vendía como Miel de Liébana productos no extraídos de las colmenas de la zona.
¿Y cómo es el proceso de producción de la miel? El cuidado de las abejas es el elemento primordial para esta industria. Las abejas obreras son las encargadas de salir de la colmena en busca de alimento que lo obtienen del néctar y de los jugos dulces de las flores. Con sus lenguas liban estas sustancias que luego almacenan en su buche melario, el estómago intermedio de las abejas para después transportarlo a los panales de las colmenas. La miel es el alimento esencial para el desarrollo de sus larvas.
Y es aquí donde interviene el apicultor que debe velar porque todo el proceso de producción de miel por parte de las abejas no se vea afectado por ningún agente externo. Durante los meses de primavera y verano, el apicultor debe vigilar diariamente las colmenas. Y más si se trata de miel ‘protegida’. La DOP de la miel de Liébana establece unos criterios específicos que deben respetar los productores para conseguir el sello de calidad.
En este sentido, se exige el uso de colmenas de tipo vertical de cuadro móvil, con una diferenciación clara entre cámara de cría y alzas. El desabejado de cuadros debe realizarse por sistema tradicional de cepillado de abejas o aire a presión. No se debe realizar alimentación artificial de las abejas y la cristalización de la miel deberá hacerse de forma natural. Todo con el objetivo de mantener un equilibrio entre la elaboración sostenible del producto y la alta calidad del mismo.
Respetar este equilibrio tiene su precio para los apicultores del Valle de Liébana que no pueden competir con las mieles industriales. Estamos hablando de que un productor de miel de esta comarca obtiene cosechas anules que van de los 3.000 a los 5.000 kilos trabajando con al menos 500 colmenas. Muy lejos de las varias toneladas con las que comercian grandes empresas de otros entornos que sí facilitan la exportación incluso fuera de España.
Pero la Miel de Liébana no se encuentra en ese escenario. Se trata de una actividad que, gracias a la reciente certificación, ha empezado a profesionalizarse pero que tan solo cuenta con un puñado de elaboradores registrados. Son ellos los que producen los dos tipos de mieles certificadas por la DOP: la miel de brezo y la miel de mielada. La primera de ellas tiene una consistencia más gelatinosa, con gusto ligeramente amargo y persistente: es la más valorada en el mercado. Por su parte, la mielada tiene un aroma a madera y un dulzor más típico de las mieles tradicionales con una consistencia fluida.
“Se necesitan cursos de formación para aumentar el número de apicultores en Liébana”, señala Varona. Y es que la certificación de la Miel de Liébana como Denominación de Origen Protegida ha asegurado el futuro a corto plazo de la actividad pero para que esta se mantenga en el tiempo se precisa aumentar el número de apicultores. Solo así se asegurará el mantenimiento de una tradición asociada al Valle de Liébana desde hace siglos.
Únete a la conversación