La gran joya de la Hispania romana es una ciudad que ha sabido mimar su excelso legado cultural para convertirse en una referencia turística. Porque no es posible profundizar en la historia de España sin hacer parada y fonda en Mérida, aquella colonia que inauguró el primer emperador de Roma para servir de retiro a los soldados veteranos y que en poco tiempo se convirtió en una de las ciudades más florecientes del Imperio. Vente con nosotros a Mérida para disfrutar de un fin de semana de lujo entre grandes historias y pequeñas sorpresas.
Mérida en un fin de semana: Día 1
Iniciamos nuestra ruta por Mérida en la zona del anfiteatro y el teatro, los dos iconos emeritenses. El primero de ellos fue inaugurado el 8 a.C. en tiempos de Octavio Augusto sirviendo como escenario para aquellos espectáculos con los que tanto disfrutaban los romanos: hasta 14.000 espectadores podían llegar a presenciar batallas de gladiadores, cacerías o luchas entre animales salvajes.
Separado por una calzada que circunda ambos edificios tenemos el teatro construido por Agripa, el yerno de Augusto cuyo panteón de Roma es una de las grandes joyas de la historia de la arquitectura romana. Este teatro no le anda a la zaga: oculto bajo la tierra durante siglos, fue a partir de 1910 cuando se logró recuperar este tesoro con capacidad para 6000 personas y en el que, desde 1933, se celebra el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.
Tras pasar por la Casa-Basílica del teatro donde se conjetura se dieron las primeras reuniones de los cristianos de Mérida, visitamos el Museo Nacional de Arte Romano cuyas trazas fueron ejecutadas por Rafael Moneo: visita imprescindible para profundizar en la historia de Emérita Augusta.
A un paso del museo, continuamos nuestra ruta por el centro de la ciudad visitando las termas de la calle de Pontezuelas rescatadas en 2002 bajo un solar que ocupaba un secadero de jamón. Tras observar el obelisco de Santa Eulalia del XVII en la plaza Joan Miró cruzamos la Puerta de la Villa para visitar el pórtico del foro, la esquina de un pórtico monumental del antiguo foro municipal de la Mérida Romana.
Seguimos nuestra ruta hacia el sur pasando por los restos del templo de Diana, otra de las estampas más icónicas de la ciudad. Su buen estado de conservación se debe a que sirvió durante siglos como cimiento y armazón del palacio renacentista del Conde de los Corbos en el que cual se ha habilitado un centro de interpretación sobre el templo y sus usos posteriores.
Ya a un paso del Guadiana, disfrutamos de los restos de la alcazaba, el mejor testimonio de la presencia árabe en Mérida tras la conquista en el 713 por parte de Musa ibn Nusair. Ubicada junto al puente romano, la alcazaba fue erigida en tiempos de Abderramán II, en el siglo IX, como bastión para controlar un territorio siempre convulso por las continuas rebeliones.
Y de la etapa árabe a la visigoda. Antes de la llegada de las tropas musulmanas, Mérida fue un importante centro visigodo como indica la Concatedral de Santa María la Mayor que pudo ser en origen, según los historiadores, la famosa catedral matriz de Santa María de Jerusalén de época visigoda.
Dejamos la plaza de España y visitamos la iglesia de Santa Clara en cuyo interior se encuentra la mejor colección de objetos procedentes de la Mérida visigoda: cimacios, pilastras, celosías, canceles o mesas de altar.
Y tras pasar por el hospital de San Juan de Dios, hoy sede de la Asamblea Autonómica, llegamos al Arco de Trajano, nuestra última parada en esta primera jornada en Mérida. Se trata de la monumental puerta de acceso al recinto sagrado que rodeaba un gigantesco templo de culto imperial que se englobaba a su vez en el conjunto del foro provincial.
Mérida en un fin de semana: Día 2
Arrancamos nuestra segunda jornada al noreste de la ciudad donde se encuentra el circo romano, uno de los mejores conservados de todo el Imperio además de uno de los más grandes. Aunque, como en cualquier circo romano, debemos tirar un poco de imaginación: hasta 30.000 personas podían disfrutar en este recinto de las carreras de carros en su planta ovalada de 440 metros de largo y 115 de ancho. Y ya que estamos aquí podemos acercarnos a los restos de las termas de San Lázaro, así como al acueducto de San Lázaro.
A menos de diez minutos al oeste siguiendo la avenida de Extremadura llegamos a la basílica de Santa Eulalia. Según cuenta la leyenda cristiana, Eulalia fue una niña emeritense martirizada durante las feroces persecuciones ordenadas por Diocleciano a principios del siglo IV. Poco después, ya con el cristianismo como religión dominante del Imperio, se erigió un túmulo funerario en las inmediaciones del lugar donde supuestamente Eulalia fue inmolada.
Tras la conquista de Alfonso IX en el siglo XIII se construye la actual basílica sobre los restos del edificio original. Los imperdibles del conjunto basilical son la impresionante cripta excavada a partir de 1990 en la que aparecieron restos romanos y visigodos incluyendo el frontal de la antigua basílica visigoda y del primer túmulo funerario, y el Hornito de Santa Eulalia en el atrio donde los peregrinos podían orar a la mártir sin necesidad de acceder al interior del templo.
Y a unos diez minutos más al oeste siguiendo la calle Marquesa de Pinares, llegamos a nuestra última parada en esta visita a Mérida: el imponente acueducto de los Milagros, apodado así por el buen estado de conservación que ha tenido desde que fue levantado en el siglo I d.C. para conducir a la ciudad las aguas del cercano embalse de Proserpina.
Pero no nos podemos ir de Mérida sin recomendar alguno de los tesoros naturales que se encuentran en sus inmediaciones y que pueden servir de complemento a un fin de semana en la ciudad extremeña. Además del propio embalse de Proserpina, tenemos el parque natural de Cornalvo a menos de 20 kilómetros al norte, el balneario de Alange, al sur, en el entorno del embalse homónimo, o el museo de la Dehesa, la primera ruta musealizada que recorre un tramo de este tesoro natural y gastronómico de Extremadura.
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