El Tour de Francia se ha convertido en las últimas décadas en uno de los mejores instrumentos de marketing para promocionar el turismo en nuestro país vecino. Todas las personas que, entre siesta y siesta, se han puesto delante de la televisión para ver alguna etapa se han enamorado seguro de alguno de esos encantadores pueblos de la campiña francesa o de los maravillosos puertos de los Pirineos y los Alpes.
Y es que, más allá de su estrecha vinculación con la historia del ciclismo, estas montañas se encuentran siempre en increíbles parajes naturales que las convierten en atractivos destinos turísticos. Por eso, queremos aprovechar el inicio de este Tour de Francia tan especial para recordar sus puertos más míticos.
Tourmalet
Nos encontramos ante el más famoso de todos los puertos que suele atravesar el Tour de Francia. Se levanta 2.115 metros sobre el nivel del mar en los Pirineos franceses y el nombre significa algo así como “Camino de mal retorno”, que debe ser lo que piensan muchos ciclistas cuando se aventuran a subirlo.
Forma parte de la región de los Altos Pirineos y es un destino muy turístico en cualquier época del año. Durante los meses de nieve podremos disfrutar de los deportes de invierno en varias estaciones de esquí y durante todo el año cuenta con importantes atractivos cercanos como el Circo de Gavarnie, una de las cascadas más espectaculares de Europa, o de la bonita localidad de Lourdes, que se ha convertido en un importante centro de peregrinación.
Plateau de Beille
Con 2.070 metros de altitud, el monte de Plateau de Beille se encuentra muy cerca de Andorra y de la frontera española, apenas a unos kilómetros de El Pas de la Casa. En las últimas décadas se ha ido haciendo un hueco en las etapas más duras del Tour de Francia.
No obstante, este puerto ya era muy famoso con anterioridad por albergar una de las estaciones de esquí más famosas de los Pirineos, que es reconocida como una de las mejores para practicar esquí nórdico en el Sur de Europa.
Aubisque
Y no abandonamos los Pirineos, pero nos dirigimos en esta ocasión a la zona de Pau y Tarbes. El Col d’Aubisque ha sido atravesado en 46 ocasiones por el Tour de Francia y esto le convierte en uno de los puertos más visitado en esta competición. Tal es su importancia que fue la propia organización del Tour quien pagó los arreglos de la carretera a finales de los años 80.
Permanece habitualmente cerrado durante el invierno, pero al llegar el verano se convierte en un importante atractivo turístico de la región, atrayendo a numerosos ciclistas aficionados. No solo por la dificultad del reto que supone su ascenso, en cualquiera de sus vertientes, sino sobre todo por las maravillosas vistas de los verdes valles y los colosos montañosos que se pueden disfrutar durante la subida.
Alpe d’Huez
Y si el Tourmalet es el puerto más famoso de los Pirineos, lo mismo podríamos decir en los Alpes con el mítico Alpe d’Huez. Con 1.850 metros de altitud, acoge una de las estaciones de esquí más antiguas de Europa, ya que fue inaugurada en 1930.
Cada dos años, aproximadamente, es incluida en la ruta del Tour como final de etapa y es famoso por sus míticas y temibles 21 curvas de herradura, que llevan a los ciclistas desde los 806 metros hasta los mencionados 1.850 metros en apenas 13 kilómetros de ascensión.
Croix de Fer
La Col de la Croix de Fer recibe el nombre por la cruz de hierro que encontramos en la cima de la montaña. Se encuentra en los Alpes franceses y alcanza los 2.067 metros de altitud.
El Tour de Francia la ha visitado en diecinueve ocasiones y es considerada una de las ascensiones más duras que se pueden hacer en ciclismo. Si se ataca por su ladera norte, desde La Chambre, la subida se alarga durante más de 22 kilómetros con una pendiente media del 7%. Una auténtica barbaridad.
Col du Galibier
A 2.645 metros de altitud descubrimos el Col du Galibier, otro de los puertos más visitados en la historia del Tour de Francia y que habitualmente se convierte en el punto más alto de todo el recorrido.
Normalmente su subida va acompañada del previo Col du Telegraphe, otro puerto mítico del Tour, lo que implica que los ciclistas se enfrenten en esa etapa a un desnivel que supera los 2.000 metros. ¿Quién habló del mal de altura?
Luz-Ardiden
Y volvemos a los Pirineos para disfrutar con una de las subidas más bonitas que podemos ver en el Tour. Situada en la región de los Midi-Pyrénées, la estación de esquí de Luz-Ardiden fue inaugurada en 1975 y cuenta con más de 20 pistas que suman un total de 60 kilómetros con dificultades para todos los niveles.
El entorno natural que le rodea es sencillamente espectacular. En apenas unos kilómetros encontramos el mencionado Circo de Gavarnie, con sus paisajes glaciares únicos, o el Pic du Midi de Bigorre, un mirador situado a 2.877 metros de altura que ofrece algunas de las vistas más impresionantes de los Pirineos.
Col de la Madeleine
El famoso Col de la Madeleine nace también en los Alpes a los pies de la localidad de La Chambre, como la Croix du Fer, y alcanza los 1.993 metros de altura. Desde su primera ascensión en 1969, ha formado parte del Tour de Francia en al menos 25 ocasiones. Como el resto de los ejemplos de esta lista, está considerado como un puerto de categoría especial o “fuera de categoría”, lo que reconoce su especial dificultad y dureza.
Mont Ventoux
La simple mención de su nombre eriza la piel de cualquier ciclista, ya sea profesional o un simple aficionado. El Mont Ventoux se ha convertido en uno de los puertos más emblemáticos del mundo por una conjunción de elementos que le hacen único. En primer lugar por su característica cima de caliza blanca, completamente árida sin ningún tipo de vegetación, que contrasta con sus vecinos de los Alpes. En segundo lugar, como su propio nombre nos sugiere, por la fuerza que suele llevar el viento en la cima, que según algunos registros ha alcanzado velocidades superiores a los 300 km/h.
Y, en lo que respecta al Tour de Francia, es temible por la dureza de su ascensión si se hace en su vertiente sur, desde Bedoin. Más de 20 kilómetros de recorrido, de los cuales sus últimos 16 tienen una pendiente media superior al 10%. Si a esto le sumamos el fuerte viento que, comentábamos, suele haber en la cima, la convierten en una de las subidas más duras del mundo.
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