270 kilómetros de costa, 64 de longitud, una anchura máxima de 12 kilómetros, una superficie de más de 500 km² y un sinfín de ciudades y pueblos con encanto en tres países diferentes. Así es el lago Constanza, una combinación de historia, cultura, naturaleza y deporte única en Centroeuropa, una opción más que recomendable para aquellos viajeros que quieren vivir experiencias diversas sin recorrer grandes distancias.
Unas dos millones y medio de personas viven en el entorno del lago Constanza, la mayoría de ellas en la orilla alemana, —en el estado de Baden-Wurtemberg y un trocito de Baviera—, que es la más extensa y discurre del noroeste al sur del lago. Al oeste queda la franja costera suiza mientras que al sur nos encontramos ya en Austria y muy cerca de Liechtenstein.
Lago Constanza, la Costa Azul alemana
Del Lago Constanza o —Bodensee en alemán— dicen que es la Costa Azul centroeuropea. Podríamos pensar que a cualquier cosa llaman hoy en día Costa Azul —como a cualquier cosa llaman Venecia— pero cuando te subes a bordo de un transbordador y contemplas el azul del agua, las cumbres nevadas de los cercanos Alpes Suizos y el fulgor verdoso de la campiña comprendes que el lago Constanza es un entorno geográfico singular que merece una oportunidad. Porque si hay algo en lo que Bodensee coincide con el sur de Francia es en esa actitud vital y diáfana, esa sensación de que el mundo debe disfrutarse y no sufrirse.
Nosotros comenzamos a disfrutar en Constanza, ciudad que hace frontera con Suiza y que es la más poblada del lago formando junto a la localidad suiza de Kreuzlingen un solo casco urbano sumando entre ambas más de 100.000 habitantes. Desde aquí parten buena parte de los ferrys que recorrer el lago con lo que puede ser un buen campo base.
Pero, además, Constanza nos empieza a empapar de ese ambiente distendido que aflora en todo el lago. La zona más interesante de la localidad está al sur del Rin —el río que vierte sus aguas al lago—, donde encontraremos el típico casco antiguo con sus casas de colores en Münsterplatz o Marktstätte, las seductoras tabernas y los bancos repletos de turistas, sobre todo cuando el sol hace acto de presencia.
Por cierto, la climatología en Constanza es bastante moderada: el lago favorece un clima oceánico con temperaturas ligeramente superiores a las regiones limítrofes. Con todo, mejor llevar chubasquero, porque cuando llueve, llueve…
De Constanza nos vamos a Mainau —la isla de las flores— a pocos kilómetros al norte. Es uno de los imperdibles de Constanza por el festival visual y olfativo que ofrece a los viajeros: casi 50 hectáreas de flores rodeando un palacio rosado del siglo XVIII. La isla es propiedad de la familia Bernadotte que para mantener este trocito de paraíso en Constanza cobran entrada a los visitantes… pero merece la pena.
Por cierto, los premiados del Nobel se reúnen cada cierto tiempo en el palacio de los Bernadotte como parte de los eventos vinculados a estos premios que les llevan también a Lindau, al sur del lago: hace unos años, por ejemplo, 36 laureados con el Nobel firmaron la conocida como Declaración de Mainau contra el cambio climático que sucedía a la firmada en 1955 contra las armas nucleares. Suponemos que en este agradable entorno es más fácil ponerse de acuerdo para firmar manifiestos.
Pasamos a la orilla este del Bodensee para llegar a otra de las localidades más celebradas del lago: Meersburg. Pero antes de ello debemos recomendar la visita al poblado de Pfahlbauten, un poco más al norte, un entorno incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco que cuenta con un museo al aire libre que recrea el modo de vida de los primitivos pobladores prehistóricos del lago.
Ya en Meersburg, nos deleitamos con su casco medieval, sus viñedos y sus dos castillos. El Altes Schloss comenzó a construirse en el siglo VII, en los albores de la Edad Media, sufriendo diversas ampliaciones en siglos posteriores. Su ubicación en lo alto de una colina ofrece a los visitantes unas estupendas vistas del lago. La mayor parte de las 30 estancias del castillo son visitables, manteniendo el mobiliario y la decoración de diferentes épocas. Por su parte, el Castillo Nuevo fue construido en el XVIII y llegó a ser residencia de los Príncipes Obispos de Constanza.
Y es que tal vez Meersburg sea la localidad que mejor encarna el espíritu del lago Constanza, con su Oberstadt o Ciudad Alta plagada de callejuelas, toda ella muy pulcra, aseada y amable, y su paseo marítimo donde abundan las tabernas y restaurantes donde tomarse una buena cerveza mirando al lago.
Seguimos nuestra ruta por la orilla alemana de Constanza en Friedrichshafen, otra de las principales localidades del lago con sus casi 60.000 habitantes. Friedrichshafen es conocida principalmente por la ser la sede de la firma Zeppelin que dio nombre a aquellas míticas aeronaves que surcaron los cielos de buena parte del mundo durante la primera mitad del siglo XX. Ahora que, al parecer, los dirigibles despiertan nuevamente el interés de los investigadores aeroespaciales, tal vez sea un buen momento para acercarse al Museo Zeppelin… y, por qué no, subirse a uno para disfrutar desde el aire del paraíso acuático del Bodensee.
Y ya que estamos en Friedrichshafen conviene recordar que el lago Constanza es un destino ideal para los amantes de los deportes al aire libre. Por supuesto, este territorio ofrece un entorno ideal para la práctica de deportes acuáticos como la vela, el windsurf o el piragüismo, pero también es muy frecuentada por amantes de la bicicleta: y es que bordeando la costa tenemos casi 280 kilómetros de carriles bici y rutas ciclistas. Y no nos olvidemos de las piscinas naturales que encontraremos a lo largo de buena parte del lago.
Lago Constanza: la orilla austriaca y la orilla suiza
Tras visitar Lindau, con su precioso casco antiguo sobre una isla, y Wasserburg, —ambas en la pequeña franja bávara que da al lago— entramos en Austria donde no podemos dejar de acercarnos a Bregenz, una de las localidades más bellas de Constanza. Este pueblo de 28.000 habitantes es popular en toda Centroeuropa por acoger un festival escénico que sitúa su escenario principal sobre el agua del lago: la Sinfónica de Viena hará las delicias de los aficionados a la música clásica. Y tampoco podemos perdernos el Museo de Arte de Bregenz con interesantes piezas de las últimas vanguardias.
Terminamos nuestra ruta por el Lago Constanza en la parte suiza que discurre desde del Aeropuerto de San Galo-Altenrhein al sur hasta al Untersee, al norte, zona de entrada del Rin al lago. Rorschach, Arbon y Romanshorn son las primeras localidades que nos encontramos en la zona suiza, todas ellas marcadas por sus entrañables cascos históricos.
Entre ellas, Romanshorn destaca especialmente por dos curiosas atracciones: Locorama y Autobau. La primera de ellas es un insólito museo del ferrocarril con una simulación de maquinista de tren que pueden probar los visitantes. Y Autobau es un museo automovilístico que incluye desde coches de época hasta los últimos bólidos de la Fórmula 1.
Nos despedimos ya del Lago Constanza, el rincón de los tres países, un escapada exquisita y entrañable marcada por el sabor distinguido y elegante de los países que lo rodean: historia, naturaleza, deporte y muchos bons vivants en uno de los refugios más sofisticados de Europa Central.
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