Si en España asociamos la Fiesta de Todos los Santos con un día triste y lluvioso, en México celebran el Día de los Muertos colocando ofrendas en los altares en su memoria, además de cantando y bailando alrededor de sus tumbas … Una mirada retrospectiva a una fuerte tradición que tiene lugar cada año a finales de octubre y principios de noviembre.
Decía Octavio Paz en su obra que “Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es palabra que jamás se pronuncia, porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente”.
Esta fascinación mexicana por la muerte estalla en todo su esplendor el Día de los Muertos, que celebra el regreso a la tierra de los seres queridos fallecidos. Este Día de Muertos se lleva a cabo entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre, pero puede durar aún más en algunas comunidades indígenas. A pesar de algunas variaciones según la región, se dedica primero a los niños desaparecidos (“los angelitos”) y luego a los adultos.
¿En qué consiste el Día de los Muertos en México?
En erigir altares en memoria de los difuntos. Entonces, ¿qué es la “fiesta de los muertos”? En pocas palabras, ¡es un poco como si los muertos regresaran a casa para la fiesta!
Las familias instalan altares en el suelo o en una mesa de su casa, o incluso en los espacios públicos (en la calle, en los comercios, en las salas de asociación, etc.), en memoria del difunto. El altar se cubre con un mantel o papel de colores, decorado en el frente y los lados, con papeles picados, que representan calaveras o siluetas de esqueletos. Estos altares suelen estar decorados con una foto del difunto, objetos que le pertenecieron, velas encendidas, copal en su incensario y una taza de agua bendita …
Por no hablar de las flores, a menudo caléndulas amarillas o anaranjadas (flores blancas para los niños que han muerto sin bautismo). Siempre se muestra el mayor cuidado para todos los preparativos, cada pequeño detalle, porque en el imaginario popular un muerto puede traer prosperidad (por ejemplo, buenas cosechas) o desgracia (enfermedad, accidente, dificultades económicas, etc.) a su familia según la seriedad con la que se realizan los rituales. Esta es la manera en la que la Unesco explicaba la importancia de este Patrimonio cultural.
Celebrar en honor a nuestros muertos
Pero es sobre todo la comida la que ocupa un lugar destacado en las fiestas. Los mexicanos preparan los platos favoritos de los difuntos: tamales (tipo de tortillas hechos con harina de maíz rellenos, salados o dulces), moles (salsas con pimientos, chocolate, cebolla, maní y varios ingredientes que acompañan a los platos de carne), frijoles negros, chocolate caliente, café picante, fruta… ¡Y una botellita de mezcal o tequila!
En los días previos a las fiestas, los panaderos y pasteleros preparan “calaveras” (calaveras de azúcar o chocolate), “pan de muertos” (un pan brioche espolvoreado con azúcar) o incluso calabazas confitadas en azúcar de caña y jengibre. Se cree que los muertos saborearán la esencia de estos platos … pero son los vivos los que se los comerán al final de las fiestas.
El 2 de noviembre, las familias van al cementerio, haciendo un camino con pétalos de flores y encendiendo velas para guiar a las almas hasta las tumbas. En esta ocasión, limpian las tumbas, las decoran con flores, colocan ofrendas allí, antes de transformar el cementerio en un merendero: allí comen, bailan, cantan y tocan la música que le gustaba al difunto. Es una despedida con todos los honores para aquellos que se han ido.
Los orígenes aztecas e hispanos del Día de Muertos
Este ritual no es nuevo: los aztecas ya visitaban regularmente las tumbas de los difuntos para dejar ofrendas. También celebraron a los muertos en dos fiestas: Miccaihuitontli para los niños y, veinte días después, Hueymiccalhuitl para los adultos.
Pero el legado más flagrante que dejaron es, sin duda, la omnipresencia de cráneos y esqueletos: En el pensamiento prehispánico, la muerte no era un final sino una etapa del ciclo de muerte y renacimiento. El arte precolombino abunda en representaciones de calaveras, tibias cruzadas, deidades carnosas total o parcialmente. Estos motivos iconográficos ilustran el poder de regeneración y el poder fertilizante de la muerte.
Durante la conquista española prevaleció la fe católica, trayendo nuevos rituales a las ceremonias, como erigir altares con vino y pan para apaciguar las almas. También incluyó elementos, como los bailes macabros donde golpeaba la muerte sin distinción social, que fueron asimilados por los indígenas.
El nacimiento de Calaveras y Catrina
Esta tradición y su imaginario fueron retomadas a principios del siglo XIX por dos famosos dibujantes, Manuel Manilla y José Guadalupe Posada, quienes inventaron las calaveras: son esas calaveras humorísticas que se parecen extrañamente a los humanos. Esbozaron así toda la sociedad mexicana en forma de esqueleto: los religiosos, los militares, la burguesía, los nativos …
El personaje de Catrina, el esqueleto de una dama de la alta sociedad, vestida con ropas lujosas y usualmente con sombrero, rápidamente se convirtió en emblemático del Día de Muertos.
Esta colorida figura de papel maché fue creada en 1912 por el artista mexicano José Guadalupe Posada. Se ha convertido durante el siglo XX en uno de los símbolos del Día de Muertos e incluso en un ícono de la cultura mexicana. A los mexicanos les encanta disfrazarse y encarnar este personaje simbólico en la fiesta de los muertos.
Deseando representar la muerte a la alta sociedad, el dibujante optó por pintar el busto del esqueleto de una anciana, elegantemente vestida y con un sombrero adornado con plumas de avestruz. El esqueleto lleva el nombre de “Calavera Garbancera” en la base. No fue hasta el cuadro de Diego Rivera “Sueño de una tarde de domingo en el Parque Alameda” que se llamó “Catrina”.
Hoy en día, esta tradición no es del todo impermeable a otras culturas: así, es cada vez más común ver niños disfrazados de vampiros o monstruos, pidiendo golosinas o monedas, desde que cae el Día de Muertos, al mismo tiempo que Halloween. Y al contrario también: el Día de Muertos se realiza en el sur de Estados Unidos, donde muchos inmigrantes mexicanos mantienen sus tradiciones.
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