El reclamo son los colores de las viviendas, testimonios de la arquitectura popular del entorno de la sierra de Ayllón, entre las provincias de Segovia, Guadalajara y Madrid. Pero cuando el viajero saca sus primeras fotos se olvida de los likes de Instagram y descubre que detrás de los singulares tonos de la piedra, late la historia de unos pueblos serranos que hoy tratan de resistir al azote de la despoblación.
Y ese debe ser el objetivo final de un viaje, aunque sea a la vuelta de la esquina, descubrir que, más allá de fachadas más o menos fotogénicas, de paisajes más o menos radiantes, existe una historia que conocer que debemos transmitir, porque una vez que el viajero deja el destino de “cuento”, sus casas de colores (y sus problemas) seguirán allí.
El color de la melancolía en la sierra de Ayllón
Negro, amarillo y rojo que tiñen las piedras de las casas y otras construcciones de varios de los pueblos del noreste de Segovia, en la ladera norte de la sierra de Ayllón: la pizarra negra, la amarillenta cuarcita y la arenisca ferruginosa rojiza que, en algunos casos se mezcla, y que en otros aparece dominante en varias viviendas lo que clasifica a cada pueblo en una categoría.
Nosotros combinamos la carretera y el sendero para descubrir estas diminutas localidades que son, como dijo Buñuel de Las Hurdes, terrible poesía para al viajero, cuadros de una arrebatada nostalgia cuyos colores animan la agridulce historia que nos narran.
El sendero de los pueblos negros
En esta primera parte de nuestra ruta, dejamos el coche a las puertas de Becerril, en el municipio de Riaza, donde arranca una exigente senda de 15 kilómetros con un considerable desnivel (más de 500 metros) que nos llevará a conocer a pie tres de los pueblos negros del noreste segoviano.
Según el INE, Becerril contó en 2022 con 3 habitantes censados, por los 10 que tenía hace una década, y los 60 que vivían aquí a mediados del siglo XIX. Un hotel rural al oeste del pueblo recientemente inaugurado es la primera piedra para salvar del olvido a esta aldea ubicada a más de 1.200 metros de altura.
Ya en la preciosa iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, de época románica, puede apreciarse el uso de piedras de diferentes tonos, como también vemos en buena parte del pavimento de las calles o en las tapias que delimitan las parcelas, generadas con lajas de pizarra. Y es que en los alrededores de este pueblo también hubo una mina de ampelita, una pizarra blanda y de tonos claros.
Al sur del pueblo podemos pasarnos por el Mirador Estelar, otro testimonio de los ensayos, en este caso de la administración pública, para revitalizar el territorio aprovechando otros de sus recursos: la falta de contaminación lumínica que permite disfrutar del espectáculo estelar en el cielo nocturno.
La senda de los pueblos negros continúa siempre hacia el sur hasta que se asciende la cima de Valdebecerril, en la frontera con Guadalajara, con sus más de 1750 metros de altura, desde donde disfrutarás de las vistas del parque natural del Hayedo de Tejera Negra y del Hayedo de Pedrosa, dos de los bosques de hayas más meridionales de Europa.
Ponemos rumbo ya a El Muyo, uno de los emblemas de la vertiente segoviana de la sierra de Ayllón y mejor testimonio de la arquitectura negra de este entorno. Con sus 10 habitantes, el pueblo resiste restaurando algunas de estas viviendas de pizarra mientras que otras permanecen en ruinas. Y es caminando por estas calles cuando el viajero siente el aguijonazo de la nostalgia de la vida rural, con sus luces y sus sombras.
En tres kilómetros hacia el norte llegamos a Serracín de cuya iglesia de la Natividad resiste la espadaña en la que se aprecia esa singular combinación de colores que tanto llama la atención: aquí es el rojo de la piedra ferruginosa el que destaca, mientras que en muchas viviendas dominan las lajas de pizarra negra en algunos casos con marcos y dinteles de piedra roja u ocre.
De Serracín a Becerril son otros tres kilómetros a pie cruzando el río Cambrones que, junto al Hociquilla, han animado esta exigente, pero inolvidable ruta por los pueblos negros.
Pueblos amarillos y rojos
Cogemos el coche para la segunda parte de la ruta que nos lleva en primer lugar a Madriguera, a 10 minutos al norte de Becerril, tomando ya la SG-V-1111, la carretera que conecta los pueblos y pedanías del municipio de Riaza.
De los 750 habitantes que tuvo esta localidad a mediados del XIX a los poco más de 20 que tiene en la actualidad. Y es que, de antiguo, Madriguera fue un importante núcleo comercial y de servicios en la zona. Actualmente, varios establecimientos turísticos atraen a los viajeros que disfrutan de la incontestable belleza de sus viviendas construidas con piedra ferruginosa y adobe que contrasta en ocasiones con pizarras negras o grises y bloques claros de cuarcita.
A tres kilómetros al este de Madriguera visitamos El Negredo, de 9 habitantes, que se ha mantenido prácticamente estable en las dos últimas décadas. A pesar de su nombre, el tono dominante en sus casas sigue siendo el rojo como en la vecina Madriguera. Un conocido restaurante al norte del pueblo es parada obligada para disfrutar de la gastronomía serrana: carne a la brasa de encina, torreznos, croquetas de rabo de toro, morcilla… Suena bien, ¿no?
Si sigues hacia el este llegarás a Santibañez de Ayllón, ya en la frontera con Soria, pero nosotros regresamos hacia el oeste, pasamos de nuevo por Madriguera, para visitar el último de los pueblos rojos, Villacorta que cuenta con algunos de los mejores testimonios arquitectónicos del entorno, como su adorable plaza.
Y a 5 minutos al oeste, siguiendo la SG-V-1111 que conecta al poco con Riaza, cabecera municipal, llegamos a Alquité, con apenas un puñado de vecinos, un bar y la iglesia de San Pedro. Adscrito popularmente a los “pueblos amarillos”, en sus calles encontramos viviendas “multicolor”, aunque el tono ocre domina en algunas casas o en las paredes y espadaña de la iglesia, así como en su estupenda portada románica con arquivoltas que ha sido relacionada con la Sala Capitular de la Catedral de El Burgo de Osma.
Y nuestra última parada descubriendo la ruta del color de Segovia es Martín Muñoz de Ayllón, el mejor ejemplo de la arquitectura amarilla de la sierra dándose insólitas combinaciones de negro y ocre en las paredes de varias viviendas, algunas rehabilitadas. Desde la plaza de Escorial de este pueblo decimos hasta luego a este rincón segoviano esperando volver en breve para narrar un nuevo capítulo del cuento de los pueblos de colores de la sierra de Ayllón.
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