Uno de los grandes placeres que se pueden disfrutar durante un viaje al Próximo Oriente es disfrutar del típico café árabe. ¡Toda una sorpresa! Que nadie espere una bebida parecida a nuestro expreso. Tomarse una taza de café árabe y todo el ritual que rodea su elaboración, es paladear tradiciones ancestrales y degustar el sabor del exotismo. De hecho, el proceso ceremonioso de preparar, servir y beber el café en los países árabes ya forma parte de la lista del Patrimonio Intangible de la Humanidad de la UNESCO.
¿Te apetece una taza? ¿Aunque sea virtual? Pues sigue leyendo y descubrirás algunos de los secretos de este elixir tan especial.
El origen del café
En muchas ocasiones asociamos el café con las grandes plantaciones que existen en América Latina, y especialmente lo vinculamos con países como Colombia o Brasil. Sin embargo, la práctica de tomar café se originó en Abisinia, en el territorio de la actual Etiopia. Fueron los pastores de esas tierras los que comenzaron a comerse los granos de dicha planta. Sí, los granos. Esos son los antecedentes legendarios del café árabe.
Unos cuentan que los pastores observaron que cuando algunos pájaros picoteaban los frutos de la planta del café, volaban más rápido y eran capaces de hacer piruetas imposibles. Aunque hay otros historiadores de la gastronomía que aseguran que fueron las cabras las que llamaron la atención de los ganaderos, ya que observaron que cuando mordisqueaban los granos de café corrían y saltaban más desaforadas de lo habitual.
Así que el paso siguiente estaba claro. Había que probar esos frutos rojos de la planta para descubrir si tenían realmente tales efectos estimulantes en las personas. Obviamente, al morder y masticar esos granos en crudo, el sabor distaba mucho de ser agradable. Pero ese fue un paso imprescindible en la historia del café árabe. Un relato que iba a continuar ya en la Península Arábiga.
Historia del café árabe
Como ya hemos avanzado, morder los granos de café e incluso hacer una infusión con ellos, sirvió para comprobar que no era algo delicioso, ni mucho menos. De modo, que las leyendas cafeteras continúan y narran que de forma casual, en un monasterio se despreciaron esos granos y se lanzaron al fuego. Y entonces surgió la maravilla. Conforme se iban tostando, aquellos frutos proporcionaban un aroma de lo más apetitoso.
Así que se volvió a repetir el proceso de infusionar los granos, pero una vez tostados y molidos. El resultado es que se había inventado la bebida de café. Y en cuanto se descubrió su sabor, así como sus efectos, de una forma rapidísima se extendió su consumo. Fue entonces cuando el producto cruzó el mar Rojo y llegó a tierras arábigas, donde como su nombre indica se iba desarrollar toda la riqueza cultural y gourmet del café árabe.
El territorio de Yemen se descubrió idóneo para plantar café y desde ahí se extendió por Arabia, Turquía, Persia y Egipto. En todos estos lugares de credo musulmán, donde el alcohol está prohibido, el café se convirtió en la bebida perfecta para animarse. ¿Sabías que la palabra “café” es una evolución del término turco “khave”, el cual se originó en el árabe “ghawa” que podemos traducir por algo así como vino?
El éxito mundial del café
Desde todos esos territorios orientales, el café se expandió por Europa y más tarde llegó a América. Es obvio que hoy en día es una bebida presente en casi cualquier rincón del planeta. Y como tantas otras cosas, en cada territorio la manera de consumirlo se ha adaptado a los usos y costumbres de cada lugar.
Hay destinos cafeteros por excelencia. Ya hemos nombrado lugares como Colombia o Brasil. Pero también hay sitios vinculados a esta infusión como Italia, tierra del expreso o el capuchino. Y es que en cuanto a mezclas el café es una de las bebidas más versátiles. Es famoso el café irlandés, el americano, nuestro cortado o el carajillo, o el café vienés. Por no hablar de postres como el tiramisú o el helado de café. Sin embargo de todo este repertorio, tal vez la bebida con más personalidad y bagaje cultural sea el café árabe.
El café árabe, patrimonio de la humanidad
Durante siglos el café para los árabes ha sido algo más que una bebida. Es el vehículo para la interacción social. En torno a un café pueden pasar horas de charla. Y no solo eso, la costumbre entre beduinos es tener siempre café preparado para el viajero. Es un elemento clave y delicioso de exquisito concepto de la hospitalidad.
De ahí que haya todo un ritual rodeando la café árabe. El primer paso comienza con la selección de granos para la ocasión. Unos granos que después se tuestan un poquito en una sartén plana, un paso imprescindible para luego molerlos en un mortero de cobre. De ahí pasan a una cafetera del mismo material donde se infusionan. Cuando ya ha salido el manjar, se traslada a otra cafetera más pequeña que es con la que se sirve en tazas pequeñas.
Ya solo queda probarlo. Según en qué lugares lleva más o menos cardamomo, o azafrán, e incluso otras especias. Su sabor, su textura, su aroma, todo es distinto. Es exotismo puro. Una experiencia imperdible y necesaria para conocer lo mejor de la cultura árabe. Al fin y al cabo, estaremos viviendo un momento y saboreando una bebida que es Patrimonio de la Humanidad.
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