No hay lugar en Italia en el que no se coma pasta. Convertido en símbolo de la gastronomía italiana, este alimento ha traspasado fronteras siendo uno de los recursos habituales en las cocinas de medio mundo. Pero, aunque su método de preparación sea muy sencillo, el origen de la pasta italiana está plagado de misterios. ¿Fueron los etruscos los primeros en preparar una masa partiendo de la sémola de trigo? ¿Tal vez Marco Polo trajo la idea de China? ¿No serían los musulmanes? A continuación, desgranamos la historia de la pasta italiana y su enrevesado origen.
La historia de la pasta italiana: los etruscos
Ravioli, espagueti, tortellini, fettuccine, tallarines, macarrones… Actualmente hay decenas de tipos de pasta cuyos nombres responden a su forma y acompañamiento, pero en esencia se trata de un alimento muy sencillo: sémola de trigo duro mezclada con agua que se seca tras darle una forma concreta. Tan sencillo que existen diversos candidatos a inventor a lo largo de la historia. Para empezar, debemos viajar a las profundidades de la Italia prerromana para conocer una de las civilizaciones europeas más enigmáticas: los etruscos.
Formada por una suerte de confederación de ciudades-estado en la zona de la Toscana, los etruscos llegaron a dominar el centro-norte de Italia desde el IX hasta el V a.C. hasta que fueron los propios romanos los que precipitaron su final. Aún hoy, el origen de esta civilización sigue siendo debatida por los historiadores, aunque la tesis que defiende un origen autóctono —no oriental ni nórdico— es la que más apoyos tiene.
Los etruscos no solo se diferencian de los romanos en diversas consideraciones sociales —una de sus facetas más sugerentes es el papel de la mujer en su sociedad, mucho más relevante que en las civilizaciones posteriores—, sino también en la alimentación.
En este sentido, la primera teoría de peso acerca del origen de la pasta se encuentra en las cocinas etruscas: serían ellos los primeros que elaborarían pasta a través del machaque y la trituración de diversos cereales mezclados con agua. Una vez generada la pasta se cocía dando como resultado un alimento sabroso y energético, ideal para soportar largas horas de trabajo físico. La aparición de instrumentos de trabajo en diversas decoraciones funerarias de época etrusca apoya esta teoría: en ellas se distinguen tablas de amasar, rodillo y ruedas dentadas.
No obstante, esta conjetura tiene un punto débil: ¿por qué pasaron tantos siglos hasta que se recuperase la receta de la pasta etrusca y se reintrodujese en la cocina italiana a partir del siglo XI? Y es aquí donde hace acto de presencia un tal Marco Polo.
La historia de la pasta italiana: los viajes de Marco Polo
Aunque también existen indicios de la presencia de pasta tanto en la civilización griega como romana, —otros símbolos de la gastronomía italiana como la lasaña habrían surgido en las cocinas de la Antigua Roma— no existen suficientes fuentes que certifican la influencia de la supuesta pasta etrusca en las civilizaciones posteriores que dominaron la península itálica.
La historia (y el mito) nos llevan entonces hasta China, donde se conoce la existencia de fideos desde hace 4.000 años. Pero los fideos chinos se hacían esencialmente con mijo y no con trigo como en Europa occidental. Uno de los primeros europeos en probar los fideos chinos habría sido Marco Polo, presente en el país asiático a finales del siglo XIII.
En el capítulo CLXXI de Los viajes de Marco Polo se hace referencia a la pasta china lo que generó una de las muchas leyendas asociadas al mercader veneciano: él habría sido el artífice del invento de la moderna pasta italiana al haber compartido con sus compatriotas el hallazgo de los fideos chinos: los italianos solo tuvieron que cambiar el mijo por trigo y voilà: nace la pasta italiana.
Sin embargo, la mayoría de historiadores tienden a poner en entredicho una buena parte de las leyendas asociadas a Marco Polo debido también a algunas de las incongruencias que arroja el, por otro lado, libro de viajes más famoso de la historia. Y es que existen referencias que hablan de la pasta italiana un siglo antes de los viajes del mercader. Así que nos vemos obligados a retirar el título honorífico de introductor de la pasta en Italia al pobre Marco.
La historia de la pasta italiana: la influencia musulmana
John Dickie, profesor de estudios italianos de la University College de Londres y autor de ¡Delizia! Una historia de los italianos y su comida afirma haber encontrado una referencia irrefutable de que la moderna pasta italiana no tiene nada que ver con la pasta china… ni con Marco Polo: existe constancia de la existencia de una empresa de exportación de pasta en Sicilia… ¡en 1154!
¿Y cómo llegó la pasta a Sicilia? La isla italiana siempre recibió la ‘visita’ de numerosos pueblos extranjeros. Durante los siglos IX y XI, los musulmanes serían los dominadores de las costas sicilianas. Ellos serían los encargados de diversificar la agricultura isleña con la introducción de pistachos, limones o almendras dejando una fuerte impronta en la gastronomía siciliana que, aún hoy, se mantiene en buena parte de sus platos más típicos.
En este sentido, algunos historiadores afirman que el denominado itriyya —una suerte de tiras larga y delgadas de masa seca— que aparece en un texto de Al-Idrisi, cartógrafo de Ruggero II de Sicilia podría haber estado elaborado a base de sémola de trigo, que ya era el principal cereal de la isla. Estos historiadores señalan que se trata de la primera referencia a la producción industrial de pasta en Europa.
¿Fueron entonces los musulmanes los artífices de la introducción de la pasta en Italia vía Sicilia? Lo más probable, y tal como sucede con otros alimentos de discutida paternidad, es que la pasta sea un producto del intercambio entre diferentes culturas: un proceso de perfeccionamiento de la elaboración de un alimento que pronto se demostró ideal para la exportación: sencillo de preparar, almacenar y transportar.
Ya en el siglo XX, a través de la inmigración italiana, la pasta se extendió rápidamente por todo el mundo. Hoy en día, no hay ciudad en el planeta sin un restaurante de comida italiana que ofrezca en su carta una buena cantidad de pasta. Sea cual sea su origen, lo cierto es que es uno de los grandes hallazgos de la historia de la gastronomía mundial.
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