Con sus 83 kilómetros cuadrados de superficie y sus poco más de 12.000 habitantes censados, Formentera es un oasis en el Mediterráneo. Y quiere seguir siéndolo. Para lograr el objetivo de sostenibilidad que se han marcado desde el Consell Insular de Formentera, la isla está poniendo en marcha varias iniciativas pioneras en España que se marcan como meta controlar el impacto medioambiental que tiene el turismo en su territorio, tanto en la tierra como en el mar.
Ya en 2015 se planteó la limitación de entrada de turistas con el pago de una tasa disuasoria tal y como ya se proponen en otros lugares sobreturistificados del mundo caso de Venecia. Pero el impacto del turismo en un destino como Formentera es estacional, al contrario que en la ciudad italiana. Durante los meses de verano, la población de la isla se multiplica por cuatro y su efecto se deja notar en la contaminación, en los residuos, en los recursos y en el propio ritmo de vida de los locales.
Tradicionalmente, el efecto del turismo solo se valoraba desde perspectivas económicas, atendiendo a criterios de rentabilidad. La ecuación parecía sencilla: más turistas, más trabajo, más rentabilidad, más inversiones. No se tenían en cuenta otros criterios menos cortoplacistas: pocos asumieron que el territorio, el medio ambiente, no podría soportar este crecimiento infinito que parecía sostener la industria turística más agresiva. Las consecuencias de este disparate las podemos palpar en muchos puntos de España: Formentera no quiere ser otra Manga del Mar Menor.
“Todo el mundo, en tres meses, ingresa para todo el año”, se escucha a muchos pequeños empresarios de las islas. Muchos de ellos no ven con buenos ojos algunas de las propuestas que llegan desde las organizaciones ecologistas y del Consell Insular. ¿Cómo combinar la sostenibilidad con la rentabilidad de la industria turística que domina casi toda la isla? Es la pregunta del millón.
Es, en realidad, la pregunta que todo el sector se hace a nivel mundial. La solución, sin duda, pasa por una transformación gradual. Un cambio por fases que tenga en cuenta tanto la importancia fundamental del turismo en el tejido económico pero que comience desde ya aplicar una regulación eficaz para asegurar la sostenibilidad de los territorios.
Formentera.eco: regulación para circular en la isla
Formentera quiere aplicar desde ya esos criterios de sostenibilidad para que “tus hijos continúen enamorados de Formentera”. El pasado verano, el Consell Insular aplicó por vez primera una regulación de circulación de vehículos que es pionera en España. “El ritmo natural y la paz que se respira en Formentera son la esencia de la isla” y las autoridades formenteranas asumieron que la multiplicación de vehículos circulando por la isla en los meses de verano había superado los límites tolerables. Era hora de actuar.
Formentera.eco es un proyecto que exige a los visitantes que acudan con sus vehículos a la isla la necesidad de reservar plaza. Un trámite muy sencillo y rápido que tiene un coste simbólico: 1 euro por coche y 0,50 por moto. El objetivo es no superar el techo de vehículos marcado por el consejo insular: 2.280 turismos para uso particular y 2.700 turismos para alquiler; 230 motos para uso particular y 7.000 motos de alquiler.
Aliviar la presión de las carreteras y regular la llegada de vehículos procedentes en su mayoría de la vecina Ibiza están entre los propósitos del proyecto que no permite, así mismo, ni quads ni caravanas o autocaravanas. En el caso de las primeros debido a “los daños que ocasionan en la red viaria de Formentera, especialmente a los caminos de tierra”, mientras que en el caso de las autocaravanas y caravanas porque el camping no está permitido en todo el territorio formenterano.
Save Posidonia Project: salvar las praderas de Posidonia
Formentera también está concienciada con la custodia de su gran tesoro marino: la posidonia. Se trata de una planta que forma praderas entre la superficie y los 40 metros de profundidad en “aguas de calidad” como las de Formentera. La posidonia es fundamental para el equilibrio ecológico de la isla al filtrar los sedimentos ofreciendo esa transparencia legendaria de las aguas que bañan Formentera. La isla cuenta con 7.650 hectáreas de posidonia… amenazada por diferentes agentes externos.
El amarre de muchos barcos con anclas y cadenas que barren el lecho marino, la contaminación marina con aguas residuales, la extracción de arena y dragados en los puertos y muelles o el aumento en la temperatura del agua son las amenazas principales de estas praderas que son reconocidas por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
El proyecto Salvar la Posidonia, que nace en 2017, engloba una serie de iniciativas que tratan de contener las amenazas de estas praderas marinas así como fomentar el estudio de las mismas. Save Posidonia Project incluye desde mesas de trabajo que se reúnen anualmente, un festival cultural que se celebra a mediados de octubre, así como una curiosa campaña para “apadrinar” la posidonia: hasta el momento las donaciones han conseguido salvar casi 250.000 metros cuadrados de pradera.
Tanto Formentera.eco como Save Posidonia Project tratan de marcar el camino del futuro de Formentera, un futuro que pasa por lograr asentar las bases de la sostenibilidad medioambiental sin menoscabar el sector turístico de la isla, fundamental para la mayoría de sus habitantes. Concretar el etéreo concepto “turismo sostenible” empieza aquí, empieza en Formentera.
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