Las fronteras entre países suelen corresponderse con determinados accidentes geográficos, los ríos suelen ser una buena excusa, pero en realidad resultan ser bastante arbitrarias. Ahora estás en España, pero cruzando esta línea ya estás en Francia. Y ese simple paso, un poco más allá, implica un gran salto cultural y social influenciado por ambos lados de esa línea imaginaria.
Quisimos experimentar esa extraña sensación de sentirte en casa y fuera al mismo tiempo y viajamos hasta los Pirineos Orientales franceses para conocer de cerca los pueblos de Font Romeu y Les Angles en la región conocida como las Neiges Catalanes. Recorrimos sus estaciones de esquí, por supuesto, pero descubrimos muchos más rincones y aprendimos que, aún sin saber esquiar, se puede disfrutar de la nieve y la alta montaña. ¿No me crees? Pues sigue leyendo.
Les Angles
A comienzos de la década de 1960, el pueblo de Les Angles enfrentaba un severo éxodo rural, viendo su población reducida a tan solo 250 habitantes. Ante esta crítica situación, el alcalde de aquel entonces, Paul Samson, junto con su consejo municipal, se propuso encontrar una solución que revirtiera el declive del pueblo. Inspirándose en el modelo de éxito de las estaciones de esquí del Pirineo Central, concibió la idea de transformar las nevadas pendientes del Roc d’Aude y del Llaret en una estación de esquí.
En enero de 1964, la estación de esquí de Les Angles abría sus puertas, marcando el inicio de una nueva era para el pueblo. A pesar de que las instalaciones iniciales eran modestas y los primeros turistas tenían que alojarse en granjas debido a la insuficiencia de hoteles, el entusiasmo por esta nueva estación creció rápidamente. Con el pasar de los años, Les Angles experimentó una notable expansión, con la construcción de nuevas infraestructuras, la conversión de granjas en alojamientos turísticos y el desarrollo de una vibrante comunidad.
Hoy en día, gracias al impulso económico y a las actividades complementarias generadas por la estación de esquí, Les Angles goza de una población anual de cerca de 600 habitantes, que se incrementa a más de 18,000 durante la temporada de vacaciones de invierno, consolidándose como una de las cinco principales estaciones de esquí de los Pirineos.
La Estación de Esquí
La estación de esquí de Les Angles es un lugar perfecto para esquiar en los Pirineos de una forma tranquila y muy cómoda, hasta tal punto que algunas de sus pistas terminan en el centro del pueblo. En sus sesenta años de vida ha sabido evolucionar con los tiempos, implementando tecnologías actuales como aplicaciones para smartphones, puntos de recarga para vehículos eléctricos o una impresionante telecabina de 14 plazas, única en su tipo en el macizo.
A nivel técnico, Les Angles se distingue por su impresionante infraestructura diseñada para acoger esquiadores de todos los niveles. Con un total de 45 pistas que abarcan diferentes grados de dificultad, desde verdes para principiantes hasta negras para los más experimentados, la estación ofrece una amplia gama de opciones para disfrutar de la nieve.
Los 55 kilómetros de pistas esquiables se distribuyen en un área que va desde los 1.600 metros sobre el nivel del mar en la base hasta los casi 2.400 metros en su punto más alto, garantizando nieve de calidad durante toda la temporada. Esta diversidad de pistas, junto con un sistema de remontes eficiente que incluye la mencionada telecabina, telesillas y telearrastres, asegura una circulación fluida y accesible para todos los usuarios.
Una de las atracciones más divertidas y conocidas de la estación de esquí es el descenso en trineo monorraíl, o Luge Lou Bac. Subiéndonos a uno de sus vagones nos enfrentaremos a una bajada vertiginosa de dos kilómetros sobre un monocarril, en la que se alcanza una velocidad de hasta 42 kilómetros por hora, aunque la sensación es incluso mayor, para descender un desnivel total de 430 metros.
A toda velocidad nos adentraremos en mitad del bosque, serpenteando entre árboles en un circuito lleno de curvas y descensos con inclinaciones de hasta un 70%. Lo que hace aún más especial a esta experiencia es la capacidad de cada participante de pilotar su propio trineo, permitiéndonos gestionar sus frenadas y controlar la velocidad con total seguridad. Yo no pude evitar frenar en cada curva, pero los más valientes se lanzan cuesta abajo y sin frenos, nunca mejor dicho. ¿Qué harías tú?
En cuanto a las opciones de restauración, giran en torno a la Salle Hors Sac, un establecimiento situado a 2100 metros de altitud, cerca de la cima de las pistas y a solo unos minutos a pie desde la telecabina. Y, justo al lado, tenemos la posibilidad de disfrutar de una parrilla a la carta en la que los visitantes tienen la libertad de traer sus alimentos por la mañana y regresar al mediodía para asarlos en una gran chimenea o, si el clima lo permite, en una espectacular terraza con vistas a la cadena de los Pirineos.
Una visita al pueblo
El pueblo de Les Angles, con su aire medieval y sus calles empedradas que serpentean hasta la bonita iglesia del siglo XII, es también hogar de otras visitas interesantes más allá del esquí. Entre ellas, las nueve fuentes del pueblo, instaladas a principios del siglo XX, elaboradas con figuras talladas en granito de las montañas locales, testimonian la habilidad y el esfuerzo comunitario para mejorar la vida del pueblo.
La “catedral del Capcir”, como se le conoce a la iglesia Saint-Michel, es el punto central de Les Angles. Originalmente dedicada al Santo Salvador y mencionada por primera vez en el siglo X, esta iglesia ha visto el paso de los siglos con diferentes transformaciones. Reconstruida en el siglo XIX sobre los restos de su predecesora románica, la iglesia actual combina elementos góticos y románicos.
El balneario de Angleo
La integración del termalismo en Les Angles ha marcado un antes y un después en su atractivo turístico. Angleo es el mejor ejemplo de cómo el pueblo ha sabido conjugar la oferta de deportes de montaña con el bienestar termal. Con una reciente inversión de 6 millones de euros, este balneario municipal se ha establecido como un referente en toda la región. Su gran piscina interior se une por una pasarela a la piscina al aire libre para ofrecernos unas vistas espectaculares del lago y la montaña. En el mismo recinto, encontramos también otras opciones de ocio como la nueva bolera que ofrece una variada gastronomía internacional.
Font Romeu
La historia de Font Romeu comienza en 1903 con la construcción de “Les Chalets de Odeillo” y continuó con la apertura del Grand Hotel en 1913. Un establecimiento de lujo que puso a Font-Romeu en el mapa como un destino de elegancia y vida saludable. Este precioso hotel de montaña no solo atraía a visitantes con su promesa de lujo y esparcimiento, sino que también se convirtió en un catalizador para el crecimiento urbano y turístico de la zona.
La llegada del tren en 1914 amplificó este atractivo, facilitando el acceso a este enclave de montaña y reforzando su imagen como un retiro exclusivo para la élite social de la época. Los primeros turistas encontraron en Font-Romeu el lugar perfecto para disfrutar del lujo y la vida saludable, una tradición que continuaría y se expandiría con el paso de los años.
Una importante nevada en 1920 demostró las posibilidades de la región para los deportes de invierno y en 1937 se construye el primer remonte, marcando el comienzo oficial de la estación de esquí.
La estación de esquí
Font-Romeu Pyrénées 2000 ha consolidado su reputación no solo como una de las estaciones de esquí más destacadas del Pirineo por su éxito y popularidad, sino también por ser vanguardia en sostenibilidad y en innivación artificial. Algo que, por desgracia, cada vez será más necesario para mantener abiertas las estaciones de esquí.
Con 43 pistas, la estación presenta una diversa oferta para todos los niveles de habilidad: 15 pistas verdes para aquellos que se inician en el esquí, 11 azules para niveles intermedios, 7 rojas para esquiadores avanzados, y 10 negras destinadas a expertos en busca de emociones fuertes y desafíos técnicos. Esta amplia gama de pistas se ve complementada por 24 remontes modernos y eficientes, diseñados para maximizar el tiempo de esquí y minimizar las esperas, garantizando así una experiencia fluida y placentera para esquiadores y snowboarders.
Font-Romeu es también un destino muy conocido por los esquiadores alpinos, gracias a una gran oferta de rutas de esquí nórdico que suma un total de 103 kilómetros. Desde rutas de esquí de fondo certificadas que serpentean a través del bosque hasta otras áreas dedicadas para principiantes y familias, hasta un recorrido de biatlón.
A pesar de su orientación sur y de presumir de más de 3.000 horas de sol al año, la estación es capaz de mantener el 90% de su área esquiable cubierta de nieve a lo largo de toda la temporada. Este logro se debe a su avanzada red de innivación artificial, que se puso en marcha ya en los inicios de la década de los 80, convirtiendo a Font-Romeu en la primera estación de Francia en adoptar un sistema integral de cañones de nieve. Esta fuerte inversión, que ha seguido hasta ahora, ha permitido a Font-Romeu asegurar condiciones de esquí óptimas de diciembre a marzo, adaptándose al cambio climático.
Dónde comer: La Gallina
El restaurante La Gallina, ubicado a más de 2000 metros de altitud, ofrece una experiencia culinaria de alto nivel en un entorno acogedor que antiguamente servía como la central de producción de nieve artificial de la estación. Este espacio ha sido transformado magistralmente, conservando elementos originales como una impresionante ventana circular que antes albergaba un ventilador, añadiendo un toque de nostalgia y preservando el espíritu del lugar. La combinación de madera y cristal, junto con el aroma envolvente de carne, queso y vino de alta calidad consigue situar al visitante en un ambiente muy hogareño.
La Gallina ofrece una variada carta, que incluye platos tradicionales elaborados con productos locales, ya sea en el cálido interior o en su terraza con vistas al majestuoso Pico Carlit. Además, para aquellos esquiadores que buscan una opción más rápida, ofrece un servicio de venta para llevar, incluyendo sandwiches, wraps y poké bowls, perfectos para una comida sobre la marcha.
Y, por la noche, el restaurante se transforma en el escenario de una experiencia gastronómica realmente auténtica. Los comensales son transportados al restaurante en una máquina pisanieves, comenzando su aventura culinaria con un viaje de 20 minutos hasta alcanzar este exclusivo destino de montaña. Una vez allí, se embarcan en un viaje gastronómico de la mano de chefs renombrados de la región, disfrutando de un menú gourmet que no tiene nada que envidiar a otros restaurantes de alta cocina.
Una visita a Font-Romeu y sus alrededores
Los alrededores de Font-Romeu ofrecen un buen número de visitas interesantes, más allá del esquí o el senderismo en verano. Una de las sorpresas que nos encontramos a los pies de las pistas de esquí es el Musée sans Murs, un innovador concepto de galería al aire libre que se extiende por el bosque entre Font-Romeu y el Ermitage. Aquí, los visitantes pueden disfrutar de una colección de esculturas monumentales y contemporáneas, creadas por artistas de la región, convirtiéndose en la galería de arte al aire libre más alta de Europa.
Otro punto de interés es el Calvaire, situado en una de las colinas boscosas que rodean Font-Romeu, ofreciendo una vista panorámica de 360 grados sobre la Cerdagne. Desde esta altura, se pueden apreciar los picos nevados de Cataluña, desde el Canigou hasta la Sierra del Cadi, y la hermosa Capilla de l’Ermitage, que alberga una escultura que simboliza la conexión entre Font-Romeu, Roma y Santiago de Compostela.
Conviene acercarse también a ver el horno solar de Odeillo, una proeza de la ingeniería que parece salido de una película de ciencia ficción. Se trata de uno de los hornos solares más potentes del mundo ofrece a los investigadores la posibilidad de estudiar qué sucede a altas temperaturas y el comportamiento de los materiales bajo condiciones extremas.
El “Train Jaune”
Y nos falta mencionar, claro, uno de los iconos de Font Romeu y de los Pirineos Orientales. La historia de la “Línea de Cerdagne”, conocida como el “Train Jaune” o Tren Amarillo, estuvo lleva de desafíos. Este monumental proyecto ferroviario, concebido para romper el aislamiento de las comarcas pirenaicas, se materializó gracias a la visión y el esfuerzo de Jules Lax, director de Chemins de Fer du Midi, y Emmanuel Brousse, periodista y político local. Después de años de deliberaciones técnicas y económicas, el gobierno francés finalmente decidió en favor de una vía de ferrocarril de ancho métrico con tracción eléctrica, un adelanto para la época que prometía la electrificación de toda la región.
La construcción de esta línea tardó tres décadas desde su concepción hasta su inauguración en 1910. La línea, que inicialmente conectaba Villefranche-de-Conflent con Bourg-Madame, fue extendida en 1927 para enlazar con las redes ferroviarias francesas y españolas en Latour-de-Carol/Enveitg, convirtiéndose en una estación internacional única con tres diferentes anchos de vía.
A lo largo de su recorrido de 62,6 km, la línea cuenta con 650 obras de ingeniería, incluyendo 19 túneles y 40 puentes, destacando entre ellos el viaduc de Fontpédrouse (viaduc Séjourné) y el pont de la Cassagne (pont Gisclard), verdaderas proezas de ingeniería nombradas en honor a sus diseñadores. En la actualidad, realiza paradas en 22 pueblos y atraviesa algunos puntos de interés como la famosa Ciudadela de Villefranche-de-Conflent, pueblos como Evol y Llívia o algunos centros termales como el de Saint-Thomas.
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