La historia del pueblo burgalés de Poza de la Sal va ligada a dos significativos hechos: el de la extracción de la sal desde las entrañas de la tierra y el de la historia de Félix Rodríguez de la Fuente (1928-1980), el naturalista y divulgador medioambiental por excelencia en la España de los años setenta, y del cual este año se cumple el 95 aniversario de su nacimiento y 23 años de su fallecimiento en accidente de avión.
Poza de la Sal, uno de los pueblos más carismáticos de la provincia de Burgos, se encuentra a 45 kilómetros de Burgos capital, en el límite de la llanura conocida como La Bureba y el Páramo de Masa; indómitos paisajes cuyos cielos aún atraviesan águilas reales y buitres leonados en misión de otear el territorio que aún pueblan libremente corzos, zorros y jabalíes… que, a buen seguro, constituyeron las primeras imágenes de la fauna salvaje que descubrió nuestro querido Félix ‘el amigo de los animales’.
El peculiar casco antiguo de Poza de la Sal, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1982, se encuentra dentro de los restos de una muralla que se levantó en el siglo XIV. Al pueblo se accede por la Puerta del Conjuradero -ahora llamada (sin aparente motivo justificado): Arco de la Concepción- desde donde los viejos ‘sabios’ del lugar observaban, cuales águilas avizoras, los nublados del cielo para predecir el tiempo. De ahí la palabra ‘conjuradero’, que no significa otra cosa que pronosticar si se avecina tormenta o no. Cuando pases por debajo del arco, levanta la cabeza para ver el balcón corrido, porque ese era el lugar del posicionamiento de los augures.
Entramos en la Plaza Vieja a través de empinadas calles, interesante entorno donde podemos ver las antiguas casas que delimitan la plaza que se yerguen apoyadas sobre una base de piedra, y de las que aún percibimos su entramado original de madera. En esta España, que algunos califican (con razón) de vaciada, algunas de estas casas se venden por muy poco dinero, pero, en palabras del propio alcalde, la reconstrucción y puesta a punto de las viejas casas disuadiría el proyecto de instalarse a vivir en ellas.
Una de esas viejas viviendas fue la casa natal del chico más atrevido de una cuadrilla que se conocía con el nombre de ‘Dios te libre’, cuyo líder era el mismísimo Félix Rodríguez de la Fuente. Aquellos niños, curiosos e inocentes (al 50%) de los lejanos años cuarenta del pasado siglo, veían absortos la velocidad de algunas aves a las que llamaban aviones, (aunque, en realidad, eran vencejos). Mucho más tarde, en una de sus intervenciones en televisión, en la serie más famosa y por la que siempre será recordado -El Hombre y la Tierra (1973 y 1980)- Félix Rodríguez de la Fuente lo explicaría en palabras comprensibles con su cálido verbo: “No todos son vencejos. También podemos observar golondrinas y aviones comunes. Las primeras tienen la carita roja mientras que los segundos llaman la atención con su rabadilla blanca.”
En el llamado Espacio Medioambiental Félix Rodríguez de la Fuente se narra la vida, obra y casi milagros del ilustre hijo predilecto de la villa, valorando su mensaje a través de paneles interactivos. Durante todo el año 2023 se muestra una exposición sobre su infancia y tienen programadas conferencias y debates. También se han creado algunas rutas senderistas en torno al (posiblemente) más importante ecologista español al hombre que supo concienciar con su aguda oratoria a miles de personas.
Las Salinas
Visitar un castillo siempre tiene su atractivo, por muy en ruinas que esté, y el de Poza de la Sal no está precisamente en muy buenas condiciones. La subida es complicada porque las escaleras de acceso están esculpidas en la roca y, si están mojadas, son muy resbaladizas. El Castillo de los Rojas está en lo alto de la colina que domina la villa medieval, y fue levantado en el siglo XIV por la familia Rodríguez de Rojas, a la sazón señores de Poza.
Uno de los episodios más curiosos de su historia aconteció cuando mantuvo presos, en 1528, a los embajadores de Milán, Francia, Inglaterra, Venecia y Florencia… ¡todos en el mismo año! por orden del emperador Carlos I de España. Su estratégica posición controlaba el paso hacia la llanura de La Bureba, sobre todo para defender las Reales Salinas, que constituye la otra visita importante del pueblo.
Saliendo de la villa se llega a un conjunto de lavaderos, abrevaderos y fuentes construidos en el siglo XVIII, que conforman una de las obras civiles más peculiares de la villa; y desde allí vemos un puente desde el que comienza una calzada romana, una vía que estaba relacionada con la Flavia Augusta. El puente, del que destacan tres arcos de medio punto, forma parte de un acueducto que, se supone, estaría relacionado con la explotación de las salinas.
Pero sobre el tema de la sal tenemos mucho que aprender. Empezando por explicar qué significa el diapiro, palabra que describe el fenómeno geológico que provocó un importante yacimiento salino en el subsuelo terrestre que comenzó hace unos 200 millones de años -millón arriba o abajo- en el período Triásico. El sitio era ya apreciado en época de los romanos, debido a que poseía uno de los recursos más valiosos de la antigüedad: la sal… De ahí el nombre de la localidad. En aquel entonces aquella zona era la principal suministradora de sal de la península ibérica.
La época de esplendor de Poza de la Sal fue durante la Edad Media, y se debe a sus salinas. Su valor estratégico fue lo que justificó la construcción de la muralla para su defensa y el castillo. El Centro de Interpretación de las Salinas se encuentra en lo que fue la Casa de Administración de las Reales Salinas, construida en el siglo XVIII, y desde la que se controló la producción de sal hasta 1868. Allí te explican con detalle todo lo referente a la explotación de las salinas y la razón de la existencia de sal en este territorio. También te explicarán este fenómeno, único en el mundo, que fue el diapirismo.
Una vez sabido todo lo referente a las salinas, cerca del Centro de Interpretación se inicia un paseo ¡de 5 kilómetros! por el Salero y, donde se recrea la explotación de las salinas para que tengas una idea de cómo se hacía. Incluso hay una poza en la que te puedes sumergir que, debido a su gran salinidad, flotas como si estuvieras en el Mar Muerto. El viajero curioso ¡es lo que se encuentra! Ánimo.
Qué ver cerca de Poza de la Sal
En la Plaza Nueva del pueblo hay un mirador desde donde se contempla la planicie de La Bureba. Desde allí se divisa la gran llanura en la que se encuentran los Montes Obarenes, las parameras de Altotero, los Montes de Oca, la Sierra de la Demanda y el Alto de la Brújula; pero si quieres ir al grano y gozar de una vista más salvaje, tienes que ir al mirador de San Felices de Rudrón, a 45 km. de Poza de la Sal. Desde allí se divisan los cañones de Rudrón, y el río Ebro al fondo. Los protagonistas indiscutibles del paisaje son los cortados calizos, no solo por su belleza sino también por albergar una gran cantidad de rapaces rupícolas, como el águila real, el halcón peregrino, el alimoche. Allí iba nuestro Félix a ver ‘aviones’.
Claro que si lo que quieres es meterte en la piel de Félix, pregunta por la Cueva de la Verana, una oquedad natural excavada por la madre naturaleza en la ladera caliza. Fue el lugar secreto de reunión de la cuadrilla ‘Dios te libre’. Allí, Félix compartía sus aventuras con sus amigos durante su infancia “libre y prehistórica”, como a él le gustaba definirla. Allí hacían fuego… y se iban forjando como chamanes. Probablemente nuestro amigo Félix, al cobijo de la lumbre, soñó con conquistarnos a todos nosotros con la magia de su voz.
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