El último domingo de noviembre, la localidad riojana de Arnedillo se llena de humo procedente de las hogueras de romero que preparan los vecinos, mientras la figura de San Andrés es llevada a hombros por todo el pueblo. Se trata de una singular tradición con más de 130 años de historia que conmemora el fin de una epidemia que asoló la localidad.
Aprovechamos nuestro viaje a Arnedillo para conocer más de cerca la procesión del humo y los atractivos culturales y naturales de esta localidad del alto valle del Cidacos, al este de La Rioja.
Humo para ahuyentar la enfermedad
Decía Tomás de Aquino que “para alguien que tiene fe, no es necesaria ninguna explicación; para aquel sin fe, no hay explicación posible”. Aquel otoño de 1888, a los vecinos de Arnedillo no les quedó más que confiar en su fe para superar una tragedia que asolaba el pueblo: una epidemia de viruela negra que provocó muchas muertes.
Calificada como “dermatosis viral aterradora y letal”, la viruela negra es una enfermedad erradicada según señala la OMS pero que aún a finales de la década de los 70 afectaba considerablemente a países como Somalia, último caso de viruela endémica registrada.
Pero para entender la virulencia de esta enfermedad, debemos recordar que la viruela negra transportada por los europeos desde el otro lado del Atlántico fue una de las causas de la caída de Tenochtitlan: la totomonaliztli o enfermedad de las ampollas que en aquella población virgen fue aún más letal.
350 años más tarde, la población de Arnedillo se conjuró para acabar con la peste utilizando todos los recursos disponibles, incluso aquellos que no aparecían en los manuales de medicina. Acudieron a las tradiciones ancestrales y la confianza en su fe y se pusieron manos a la obra.
Prendieron hogueras con ramas de romero y grojo —nombre con el que se conoce a una variedad de enebro en localidades riojanas como Sorzano o la propia Arnedillo— con el fin de crear un ambiente purificador.
Desde antiguo, el romero ha sido usado como una planta mágica para combatir la brujería o el mal de ojo. No existía capacidad para analizar científicamente sus propiedades, pero la tradición indicaba que el romero no era una planta más: ahora sabemos que tiene propiedades antioxidantes estimulando y favoreciendo las secreciones y la producción de jugos gastrointestinales. Además, se asocia esta planta a un efecto antiséptico, fungicida y antibactericida.
Por su parte, el enebro puede tener efectos positivos en enfermedades tanto del estómago, como de la piel, eliminando hongos y bacterias, y con propiedades antiinflamatorias.
Pero para completar la cruzada contra la enfermedad, los vecinos de Arnedillo decidieron confiar también en su religión. Pusieron una vela a cada uno de los siete santos venerados en el pueblo, determinando que la última vela en apagarse señalaría al santo que saldría en procesión para invocar una solución para la epidemia.
La última vela en apagarse fue la de San Andrés, uno de los santos cristianos que protegen la salud. Y fue así como aquel día de noviembre de 1888, varios vecinos de Arnedillo sacaron al santo en procesión que cruzó la humareda que generaban las hogueras que eran atizadas por otros vecinos.
Como la epidemia de viruela negra comenzó a remitir en los días sucesivos, la población de Arnedillo se sintió en deuda con San Andrés prometiendo rendir homenaje al santo en los años venideros, sin faltar a la tradición de encender decenas de hogueras por las calles de la localidad riojana.
Arnedillo: humo en el alto valle del Cidacos
Entre las sierras de la Hez y Peñalmonte, en el valle del río Cidacos en la Rioja Baja, la zona más oriental de esta región, se ubica Arnedillo, a 15 minutos al oeste de Arnedo. Hoy, Arnedillo cuenta con unos 450 vecinos. Y aunque ya han pasado más de 130 años desde que remitió aquella epidemia de viruela, nadie olvida la tragedia ni el “milagro”.
Por eso se ha convertido en tradición la procesión del humo de Arnedillo que se celebra el último domingo de noviembre: este 2022 toca el día 27. Pero los preparativos empiezan el día anterior, cuando se baja la imagen del santo de la ermita de San Andrés y San Blas ubicada al noreste del pueblo a la iglesia de San Servando y San Germán, al lado del Ayuntamiento arnedillense
En la mañana del domingo, los vecinos se ponen a trabajar en las hogueras de romero en las calles cercanas a la iglesia, por donde transitará la imagen del santo. Cada hoguera tiene sus encargados que atizan y avivan el fuego para generar esa nube de humo que envuelve todo el pueblo a las 12 de la mañana, momento en el que los cofrades salen de la iglesia portando la talla de San Andrés.
Tal es la humareda generada en la procesión que se recomienda el uso de pañuelos o mascarillas. Y cuidado por donde pisas, porque en ocasiones la visibilidad es casi nula. Pero es el encanto de una tradición única que, cada año, atrae a numerosos visitantes de otras latitudes, buena parte de ellos aficionados a la fotografía, debido al ambiente único que se genera en el pueblo, como si estuviera envuelto en una mágica nube.
Una vez terminada la procesión y despejada la densa humareda es buen momento para conocer otros de los muchos atractivos que tiene esta localidad del alto valle del Cidacos como la propia oficina de turismo que aloja el Centro de Interpretación del Alto Valle del Cidacos.
Y es que este territorio ha sido declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco desde el año 2003: el Cidacos es un río que nace en Soria y que recorre 77 kilómetros hasta su desembocadura en el Ebro a su paso por Calahorra.
Las populares aguas termales del entorno de Arnedillo que pueden disfrutarse en el Balneario o el Centro de Interpretación del Buitre Leonado son otros de los atractivos naturales de esta localidad.
Sin olvidarnos de su patrimonio arquitectónico que puede recorrerse en la Ruta de las Ermitas, un sendero que nos acerca tanto a los restos de la ermita de Peñalba, la joya mozárabe de Arnedillo como a la la ermita de San Andrés y San Blas, la cual cobija la imagen del santo que, en aquel otoño de 1888, dio esperanzas a los arnedillenses.
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