Si el Raval es la rebeldía y el Barrio Gótico el alma, el Born es el espíritu de Barcelona, el barrio que custodia la memoria de la ciudad. Incluyendo al antiguo barrio de La Ribera y delimitado por la avenida de Francesc Cambó al nordeste, el Paseo de Picasso y el parque de La Ciudadela al noreste, la avenida del Marquès de l’Argentera al sureste y la Vía Layetana al suroeste, el Born forma junto al Barrio Gótico, el Raval y la Barceloneta, el distrito de Ciutat Vella de Barcelona.
El Born, el carácter de Barcelona
La madrugada del 10 al 11 de septiembre de 1714 se produjo la ofensiva final de las tropas borbónicas de Felipe V en Barcelona atacando los puntos más débiles de la muralla de la ciudad.
El comandante supremo Antonio de Villarroel, líder las tropas austracistas catalanas que apoyaban al archiduque Carlos VI de Habsburgo, reagrupó a algunas unidades con otros combatientes dispersos en la plaza del Born para organizar un contraataque.
Fue en vano: tras ese último escarceo, Barcelona se rinde sin conseguir preservar la instituciones y constituciones catalanas eliminadas por imposición en el futuro Decreto de Nueva Planta (1716).
Esta gran batalla final de la Guerra de Sucesión española que enfrentaba a borbónicos con austracistas, con buena parte de Europa intrigando en España para obtener beneficios geopolíticos, se terminó convirtiendo en un símbolo de resistencia catalana hasta el punto de que el 11 de septiembre se erigiría en la fecha la Diada nacional.
Y el barrio del Born junto con la vecina Ribera fue el escenario de esta sangrienta epopeya histórica que apuntaló el espíritu de la ciudad. El propio Centro de la Cultura y de la Memoria del Born ubicado frente al Parque de la Ciudadela debe ser nuestra primera parada en este paseo por la historia del barrio.
Ocupando las antiguas instalaciones del mercado del Born, el primer gran edificio de la arquitectura del hierro que se proyectó en Barcelona inaugurado en 1876, este centro cultural es una visita imprescindible para entender la historia y la idiosincrasia de la ciudad.
Fue en 1971 cuando cierra el mercado y comienzan estudiarse diferentes alternativas de uso. Dos décadas más tarde comienzan las excavaciones arqueológicas —que aún continúan hoy en día— y que descubren el tesoro que puede hoy contemplarse: 8.000 m2 cuadrados de trama urbana que, desde un punto de vista arqueológico, engloba el área derribada de La Ribera para la construcción de la ciudadela: casi 300.000 metros cuadrados.
Y es que buena parte del antiguo barrio de La Ribera fue demolido por orden de las autoridades borbónicas desde 1715 para la construcción de una ciudadela militar que tenía por objetivo el control de una ciudad que se había mantenido hostil hasta el final de la guerra.
Cuando los arqueólogos descubrieron la riqueza de un yacimiento que recuperaba materiales de un amplio abanico cronológico —desde época romana hasta principios del XVIII— se concluyó que el antiguo mercado debía convertirse en custodio de la memoria de la ciudad: nace así el Born Centre Cultural i de la Memòria.
Dejamos ya el Born CCM y recorremos el Paseo del Born poniendo rumbo hacia la obra maestra arquitectónica del barrio, el mejor ejemplo de gótico catalán en toda la región. Frente a la exuberancia y la verticalidad del gótico nórdico o del francés, Santa María del Mar ejemplifica un enfoque diferente de la arquitectura gótica: la horizontalidad, la simplicidad y la austeridad.
La propia planta de la basílica, con las tres naves casi a la misma altura, es toda una declaración de intenciones: un gran espacio que permite su disfrute desde cualquier punto del interior, solo obstaculizado visualmente por los imponentes pilares octogonales. La luz que se filtra por las vidrieras destacando el impresionante rosetón central termina por configurar uno de los espacios interiores más diáfanos del gótico peninsular.
Tras revisar la fachada de Santa María del Mar, difícil de observar por la relación entre la altura del edificio, las pocas dimensiones de la plaza de Santa María y la cercanía de los edificios colindantes, nos detenemos un instante en la plaça del Fossar de les Moreres construida sobre el antiguo cementerio de la vecina basílica.
Debido a que muchos de los combatientes de 1714 fueron enterrados aquí, este espacio se ha convertido en una referencia de reivindicación nacional construyéndose en 1980 un monumento de homenaje a los “mártires de 1714” proyectado por la arquitecta Carme Fiol. Posteriormente, en 2001 se instaló un pebetero de 15 metros de altura, obra de Albert Viaplana, también en color rojo, como el pavimiento del resto del monumento, simbolizando la sangre vertida en el lugar.
Nos vamos ya hacia el norte del Born, en la zona de Sant Pere y Santa Caterina, para visitar otros hitos del barrio como el antiguo convento de Sant Agustí Vell que fue derribado parcialmente a partir de 1715. Pero aún podemos disfrutar de su magnífico claustro que forma parte desde 1995 del Centro Cívico Convento de San Agustín. Muy cerca de aquí se encuentra también un must para los más golosos: el Museo de la Xocolata.
Nuestra ruta por El Born nos lleva a la penúltima parada: el Mercat de Santa Caterina, el mercado cubierto del barrio construido en 1844 y remodelado en 2005, que destaca por su cubierta de colores inspirada, por supuesto, por el trencadís modernista de Gaudí.
Una visita al Museo Picasso
Mención aparte merece el Museo Picasso ubicado en una de las calles más seductores de la Ciutat Vella barcelonesa: la calle de Montcada. Pasear por de esta estrecha calle es una gozada a cualquier hora del día, a pesar de su bullicio perpetuo —o quizás gracias a él— que te traslada a otro tiempo, aquel viejo barrio medieval en el que se celebraban los juegos de armas y justas entre caballeros, de donde procede el término “born”.
Pasando el Moco Museum y sus corazones rojos, dedicado al arte contemporáneo, llegamos al número 15 de la calle Montcada, un impresionante conjunto de cinco palacios entre los que destaca el icónico patio, galería y escalera del Palacio Aguilar que ya vale la entrada, como se suele decir.
Fue en 1960 cuando Jaume Sabartés, amigo y secretario personal de Picasso, propone al Ayuntamiento de Barcelona la creación de un museo dedicado a su obra: tres años más tarde se inaugura el Museu Picasso que integra la colección del propio Sabartés y la colección de obras del artista malagueño de los Museos de Arte de Barcelona.
Cuando en 1970, tres años antes de su fallecimiento, Picasso cede toda la extensa colección que su familia tenía en Barcelona, el museo lograr cerrar una fastuosa recopilación que permite establecer el signo del museo dedicado esencialmente al periodo de formación y consolidación que el pintor vivió en Barcelona, además de series de otras épocas como la de Las Meninas, también cedida por el autor en 1968.
Aunque algunos visitantes se llevan una cierta “decepción” en el Museo Picasso de Barcelona, no hay que olvidar que se trata del mejor museo para entender la formación y primeros pasos del pintor, aquellos que dio primero en A Coruña y después en Barcelona, donde configuró su etapa azul ya a caballo de su estancia en París donde se instalaría definitivamente a partir de 1904.
Y es así como el visitante puede disfrutar de iconos de la trayectoria del pintor como Ciencia y Caridad de 1897, El abrazo de 1900, La espera (Margot) de 1901, Desamparados de 1903, además del Arlequín de 1917 o el propio conjunto de Las Meninas de 1957. En suma, una visita imprescindible que pone el colofón a este paseo por la historia de Barcelona en el Born.
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