En el extremo occidental de la provincia de Zaragoza, a un paso de La Rioja, Soria y Navarra, se sitúa Tarazona, una ciudad de enjundiosa historia que durante la Edad Media llegó a ser un enclave de referencia por su privilegiada ubicación entre los reinos de Castilla, Navarra y Aragón.
Con un extraordinario patrimonio monumental producto de estas épocas de gloria, la localidad aragonesa siguió seduciendo a los viajeros que, como Bécquer, quedaron embrujados ante su serena e intachable belleza, no solo de su casco histórico, sino de su fantástico entorno natural. Acompáñanos en esta visita a Tarazona, una joya a los pies del Moncayo.
Una ruta por la Tarazona monumental
Visitar Tarazona es como abrir un libro de historia. Su casco histórico rezuma historias y leyendas de otro tiempo. Como la del busto de Augusto tallado en sardónice indio que nos transporta a la vieja Turiaso, la antigua ciudad romana. Esta escultura hallada en 1980 y que custodia el Museo de Zaragoza es la más grande del mundo elaborada en este material semiprecioso siendo calificada en su día como el hallazgo romano más importante del siglo XX en España.
Pero sería en la Edad Media cuando Tarazona alcanza su cénit. Documentada la existencia de una diócesis en la localidad aragonesa desde al menos el 449, Tarazona se erige en un enclave de primera magnitud en la España medieval de los siglos XII al XV.
Nuestra ruta por esta época de gloria turiasonense arranca en la plaza del Mercado, actual plaza de España, donde podemos admirar la fachada del Ayuntamiento que se estructura siguiendo el esquema habitual de las lonjas aragonesas donde destaca también su singular decoración escultórica.
Al sur de la plaza, siguiendo la calle Judería, nos adentramos en la judería de Tarazona, no sin antes asombrarnos con las casas colgadas de Tarazona, uno de los mejores ejemplos de este tipo de viviendas que encontramos en España, además de las de Cuenca.
La judería de Tarazona está constituida por un enjambre de calles que llegó a ser uno de los centros judaicos más importante de España donde llegaron a vivir en el siglo XIII más de 200 personas. Aquí también nació la Escuela de Traductores de Tarazona que demuestra la convivencia entre tres culturas que se dio en la localidad, al menos hasta el siglo XV.
Un poco más al sur, llegamos al Palacio Episcopal, enclavado en una enorme roca sobre la terraza del río Queiles. Edificado sobre la antigua fortaleza musulmana, pasó a ser propiedad de la Corona de Aragón tras la conquista por parte de Alfonso I El Batallador a principios del siglo XII.
Se trata de un edificio que resume la evolución de la arquitectura del Medievo a la Edad Moderna, destacando la etapa renacentista que se puede apreciar en la fachada de galerías de arquillos o el patio ejecutados bajo el mecenazgo de Juan González de Munébrega, obispo de Tarazona a mediados del XVI.
Al otro lado del río Queiles, se encuentra uno de los edificios más singulares de Tarazona. Es la Plaza de Toros Vieja, una de las más antiguas de España que, con su forma octogonal, no tiene parangón ya que alberga un conjunto de 32 viviendas con balcones que se alquilaban para ver los espectáculos. Construida a finales del XVIII estuvo activa hasta 1870 cuando se construyó la nueva plaza de toros.
Al este de la Plaza de Toros Vieja, alcanzamos la catedral de Santa María de la Huerta, un edificio único en España que combina elementos del gótico francés, del mudéjar y del Renacimiento. Pese al deterioro que sufrió en el siglo XIV durante la Guerra de los Dos Pedros, la catedral de Tarazona supo reinventarse añadiendo a su fábrica gótica los magníficos claustro y cimborrio mudéjares. De este último se divisan las mejores vistas de la ciudad.
Vamos terminando esta ruta por los monumentos más importantes de Tarazona, acudiendo ahora al norte de la ciudad donde se encuentra la Mezquita de Tórtoles, uno de los pocos ejemplos conservados de mezquitas musulmanas construidas en época cristiana: un edificio austero en su exterior, pero que custodia una gran riqueza ornamental tras cruzar el umbral de su puerta. Redescubierta en 1980, simboliza también aquella época de convivencia entre tres culturas que se produjo a partir del siglo XII.
Bécquer en Tarazona
Al margen de esta ruta por la Tarazona monumental, la ciudad aragonesa ofrece otros deliciosos itinerarios para conocer otras caras de su pasado y presente. Además de la ruta por la arquitectura industrial de Tarazona que nos muestra los profundos cambios que vivió la localidad desde el siglo XVIII, nosotros avanzamos un poco más hasta el XIX para seguir los pasos del poeta más popular del Romanticismo español, el último en llegar a este movimiento, pero el que mejor lo encarnó.
Hablamos, por supuesto, de Gustavo Adolfo Bécquer que pasó unos meses en el monasterio de Veruela —situado a poco más de diez kilómetros al sur de Tarazona— haciendo frecuentes visitas a pueblos y enclaves de la comarca, viajes que ilustraron sus famosas cartas Desde mi celda que publicó el diario madrileño El Contemporáneo en 1864.
En varias de sus cartas describe sus frecuentes visitas a Tarazona, destacando su descripción de la plaza del Mercado, el Ayuntamiento y del ambiente general que percibió en la ciudad: “es una ciudad pequeña y antigua; más lejos del movimiento de Tudela, no se nota en ella el mismo adelanto, pero tiene un carácter más original y artístico. Cruzando sus calles con arquillos y retablos, con caserones de piedra llenos de escudos y timbres heráldicos, con altas rejas de hierro de labor exquisita y extraña, hay momentos en que se cree uno transportado a Toledo, la ciudad histórica por excelencia”.
Tarazona y el Moncayo
Ya que estamos en Tarazona, no podemos perder la oportunidad de conocer el Parque natural del Moncayo que se extiende alrededor de la cima del monte de más de 2.300 metros de altura, el techo del sistema Ibérico y que también disfrutó Bécquer desde su ‘celda’ de Veruela, a los pies de la sierra. Sus dos caras, la norte con su exuberante vegetación, y la sur con su encanto mediterráneo, definen una joya natural que cobija hasta 100 especies de aves, entre otros animales.
Para disfrutar de este inmenso y cambiante espacio natural de más de 10.000 hectáreas nada como embarcarse en alguno de los 8 senderos a pie que recorren el parque. Por ejemplo, el AG1 nos lleva directamente a la cumbre del Moncayo, mientras que el AG4 nos acerca la ermita de San Cristóbal desde donde se tienen espectaculares vistas del entorno.
Así mismo, el Parque natural del Moncayo también cuenta con cinco rutas BTT además de cinco miradores (tres en su cara norte y dos en su cara sur) que incluyen mesas interpretativas para comprender mejor este paraíso natural a un paso de Tarazona.
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