Situada a poco más de hora y media de Madrid y algo menos de una hora de Guadalajara, Sigüenza es una de las localidades más representativas del Medievo español: la catedral, el castillo, las sinuosas calles de su casco histórico conocidas como ‘travesañas’ y sus jornadas medievales impregnan a Sigüenza de un embrujador aroma añejo que fascina a los visitantes.
Pero, para embrujo, el que provoca el Doncel de Sigüenza, una pieza mítica que es considerada la mejor escultura funeraria del Medievo español. Nos vamos al norte de Guadalajara para recorrer la historia de leyenda de Sigüenza.
Sigüenza y la leyenda del Doncel
“Esto es el Oeste, señor, cuando la leyenda se convierte en un hecho, imprime la leyenda”. Esta frase de la famosa El hombre que mató a Liberty Valance bien podría aplicarse a las leyendas medievales que tanto nos gustan escuchar. A menudo, la historia es demasiado sosa y hay que echarle unas gotitas de leyenda para que luzca. Algo así sucedió con Martín Vázquez de Arce, el conocido como Doncel de Sigüenza, el icono de la localidad.
De Vázquez de Arce sabemos poco sobre su vida, pero algo más sobre su muerte. Murió a los 25 años en la Acequia Gorda, en una de las batallas por la conquista de Granada en 1486. Era hijo de un consejero del cardenal Pedro González de Mendoza y residía en Guadalajara donde Martín fue paje del primer duque del Infantado.
Martín Vázquez de Arce fue el encargado de inaugurar la capilla funeraria que la familia había adquirido en la catedral de Sigüenza. Aunque se desconoce el autor del monumento, se atribuye a Sebastián de Almonacid que trabajó con Juan Gas, importante escultor del XV al que ya disfrutamos en Rascafría. La postura recostada del fallecido, la belleza de su rostro y su actitud relajada leyendo un libro contribuyeron a convertir esta delicada pieza de alabastro en legendaria.
Y entonces llegó Unamuno para imprimir la leyenda: “Recuerdo que, dentro de la iglesia, en un rincón de la nave occidental, hay una capilla y en ella una estatua de las más bellas de España. Me refiero al enterramiento de don Martín Vázquez de Arce. Es un guerrero joven, lampiño, tendido a la larga sobre uno de sus costados. El busto se incorpora un poco apoyando un codo en un haz de leña; en las manos tiene un libro abierto; a los pies un can y un paje; en los labios una sonrisa volátil. Nadie sabe quién es el autor de la escultura. Por un destino muy significativo, casi todo lo grande es anónimo”.
Fue a partir de la visita de Unamuno a Sigüenza, cuando Martín Vázquez de Arce se convierte en doncel, una simple alabanza —se refería a la delicadeza del rostro y la postura del retratado— que está en el origen del equívoco que se mantiene hasta nuestros días. No se trata, en realidad, de un doncel —un chico de 14 o 15 años— sino todo un guerrero que murió en acto de servicio en plena madurez… para la época. Pero esa denominación, junto a la actitud reflexiva y al delicado acabado de la pieza, convirtieron a Martín Vázquez de Arce en un mito seguntino.
Recorriendo Sigüenza: del Castillo a la Plaza Mayor
Dejamos al Doncel tranquilo con su lectura eterna y continuamos nuestra visita a Sigüenza haciendo una primera parada en el Castillo, situado en lo más alto de la localidad. Desde aquí es más sencillo imaginar los orígenes míticos de aquella vieja Segontia que ya aparecía en el Naturalis Historia de Plinio el Viejo.
En este sentido, se dice que esta ciudad habitada por los arévacos —tribu celtíbera que se extendió por el centro-este peninsular— llegó a ser uno de los núcleos más importantes de la España prerromana hasta que cayó tras la conquista de Numancia por el célebre general Escipión Emiliano.
El territorio del Castillo ha visto pasar a todas las culturas que habitaron desde entonces Sigüenza: romanos, visigodos, musulmanes y cristianos. La conquista de los cristianos de esta plaza también está plagada de leyendas, ya que se dice que fue el propio Cid Campeador uno de los primeros en expulsar a los musulmanes de la localidad seguntina. De hecho, Sigüenza forma parte del Camino del Cid en su tramo Tierra de Fronteras.
De cualquier manera, no sería hasta 1124 cuando Bernardo de Agén toma definitivamente la ciudad, aunque durante décadas la plaza siguió sufriendo incursiones musulmanas a través del río Henares, una zona que tardó en apaciguarse. En tres años, por tanto, se cumple el IX Centenario de su reconquista, uno de los actos con los que las autoridades seguntinas esperan contribuir a la candidatura para ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Dejamos ya el Castillo y nos acercamos a la Catedral, otro imperdible que custodia numerosas joyas, además del mencionada Doncel. Construcción iniciada pocas décadas más tarde de la conquista de la localidad por parte de los cristianos, la catedral es una amalgama de estilos como suele suceder en el caso de edificios que se construyen durante largos periodos de tiempo: románico, cisterciense y gótico, además de renacentista y neoclásico.
En este sentido, tal vez el espacio más fascinante de la catedral de Sigüenza sea la Sacristía de las Cabezas, un espacio diseñado por Alonso de Covarrubias a mediados del XVI que incluye una bóveda de medio cañón con casetones donde se esculpen 300 cabezas de gran tamaño. Además, en uno de los arcosolios de la sacristía encontramos La Anunciación de El Greco, una de las últimas obras surgidas del taller del genio cretense.
Nos vamos ahora hacia el sur de Sigüenza por la calle Villegas para alcanzar la Travesaña Alta donde se ubica la iglesia de San Vicente, dedicada al patrón seguntino, un templo en el que destaca su delicada portada de arquivoltas de medio punto. A un paso de San Vicente, está la Casa del Doncel, perteneciente a la familia de los Vázquez de Arce en cuyo interior se sitúan aulas de la Universidad de Alcalá de Henares y salas con exposiciones.
La románica iglesia de Santiago en la calle Mayor, la Plazuela de la Cárcel, el Museo Diocesano de Arte Sacro ubicado en un palacete renancentista, el barroco Palacio Episcopal, o la Ermita del Humilladero son otros hitos visitables de la localidad, pero nosotros nos acercamos ya a la Plaza Mayor para degustar unas migas con chorizo acompañado de un fino seguntino, una bebida a base de vermú, gaseosa y espuma de cerveza: un sabroso final para una jornada entre la historia y el mito en la legendaria Sigüenza.
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