El plano urbanístico de Pompeya tiene una curiosa forma de pez, con un ‘ojo’ en el extremo este (derecha), que en realidad es el monumental anfiteatro y una magnífica casa romana, la Villa de los Misterios, en el polo opuesto, en la ‘cola’. De un punto a otro, cientos de turistas recorren a diario las calles del extraño mapa, pero la antigua ciudad romana guarda silencio y permanece inmutable.
En el año 79 d. C., la erupción del cercano Vesubio escupió sobre ella toneladas de flujo piroclástico, ‘congelándola’ en el tiempo y provocando la muerte instantánea de sus habitantes. Más de 20 siglos después, Pompeya recibe a sus visitantes ajena a la algarabía de la zona de acceso repleta de autocares y puestos de souvenirs, que, pese a todo, no consiguen eclipsar esa extraña fascinación que atrapa a quien se acerca a descubrirla.
Un poco de historia
Aunque conocida como ciudad romana, se estima que Pompeya surgió en los siglos VI – V a. C. como resultado de la expansión de distintas tribus itálicas, principalmente los oscos y, posteriormente, los samnitas, que se establecieron en esta zona de la Campania, al sur de Italia, próxima a las aguas del Golfo de Nápoles y en las faldas del Vesubio.
Griegos y etruscos también dejaron su huella en la ciudad que, en el siglo III a.C., pasó a ser una colonia parte del Imperio. Resulta fácil imaginar el esplendor de la Pompeya romana al recorrer sus principales avenidas y ver los vestigios de las domus (casas romanas), tiendas, termas, templos o teatros de la magnífica urbe.
Pompeya fue una ciudad próspera, con importante desarrollo en todos los ámbitos de la vida, pero este enclave privilegiado estaba, sin saberlo, en el punto de mira del imponente volcán que acabaría sepultándola bajo toneladas de piedra y cenizas en el año 79 d C.
Tras la catástrofe, Pompeya quedo, durante siglos, sumida en el olvido, destruida, pero, paradójicamente, protegida de saqueos o de cualquier deterioro por la misma inmensa capa de cenizas que detuvo la vida en sus calles.
La ciudad y sus enclaves principales
Con una extensión de aproximadamente 66 hectáreas, Pompeya es uno de los yacimientos arqueológicos, Patrimonio de la Humanidad, más grandes e importantes del mundo. ‘Redescubierta’ en el siglo XVIII, en la actualidad, las excavaciones continúan dejando al descubierto nuevos hallazgos que siguen sorprendiendo a científicos y arqueólogos.
La antigua ciudad amurallada guarda en un interior un trazado en cuadrícula, con una serie de grandes avenidas que enmarcan las calles más pequeñas agrupándolas en nueve regios (barrios).
Si algo impresiona al entrar en este recinto es que resulta sencillo imaginar cómo sería, aquí, la vida cotidiana. En unas pocas horas de visita guiada no es posible descubrir todo lo que Pompeya encierra, pero, es cierto que, un primer paseo da idea de la riqueza de este lugar y de la intensa actividad que impregnaba sus calles.
Se estima que antes de la erupción del Vesubio, la ciudad tenía una población de más de 15.000 habitantes. El comercio en tiendas de todo tipo, el culto a los dioses en los distintos templos, la diversión en teatros y anfiteatros (y en algún que otro lupanar), el foro, donde quizá algún pompeyano expuso su candidatura al senado romano, el relax en las termas o el hecho de comer algo en una thermopolia (‘fondas’ donde se vendía comida caliente) … eran actividades del día a día en Pompeya.
De todo aquello quedan interesantes vestigios en puntos esenciales que hay que incluir en un recorrido básico.
El barrio de los teatros
En realidad, se trata del regio VIII, próximo a la porta di Stabia. Aquí se encuentra el teatro grande, construido aprovechando el declive de una suave colina y con capacidad para unos 5.000 espectadores. Junto a él, el teatro pequeño u Odeón, destinado exclusivamente a audiciones musicales.
Delante de ambas construcciones puede visitarse el cuadripórtico, un gran espacio, en su momento cubierto, al que podían acudir los espectadores entre funciones. Posteriormente y hasta la fatídica erupción, fue lugar de entrenamiento (y alojamiento) de gladiadores.
Aunque se encuentra lejos del llamado barrio de los teatros, (regio II), al hablar de espacios dedicados al ocio y esparcimiento de la población pompeyana hay que incluir el anfiteatro, considerado el más antiguo del Imperio Romano.
El foro
Como en cualquier otra ciudad romana, el foro era la gran plaza donde se desarrollaba parte de vida cotidiana de la ciudad. Edificios de carácter administrativo, religioso o comercial daban forma a este espacio rectangular con sus fachadas y columnas, de las que aún es posible contemplar numerosos vestigios.
El templo de Apolo, el antiguo macellum (mercado) y la basílica (edificio destinado a la administración de justicia) son solo algunas de esas construcciones cuyos restos permanecieron en pie tras resistir el envite del Vesubio.
Casas pompeyanas
Poder entrar en una casa romana, tal como era, es lo que hace que descubrir Pompeya sea una experiencia única. Los frescos y mosaicos extraordinariamente conservados, la distribución de las distintas estancias, el posible mobiliario, los patios… en las domus de Pompeya el tiempo se detuvo. Sus habitantes huyeron o quedaron petrificados por el efecto del flujo piroclástico y las paredes y suelos que les dieron cobijo reciben, ahora, a sus ‘invitados’ del siglo XXI.
Como en cualquier otra ciudad, viviendas y comercios ocupan calles estrechas o amplias avenidas. La casa y thermopolium de Vetutius Placidus, ejemplo de vivienda en la que, además, se despachaba comida a los transeúntes, la casa de Marco Lucrecio Frontone, con un bello atrio en el que no falta el tradicional estanque para la recogida del agua de la lluvia (impluvio), la casa del Fauno, una de las más grandes de Pompeya, la casa del Poeta Trágico, muy conocida por tener en la entrada un mosaico con la figura de un perro y escrito ‘Cave Canem’, el clásico ‘cuidado con el perro’ o la casa de Meleagro, con un hermoso patio trasero porticado y con esbeltas columnas… son solo una pequeña muestra del extenso número de viviendas que pueden visitarse en Pompeya, cada una con algo único y especial
Los detalles del recorrido
Pasear por las grandes vías pompeyanas, como via dell’Abbondanza (Vía de la Abundancia) o vía Stabiana que vertebran la ciudad, implica tener la oportunidad de observar atentamente numerosos detalles en estas calzadas.
En el pavimento, hecho a base de grandes piedras lisas y brillantes, aún pueden verse profundos surcos marcados por el paso de los pesados carros así como pequeñas acequias laterales o incluso originales ‘pasos de peatones’, curiosas hileras de enormes pedruscos que atraviesan las vías y cuya finalidad era permitir cruzar a las personas, de una acera a otra, cuando el agua de lluvia corría por ellas.
En el paseo por Pompeya es fácil dejarse sorprender por lo que ofrecen las fachadas de lo que fueran casas y comercios. Los escritos a modo de ‘grafitis’ o de ‘publicidad’ de la época son uno de los muchos detalles que llaman la atención. Hay miles y los hay de todo tipo, desde declaraciones amorosas, hasta proclamas políticas.
Frescos y mosaicos destacan también en las construcciones mejor conservadas. Fíjate en ellos al visitar las espléndidas termas cercanas al foro o al acceder al lupanar, ubicado en el céntrico regio (barrio) VII, en el que las escenas eróticas resultan de lo más explicitas.
En el recorrido presta atención, también, a los distintos establecimientos que permiten conocer algunos de los oficios y negocios habituales en Pompeya. Además de las ‘tabernas’ con mostradores a pie de calle (thermopolium), merece la pena visitar una de las tradicionales lavanderías – tintorería como la Fullonica di Stepahnus (barrio I) o alguna de las más de 30 panaderías que, se cree, llegó a tener la ciudad, entre ellas la conocida como ‘casa del horno’.
Por último, la visita no estaría completa sin visitar el Antiquarium o museo de Pompeya donde te espera una de las imágenes más impactantes: los restos humanos fosilizados (calcos o moldes) de aquellas personas que quedaron ‘petrificadas’ en la postura en la que se encontraban cuando el flujo piroclástico del Vesubio arrasó la próspera Pompeya deteniendo el tiempo y sus vidas.
Consejos y datos prácticos
Más de cuatro millones de personas visitan Pompeya cada año y para sacar máximo partido a tu visita conviene tener en cuenta una serie de sencillos consejos.
La mítica ciudad se encuentra a poco más de 25 kilómetros de Nápoles. Puedes llegar a ella en coche particular, transporte público (trenes y autobuses que parte de la estación napolitana de plaza Garibaldi) o bien apuntarte a una excursión con guía.
En cualquier caso, el calzado cómodo y las medidas básicas para protegerte del sol y de las altas temperaturas, sobre todo en verano, resultan imprescindibles (agua, crema solar, gorra…).
No pretendas recorrer toda Pompeya en solo unas horas. Si vas con guía, disfruta del recorrido y si vas por tu cuenta, es recomendable llevar audioguía. Tendrás que elegir las paradas ‘imprescindibles’ para ti estableciendo, así, tu propio itinerario. Para hacerte una idea, empezar a descubrir Pompeya requiere un tiempo mínimo de 3 – 4 horas.
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