¿Imagináis que os regalaran todo un pueblo? Pues eso es lo que le pasó a Isabel de Aragón y Sicilia en 1282 cuando su marido el rey Dionisio I decide hacerle un inolvidable regalo de bodas: Óbidos.
A partir de entonces, la historia de esta villa, aquel viejo castro celtíbero transformado en oppidum —ciudad fortificada— por los romanos, cambia para siempre convirtiéndose en la Vila das Rainhas, una localidad asociada a la monarquía portuguesa hasta el siglo XIX: así es Óbidos, la joya medieval de Portugal.
Tras la muralla de Óbidos
A poco más de una hora de Lisboa y a unos 15 kilómetros de Buddha Eden, Óbidos es una escapada perfecta desde la capital lusa. Si quieres huir durante unas horas —o un par de días— del fragor (y las cuestas) lisboetas, esta localidad de la provincia histórica de Estremadura es la ideal: porque Portugal es mucho más que el Algarve y sus dos grandes ciudades.
Nuestra visita a la Villa de las Reinas arranca en el sur donde se ubica la parte más moderna de Óbidos, extramuros de la vieja muralla medieval. Pasando el aparcamiento y dejando a la izquierda el Parque Cinegético —el espacio verde de la localidad desde el que se tienen magníficas vistas de la campiña de la Estremadura portuguesa— nos detenemos ante la iglesia de San Juan Bautista que cuenta con un Museo Parroquial.
Otro importante monumento extramuros es el acueducto de Óbidos, al oeste del aparcamiento, construido por mandato de la reina Catalina de Austria, esposa de Juan III: 3 kilómetros de longitud que regó durante siglos a la población obidense. A cambio de esta construcción, la reina recibió la llanura aluvial que se extiende más allá del Parque Cinegético y que, desde entonces, se conoce como Várzea da Rainha.
Seguimos ruta siempre hacia el norte encontrando uno de los monumentos más importantes de la localidad: la Puerta de la Villa, lugar sagrado que da acceso al interior de la muralla obidense.
En su interior se encuentra la capilla-oratorio de Nuestra Señora de la Piedad, patrona de Óbidos: un balcón barroco y una pared cubierta de azulejos azules y blancos con motivos alegóricos de la Pasión de Cristo, primer contacto con el famoso azulejo obidense que caracteriza buena parte de los monumentos de la localidad portuguesa.
De la Porta da Vila parten tres calles: la central está dedicada a Josefa de Óbidos, una de las mujeres más insignes de la historia obidense. Aunque nacida en Sevilla en 1630, Josefa triunfó como pintora en Portugal, país del que era oriundo su padre, erigiéndose en una de las grandes figuras del Barroco portugués y llegando a retratar a diferentes miembros de la Casa Real lusa.
Para conocer más a fondo la figura de Josefa debemos tomar la calle paralela, la rua Direita, tal vez la más bella del casco de la vieja Óbidos medieval. Es en esta calle donde se encuentra el Museo Municipal que cuenta con una gran colección de pinturas del siglo XVI y XVII.
Tras el museo se encuentra la plaza de Santa María, un remanso de paz en el que también podemos visitar la propia iglesia de Santa María, la iglesia principal del pueblo. En origen fue una mezquita que Alfonso I de Portugal —que arrebató a los musulmanes la plaza en 1148— convirtió en iglesia poco después de su conquista. No obstante, la iglesia actual responde a una profunda restauración tras los daños del terremoto de 1535. De nuevo, como en la Puerta de la Villa, destaca la bella azulejería que personaliza este templo.
En la vecina iglesia de la Misericordia también puede comprobarse la habilidad de los artesanos obidenses con el azulejo: la única nave del templo está cubierta casi en su totalidad de azulejos estampados en azul y amarillo.
Si continuamos por la rua Direita —cuyo nombre deriva de que lleva “directamente” al castillo— alcanzamos la curiosa iglesia de Santiago que tuvo que ser reconstruida tras el terrible Terremoto de Lisboa de 1755 que se dejó en sentir en buena parte del centro-sur de la península ibérica y el norte de África: en su interior alberga una librería.
Una visita al castillo de Óbidos
En los muros del castillo se pueden leer las páginas más relevantes de la historia obidense. De la dominación romana a la conquista cristiana, pasando por el propio terremoto del siglo XVIII, hasta el actual esplendor tras convertirse en Pousada, la primera en un edificio histórico.
Los vestigios arqueológicos confirman que los musulmanes que dominaron la plaza desde el siglo VIII hasta el XII erigieron una fortaleza sobre una antigua construcción romana. De su emplazamiento en un pequeño monte que domina la llanura circundante deriva su antigua denominación: oppidum o ciudad fortificada.
De cualquier forma, su traza actual deriva de una profunda restauración previa a su transformación en Pousada que trata de dotar de cierta homogeneidad a una construcción que fue ampliándose durante siglos incluyéndose detalles románicos, góticos, barrocos y manuelinos.
Es el propio Manuel I el rey que en el XVI decide modificar algunas de sus partes para albergar un palacio real: de esta época perviven varias ventanas manuelinas, la chimenea de la sala principal, así como el escudo real de la familia Noronha.
Pese a los considerables destrozos del terremoto de 1755 y la ruina en la que prácticamente se encontraba en la primera mitad del XX, la restauración del castillo le ha devuelto el antiguo esplendor hasta convertirlo en una de las Siete Maravillas de Portugal: una iniciativa del Ministerio de Cultura luso que incluye también la Torre de Belém, el Palacio da Pena o el Castillo de Guimarães.
Desde lo alto del castillo tenemos una fantástica perspectiva de todo el pueblo y de su muralla, con su más de kilómetro y medio de longitud recorrido por un adarve, el estrecho camino que corona una muralla: una preciosa postal para despedirnos de Óbidos, una inapelable joya medieval portuguesa.
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