En el desierto de Arizona, en pleno territorio indio, unas singulares formaciones rocosas, surgidas como puños a través de la corteza terrestre, se convirtieron en el más espectacular plató natural de la Historia del Cine.
Monument Valley empezó a llamarse así a principios del siglo XX cuando una pareja de colonos, el matrimonio Goulding, llegaron al Oeste Americano en tiempos en los que aún se podía escuchar a los indios cantar y bailar en las praderas. Y cuando los cowboys todavía no iban disparando al primer movimiento sospechoso. Allí decidieron establecerse pactando con los indios la paz y comprando algunas hectáreas de su tierra sagrada. Y no es una película. La pareja buscaba financiación para crear su negocio de trading post, es decir: una especie de parada y fonda con almacén de trueque de mercancías entre los indios y los rostros pálidos.
Una historia del blanco y negro al technicolor
Por aquellos días, Harry Goulding escuchó por la radio que un director de cine de Hollywood buscaba localizaciones para rodar un western, y pensó que su valle era el lugar ideal. Harry se presentó en la mismísima Meca del Cine con unas cuantas fotografías bajo el brazo con la idea de conseguir el apoyo económico necesario. Las fotos mostraban las extravagantes formaciones pétreas de aquella exclusiva tierra en la que él vivía: indios a caballo sobre un fondo de mesas de roca, agujas y picos.
Por perseverancia -que no por suerte- Harry Goulding convenció a John Ford para que visitara su terruño. Al mes, Ford le comunicó que fuera preparando el alojamiento para el equipo de rodaje y que llevaba un cheque de 5.000 dólares. En consecuencia, Ford empezó a rodar el primero de los westerns -que fue StagecoachLa Diligencia (1939)- que tendría como fondo el paisaje de los monolitos milenarios, y entabló así el principio de una larga amistad con Harry y su mujer Leona, que aparecerían como extras en muchas de sus películas.
Además de La Diligencia, rodada en 1939, Ford filmó en aquel territorio todos sus grandes westerns. Entre ellos Pasión de los Fuertes (1946), la primera de las películas sobre el tiroteo de O.K.Corral -¡hay 9!-; Fort Apache (1948); La Legión Invencible (1949); El Sargento Negro (1960); El Gran Combate(1964); y sobre todo The Searchers (1956), que en España se tituló (probablemente la única vez que en España la traducción no es fútil) Centauros del Desierto. Una de las mejores películas de la historia de este género, donde Ethan (John Wayne), solitario cowboy fundido a su caballo, cabalga en sintonía con el fondo por entre las rojizas mesetas de aquel lugar vacío, solo apto para ‘centauros del desierto’, para ‘valientes que cabalgan solos’ o para los indios, los verdaderos moradores de aquel valle arenoso desde hacía ya muchas lunas.
En este lugar encontramos las más inolvidables secuencias de las ‘películas del oeste’ y algunas de las escenas más poderosas jamás filmadas. John Ford dio una versión del Far West y en Monument Valley, una firma. Fueron los indios los que pusieron los nombres a las rocas sagradas: ‘Dios de la Lluvia’, ‘El Tótem’, o ‘La Mano’. Nunca se produjo una simbiosis tan lógica entre la religión y la ciencia como en las creencias de los indios, que creen -o creían- en el agua y el fuego como iniciadores del proceso de formación del mundo. Después, fue ‘el gran padre blanco’ el que continuó poniendo titulitos a las rocas: The Camel o The Elephant, sin contar que los navajos no habían visto nunca ¡ni un camello, ni un elefante!
Más allá de las películas de John Ford, Monument Valley fue apareciendo en otras películas, entre las que destacan: Los 10 Mandamientos, Easy Ryder, Forrest Gump, o Regreso al futuro. También ha servido como telón de fondo en infinidad de videoclips y anuncios para televisión.
El director de cine italiano Sergio Leone -cuando ya había rodado su famosa trilogía de spaghetti westerns: Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966)- quiso rodar su último western, C’era una volta il West (1968), en el mismo escenario natural en el que rodó sus películas su admirado director de cine norteamericano John Ford. Aquella película se tituló en España ‘Hasta que llegó su hora’, y es película de culto para los cinéfilos.
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Información práctica
- Cómo llegar: Monument Valley es el típico lugar que está en ninguna parte. No es un lugar de paso. Se encuentra a 650 km. de Las Vegas (Nevada) y a 500 km. de Phoenix (Arizona), ambos con conexiones aéreas con las principales ciudades de Estados Unidos. Aeropuertos más cercanos, pero con menos conexiones, son los de Flagstaff y Durango. Lo más práctico es alquilar un coche en uno de estos aeropuertos. Solo hay una carretera de acceso, la US163, que enlaza la localidad de Kayenta, en Arizona, con la US191, de Utah. La entrada al alma de Monument Valley está en el estado de Utah.
- Dónde alojarse: Hay dos hoteles dentro del territorio navajo: el Goulding’s Lodge, que también tiene parcelas de camping; y View Hotel, con espectaculares vistas a los míticos paisajes de película.
- Más información: en la web de Monument Valley Navajo Tribal Park,
Cómo visitar Monument Valley
Situado entre los estados de Utah, Nuevo México y Arizona, forma parte de la vasta Reserva Navajo, una de las mayores reservas indias del país. Cuando se llega al centro de visitantes, situado frente a las formaciones rocosas más emblemáticas, hay que pagar 20 dólares por coche en una taquilla situada en medio de una infinita carretera recta, donde un indio navajo nos entregará el ticket.
Si es muy pronto, antes del amanecer, puede que el indio vigilante no esté (que puede ocurrir) y no pasa nada, se entra sin pagar y punto (por experiencia propia). Desde allí podemos seguir conduciendo por una pista de tierra batida y señalizada con los nombres de los monolitos en rústicos carteles: The Mitten, Three Sisters, Thunderbird Mesa. Así se puede llegar conduciendo hasta el John Ford Point, que es donde dicen que el famoso director de cine se paraba a meditar.
También se puede contratar un tour guiado a caballo por 10 dólares la hora, y así emular a John Wayne. Es una opción interesante para conocer varias anécdotas sobre los rodajes de las películas y ver más de cerca la vida de los lugareños. Ten en cuenta que por donde pise tu caballo han pisado miles de cascos del 7º de Caballería, toda una experiencia para el recuerdo.
También se permite ir a pie, pero siempre contratando los servicios de un guía nativo, con el fin de proteger los lugares de enterramiento y los enclaves sagrados. Algunos lugares como el ‘Oído del Viento’, solo pueden visitarse si el guía nos quiere llevar. El senderismo por cuenta propia no es recomendable porque cuando cae la noche corremos el riesgo de perdernos.
The Mitten, la emblemática roca que parece una gigantesca manopla, y que aparece en innumerables anuncios nos es muy familiar… pero cuando la vemos in situ, la luz cambia cada minuto que pasa, como cambia la temperatura del lugar según las estaciones del año. Cualquier época es buena para visitar el parque, pero teniendo en cuenta que en pleno invierno puede estar nevado, desde finales de primavera hasta finales de otoño tendremos más garantía de ver cinematográficos atardeceres; y aunque la tierra siempre es roja y la bóveda azul es siempre azul, los tonos cobrizos que pintan las paredes de las rocas durante los crepúsculos otoñales, aparecen tupidos de blanco en invierno… cuando la velocidad del viento y el frío parece que se lleva las nubes a otro cielo.
En pleno verano el sol pega duro, calienta las piedras ¡y nuestras cabezas! pero también, de repente, una apocalíptica tormenta puede dibujar un arco iris en el cielo sobre una nube plomiza. En ese momento todo se vuelve mágico. Sea cuando sea… y vaya cuando vaya, cuando esté en la catedral del western quédese el tiempo suficiente para descubrir lo que de irreal tiene lo sagrado.
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