Es uno de los iconos más reconocibles de Japón para el turismo internacional pero también uno de los lugares más venerados por los propios japoneses: la isla de Miyajima es pura magia, un destino fascinante que se incluye en cualquier lista de imprescindibles a visitar en el país oriental. Y es que una puerta roja de madera de 16 metros de altura que flota sobre el mar es una estampa única en el mundo.
Por supuesto, este celebérrimo torii sobre el agua del mar interior de Seto es la máxima atracción de la isla, pero Miyajima ofrece a los viajeros mucho más: misteriosos senderos, montes con vistas asombrosas, templos sedantes y deliciosos ryokan. Porque ya puestos a conocer Miyajima, mejor hacer noche en una casa tradicional japonesa y disfrutar de la isla en la más embriagadora soledad.
Miyajima, un icono de Japón
Buena parte de los viajeros que se suben al ferry en Miyajimaguchi, en el continente, solo tienen una cosa en la cabeza: el torii sobre el agua. Quieren llegar cuanto antes para disfrutar de una de las maravillas más famosas del país. La emoción se puede sentir en la cubierta del barco: todos con una sonrisa en el rostro y el dedo en el disparador de la cámara. Y cuando ya se empieza a distinguir el fulgor rojo del torii sobre el azul del mar, un escalofrío: la magia de Miyajima empieza a embrujar al recién llegado.
Tal es la importancia que ha ido adquiriendo esta isla en la cultura japonesa que su nombre real —Itsukushima— ha sido sustituido a nivel popular por Miyajima, que se traduce como ‘la isla del santuario’. Una gran parte de los viajeros extranjeros que llegan a ella, lo hacen desde el norte de Honshu, desde Kioto u Osaka, en un shinkansen. Hay que señalar que el ferry a Itsukushima está incluido en el JR Pass —el billete de tren que da acceso a la red ferroviaria de alta velocidad japonesa además de otros medios de transporte— lo que es un acicate más para conocer la isla.
La cercanía con Hiroshima hace que pueda ser un buen plan de un día si venimos desde la mencionadas Kioto u Osaka: eso sí, habrá que madrugar. Con todo, nosotros recomendamos hacer noche en Miyajima, donde hay una nutrida red de ryokan que nos permitirán conocer tanto Hiroshima como Miyajima con más calma.
Una vez abandonado el ferry, el santuario de Itsukushima está a un paso: bordeando la playa nos vamos acercando al torii sobre el agua que es la puerta de entrada al recinto sagrado del santuario. Se trata de un santuario sintoísta, relativamente fácil de diferenciar de un templo budista por el uso del color rojo, el mayor decorativismo… y la ausencia de figuras que representan a Buda. El sintoísmo es considerado la religión nativa de Japón, una creencia animista con numerosos dioses conocidos como kami que incluyen deidades personificadas, fenómenos naturales o espíritus de personas fallecidas.
El origen del santuario sintoísta Itsukushima está en el siglo VI. Durante estos 1.400 años de vida del templo, y como sucede con buena parte de los recintos sagrados japoneses construidos en madera, Itsukushima-jinja ha sido reconstruido y restaurado en numerosas ocasiones. De hecho, desde 2019 buena parte del santuario se halla en plena restauración, incluyendo su famosa puerta de entrada sobre el agua. Así que si tienes pensado visitar Miyajima en las próximas fechas consulta el estado de las obras: actualmente, el torii sobre el agua está cubierto por un andamio parcialmente transparente.
¿Y por qué Itsukushima-jinja está construido sobre el agua? Desde antiguo, la isla se consideró sagrada por lo que solamente los monjes podían pisarla: los demás tenían que conformarse con acercarse en barca y quedarse al otro lado del torii. En este sentido, hay que tener en cuenta que los santuarios sintoístas se separan del espacio profano mediante una o varias puertas (torii) que marcan la entrada al espacio sagrado.
A la postre, la decisión de los primitivos habitantes de la zona de construir el santuario sobre el agua del mar interior de Seto convirtió el lugar en aún más mágico. Las mareas hacen que ninguna visita a Miyajima sea igual: puedes encontrar todo el santuario rodeado de agua o ir caminando hasta el propio torii con marea baja; puedes disfrutar de una única puesta de sol en primavera o de una postal invernal con el torii rojo teñido de blanco.
Miyajima: más allá de la puerta sobre el mar
La isla de Miyajima tiene una extensión de 30 km2, muy similar a la isla Graciosa al norte de Lanzarote: es decir, es pequeña pero no tanto. Así que merece la pena descubrirla una vez cumplido el trámite de la puerta sobre el mar. Muy cerca, por ejempo, tenemos el Gojunoto o pagoda de los cinco niveles con sus 28 metros de altura. Fue construida en el siglo XV y hoy forma parte del recinto sagrado de Itsukushima-jinja.
A unos minutos al sur del santuario principal de la isla encontramos el templo budista de Daiganji, dedicado a Benzaiten, diosa del agua, el arte y la música, siendo considerado por los japoneses como uno de los templos más importantes del país dedicados a esta divinidad. Bordeando la costa y muy cerca de Daiganji, está el Museo de Historia y Folclore de Miyajima, el acuario público de la isla y el santuario Omoto integrado en el parque homónimo.
Pero tal vez la otra gran atracción de Miyajima al margen del torii sobre el agua sea la subida al monte Misen pasando por el precioso templo Daishoin: casi siempre solitario, es un lugar ideal para perderse entre sus misteriosos rincones en los que abundan las entrañables estatuas jizo con sus gorritos de lana: son la representación de Jizo Bosatsu, el guardián de los viajeros, los niños y la maternidad. Por cierto, este recinto sagrado fue fundado por el monje Kukai creador de la escuela shingon del budismo y que fue el primero en recorrer la ruta de los 88 templos de Shikoku, una de las más antiguas y populares peregrinaciones del mundo.
Si vamos con tiempo y nos encontramos con fuerzas, es altamente recomendable seguir la ruta hacia lo alto del monte Misen. Existen tres rutas a pie para alcanzar la cima del monte, incluyendo la mencionada del templo Daishoin. El ‘premio de la montaña’ ya te lo imaginas: unas vistas espectaculares del entorno de la isla además de un bosque primitivo considerado un auténtico museo botánico natural. Pero si no tenemos ganas de caminar siempre nos quedará el teleférico que se toma en Momijidani Station, al norte de Daishoin y muy cerca del parque del mismo nombre, otra joya natural de la isla.
De vuelta al embarcadero de Miyajima, debemos recomendar la visita al salón de madera Senjokaku, la estructura más grande la isla conocida también como la “sala de las 1000 esterillas” por su gran tamaño ya que ocupa aproximadamente un millar de esterillas de tatami: un buen refugio en caso de lluvia, algo habitual por estas tierras, o para protegerse de las altas temperaturas veraniegas.
Y si nos vamos a quedar a dormir en la isla o estamos bien de tiempo, no podemos dejar Miyajima sin callejear por la pequeña población que se extienda al norte de Itsukushima-jinja: las calles Machiya y Omotesando, que discurren paralelas al mar, son recorridos ideales para palpar el sosegado ritmo de vida de los locales, entrar en algunas de sus tiendas y probar las delicias culinarias autóctonas como sus famosas ostras frescas: un paseo por la noche por Miyajima completa una jornada mágica en uno de los destinos más icónicos de todo Japón.
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