Apenas a media hora de Gdansk, en la pequeña localidad de Malbork, surge de forma inesperada una gran construcción de ladrillo rojo. Una fortaleza imponente que fue uno de los enclaves militares más importantes de la Edad Media y, tras una convulsa historia de batallas y conquistas, se presenta hoy como uno de los castillos más impresionantes de Europa.
La antigua capital de la importante Orden Teutónica fue declarada Patrimonio Mundial de la UNESCO y es la fortaleza medieval más grande que se conserva en el mundo. Estuvimos visitándola de la mano de la oficina de turismo de Polonia para conocer su historia y contarte todo lo que debes saber antes de tu visita. ¿Nos acompañas en este viaje por el tiempo?
Una breve historia del Castillo de Malbork
El Castillo de Malbork fue construido para servir de sede al Gran Maestre de la Orden Teutónica. Se erigió en la ciudad de Marienburgo, o Marienburg en alemán, por la misma orden de caballeros que la convirtieron en la capital de su estado independiente. La ciudad, que más tarde será más conocida como Malbork, perteneció al Reino de Polonia y a la potencia que surgió tras la unión con Lituania antes de ser anexado por Prusia en 1772 y caer en manos de Alemania en 1871. Con la derrota de los nazis en la II Guerra Mundial volvió a ser una ciudad polaca.
La Orden Teutónica nació en 1190, como otras hermandades similares, en la ciudad de Jerusalén con el objetivo de participar en las cruzadas que trataban de recuperar o defender, según la época, Tierra Santa. Estaba compuesta por caballeros que tenían una gran disciplina religiosa y que, con el paso de los años fueron adquiriendo un gran poder, especialmente en el norte de Europa. Fue en esta época cuando se levantó el Castillo de Malbork, que pasaría a ser el más importante de toda su área de influencia.
La construcción del castillo tuvo lugar en el siglo XII, aprovechando la seguridad y facilidades que ofrecía el río Nogat. Su desarrollo fue bastante rápido y terminó convirtiéndose en uno de los castillos más grandes e importantes del norte de Europa. Tras la Guerra de los 13 años, en junio de 1457, cayó en manos del Reino de Polonia y, al igual que los Templarios, la Orden Teutónica terminó desapareciendo.
Durante los siguientes siglos, el castillo perdió su función monástica y se reforzó su objetivo militar pero el enorme coste de su mantenimiento provocó que fuera sufriendo un progresivo abandono y decadencia. Durante los siglos XVI y XVII el castillo sufrió numerosas reformas, ya fuera por las nuevas necesidades, los caprichos de la corona real polaca o los infortunios, como el gran incendio de 1644 que destruyó las galerías medievales originales. Convertido en sede de los jesuitas durante casi un siglo, el castillo cayó en manos de Prusia en 1772.
Comenzó así una etapa en la que el castillo sufrió una severa transformación que eliminó gran parte de su esencia medieval. Las ventanas se sustituyeron, el interior se decoró con tejados de madera, se cambió el techo y se demolieron algunas partes como la Capilla de San Bartolomé para construir nuevas zonas como un granero. Numerosos intelectuales de la época protestaron por la destrucción que estaba sufriendo el castillo y, tras la llegada de las tropas de Napoleón, en 1816 comenzó un nuevo proyecto de rehabilitación. Durante el siglo XIX e inicios del siglo XX se realizó un importante esfuerzo de reconstrucción con numerosas reformas, algunas no exentas de polémica.
Durante los años del régimen nazi, el castillo recobró importancia y fue utilizado como símbolo de la grandeza de la historia alemana pero las duras batallas de 1945, que terminaron con el 80% del casco antiguo de la ciudad, provocaron la destrucción de una importante parte del castillo. Comenzó así una nueva y esforzada tarea de reconstrucción que tuvo como recompensa el reconocimiento del monumento como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997.
Qué veremos en nuestra visita
El Castillo de Malbork es inmenso, más incluso de lo que parece desde fuera. Su superficie ocupa un total de 21 hectáreas, así que necesitarás dedicarle una mañana entera o, al menos como mínimo, tres horas. Para comprar las entradas podemos acercarnos al centro de visitantes que está en el exterior y recoger una de las audio-guías, que también están en español. Se activan de forma automática en base a tu ubicación y, aunque en ocasiones pueden perderte un poco, resultan muy completas y didácticas.
Nos podemos dirigir entonces al espacio entre las murallas y rodear su muralla interior con el foso para acceder a un castillo donde se diferencian claramente tres zonas: el castillo bajo, el castillo medio y el castillo alto. Veamos qué nos vamos a encontrar en cada una de ellas:
Castillo Bajo
El Castillo Bajo estaría formado por la parte defensiva que daba acceso al castillo y lo protegía de posibles ataques. Cuando nos acercamos a esta impresionante construcción de ladrillo rojo y vemos su imponente conjunto de doble muralla y bastiones, podemos hacernos una idea de lo inexpugnable que tuvo que ser en su época.
El acceso al castillo lo realizamos por un característico puente levadizo que nos permite cruzar el foso que lo rodea para llegar a la gran explanada central desde donde accederemos al resto de zonas.
Cómo llegar al Castillo de Malbork
- La forma más sencilla para llegar al castillo es en tren. La ciudad está conectada por la ruta habitual entre Gdansk y Varsovia, así que la frecuencia de trenes es bastante alta. Para llegar desde la estación de tren hasta el castillo podemos andar unos 20 minutos, atravesando la zona comercial de la ciudad, o bien coger un taxi que nos costará apenas unos cinco euros.
Castillo Medio
La parte media del castillo es donde se ubicaban la mayor parte de áreas administrativas del mismo y el Palacio del Gran Maestre. Aquí podemos encontrar la antigua cocina o ver cómo era el sistema de calefacción usado en esta época y que servía para calentar, entre otras estancias, el Gran Salón. Se trata de una amplia galería sostenida por tres esbeltas columnas y un techo abovedado con una original estructura de arcos apuntados y un bonitos conjunto de frescos en las paredes que rodean la sala.
El Palacio del Gran Maestre era su residencia oficial y hoy nos permite admirar cómo eran las diferentes habitaciones. Su despacho, su habitación o incluso una capilla que se ubican entre diferentes vestíbulos y algunas salas más grandes como el comedor de invierno.
En este nivel encontramos también la Capilla de San Bartolomé y un par de las interesantes exposiciones que iremos encontrando diseminadas a lo largo de nuestra visita. En la de las armas medievales podremos hacer un largo recorrido histórico por las diferentes armas usadas en las diferentes épocas.
Mientras que, en el Museo del Ámbar, conoceremos la importancia de esta resina convertida en piedra preciosa y que fue fundamental para asentar el poder de la orden teutónica. Paneles informativos sobre sus características y su proceso de creación, así como un importante conjunto de piezas la convierten en una de las exposiciones sobre ámbar más importantes del mundo.
Dónde comer cerca del Castillo de Malbork
- La mejor idea para comer en nuestra visita a Malbork es cruzar el puente que sale de la parte trasera del castillo y reservar una mesa en alguna de las terrazas que miran hacia el río Nogat y el castillo. Mi recomendación es la taberna U Flisaka, que cuenta con una zona interior y otra exterior donde podremos disfrutar de los platos más típicos de la gastronomía polaca. Carnes y pescados de río cocinados a la parrilla, los inevitables pierogis o unas originales y sabrosas pizzas que elaboran con pan casero.
Castillo Alto
Esperamos que no te hayas entretenido demasiado en la primera parte del castillo y te hayas dejado tiempo para el Castillo Alto porque aún queda lo mejor. Cruzaremos un nuevo puente levadizo para acceder a la parte más antigua del castillo y, posiblemente, la más espectacular.
Esta parte replica algunas de las mismas salas y habitaciones que hemos encontrado en el nivel intermedio, en algunos casos con una versión aún más monumental. Es el caso del comedor que ocupa una extensa nave con galerías de arcos apuntados y una fila central de columnas. O la bonita capilla de Santa Ana, que era la que usaba habitualmente el Gran Maestre.
En la parte del Castillo Alto también podemos visitar la antigua celda del castillo, algunos de los dormitorios o la recreación de una cocina medieval con una muestra de los instrumentos utilizados, así como de los productos que se podían encontrar habitualmente en esta época.
En definitiva, un paseo por el Castillo de Malbork es un auténtico viaje por el tiempo, pero es, sobre todo, una prueba más del inmenso trabajo que Polonia ha realizado para restaurar y recuperar una importante parte de su historia. Una incansable labor que quizás tiene su mejor ejemplo en el centro histórico de Varsovia pero que también merece la pena reconocer y valorar en este lugar único en el mundo.
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