A buen seguro que la realidad de las misiones guaraníes fue un poco diferente a la que nos mostró aquella célebre película de Robert de Niro y Jeremy Irons que se llevó la Palma de Oro en Cannes en 1986, pero sirvió para que muchos espectadores recordaran aquella utopía teocrática y socialista que tuvo lugar durante siglo y medio en la selva guaraní, entre las actuales Brasil, Argentina y Paraguay.
La importancia histórica de estas misiones lo demuestra el hecho de que, actualmente, el único bien cultural paraguayo inscrito declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad son las misiones jesuíticas de la Santísima Trinidad del Paraná y de Jesús de Tavarangüé que visitamos a continuación.
Las misiones de los jesuitas en Paraguay
La primera de las 30 misiones de la Compañía de Jesús en territorio guaraní se estableció en 1609 en San Ignacio Guazú a la que le seguirían otras seis en el actual Paraguay. ¿Y por qué esta necesidad de fundar estos pueblos misioneros décadas después de la llegada de los españoles a este territorio?
Hasta 1590, se habían fundado diez ciudades y 40 colonias en América del sur, pero la situación estaba lejos de ser controlada. Por un lado, las comunidades indígenas luchaban por la recuperación de su libertad, pese a su estatus jurídico de hombres libres: y es que el sistema laboral de la encomienda convertía a muchos de ellos en “virtuales” esclavos.
En el otro lado estaban los bandeirantes portugueses que, más allá de su frontera, hacían frecuentes incursiones para cazar indios y venderlos como esclavos: la esclavitud fue legal hasta finales del XVIII en las colonias portuguesas en Brasil.
En este contexto, el Consejo de Indias español solicita el envío de misioneros con un objetivo tanto evangelizador, como social, político, económico y hasta militar: las futuras misiones se plantean como una suerte de organizaciones autónomas formadas por las comunidades guaraníes bajo la tutela de los misioneros.
Durante décadas, los jesuitas tuvieran carta blanca para organizar estas misiones que se terminaron convirtiendo en bastiones del Imperio español en la cuenca del Paraná… hasta que se volvieron demasiado “autónomos” y fueron expulsados a mediados del siglo XVIII, dando por concluida esta experiencia que marcó un hito de hibridación cultural en la América colonial.
Misión de Santísima Trinidad del Paraná
A 400 kilómetros al sureste de Asunción, a un paso de la frontera con la provincia de Misiones en Argentina, encontramos la que es la reducción guaraní mejor conservada y más extensa de Paraguay, razón por la que fue declarada ya en 1993 como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Desde un punto de vista arquitectónico la misión de Santísima Trinidad, construida a principios del siglo XVIII, fue la plasmación más armónica del patrón urbanístico jesuita, además de la más ambiciosa ya que ocupó 8 hectáreas.
Sigue los esquemas hispanos que a su vez derivan del urbanismo romano de organización espacial en torno una gran plaza en la que se encuentra la iglesia que, en el caso de esta misión, fue de grandes dimensiones bajo el diseño del arquitecto Gianbattista Primoli, arquitecto de la Compañía de Jesús en América.
De la plaza principal partían diversas calles de casi 20 metros de ancho en la que se disponían las casas de los indígenas que eran bloques porticados de 60 metros cuadrados. También se puede observar actualmente los restos de una torre almenada que pudo tener una función de vigía o defensa.
En este sentido, muchos poblados fueron militarizándose a medida que eran codiciados por otras tribus indígenas que habían rechazado la tutela jesuita o por los escuadrones de comerciantes de esclavos.
En la zona central de la misión se encontraban edificios públicos como el hospicio o los talleres, incluyendo el espacio conocido como tupambaé que significa “propiedad del señor”, las tierras que pertenecían a la comunidad.
Y es que uno de los aspectos más importantes de estas misiones y por las que despertaron tanto interés sociológico e histórico es el intento de combinar la evangelización con el mantenimiento de diversas tradiciones indígenas.
Aunque el grado de respeto del indígena variaba de una misión a otra y de un caso particular a otro, no cabe duda de que fue un avance considerable con respecto a la aculturación forzosa que conllevaba el despojo de las tradiciones milenarias de estos pueblos para abrazar una nueva fe y un modo de vida que les resultaba totalmente extraño.
Misión de Jesús de Tavarangüé
Aunque las misiones estaban aisladas de los centros urbanos existentes, sí que estaban interconectadas entre sí a través de caminos y canales y ríos. La misión de Jesús de Tavarangüé se ubica a tan solo diez kilómetros al norte de la de Santísima Trinidad del Paraná.
Fue fundada en 1685 a la orilla del río Monday, un afluente del Paraná, como otro proyecto urbano de gran ambición que no llegó nunca a terminarse quedando en el olvido durante años tras la expulsión de los jesuitas de los territorios de la corona española en 1767.
El elemento que más destaca en esta misión es la ruina de la iglesia en la que se percibe una singular combinación estilística que es única entre las misiones jesuíticas en las que solía dominar el barroco en combinación con elementos indígenas. Aquí encontramos detalles mudéjares como los arcos trilobulados de raigambre musulmana.
Para completar la exploración de esta misión, se ha abierto un Museo Arquitectónico que expone piezas tanto en madera como en piedra de este periodo jesuítico-guaraní, en particular algunos de esos arcos trilobulados que caracterizan esta misión de Jesús de Tavarangüé.
Además, se muestran teorías sobre cómo hubiera sido el techo de la iglesia inconclusa y diversas explicaciones sobre las técnicas constructivas precolombinas, así como las técnicas pictóricas para los tallados de madera y cerámica encontrados en el yacimiento.
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