Bajo la superficie de las calles parisinas se extienden cientos de kilómetros de túneles, salas y pasadizos que configuran las catacumbas de París. Aprovechando la intrincada trama de galerías subterráneas de unas antiguas canteras, las autoridades de la capital francesa decidieron trasladar millones de restos humanos a este espacio para tratar de solventar los graves problemas de salubridad que ocasionaban los cementerios de la superficie parisina. 250 años después de la apertura del ‘Osario municipal de París’ visitamos este lugar fascinante y misterioso al que acuden cada año más de medio millón de personas.
Catacumbas de París: el origen
El 7 de abril de 1786 el cementerio subterráneo bajo la superficie de la capital francesa se denomina oficialmente ‘Osario municipal de Paris’ pero pronto se empieza a conocer popularmente como catacumbas en referencia a las de Roma, lugar en el que se enterraban y se reunían de forma clandestina los primeros cristianos.
Para solucionar los problemas de salud pública que generaban la acumulación de restos humanos en los atestados cementerios de la superficie, las autoridades decidieron que la mejor solución era aprovechar la estructura subterránea de las canteras parisinas.
En origen mina de piedra caliza a cielo abierto de época romana, la explotación fue adentrándose en las entrañas de París conforme se agotaba el material en superficie. Y así fue hasta a mediados del XVIII cuando se prohibió la actividad en canteras subterráneas por su peligrosidad, cerrando definitivamente la explotación: 300 kilómetros de túneles quedaron abandonados.
Charles-Axel Guillaumot, inspector del servicio de Inspección general de canteras de París, órgano creado en tiempos de Luis XVI —rey guillotinado pocos años más tarde en tiempos de la Revolución— fue el encargado de acondicionar las canteras para recibir los restos humanos que procederían del Cementerio de los Santos Inocentes. Los traslados se hacían por la noche, en decenas de carretas cubiertas para evitar las protestas (y los sustos) de los parisinos.
Tras la Revolución, continúan los traslados clausurándose varios cementerios municipales del centro de París. En 1860 se efectúa el último depósito de huesos en las catacumbas. Según datos oficiales, el Osario municipal de la capital francesa alberga los restos de seis millones de personas.
Catacumbas de París: la leyenda
Búnkeres nazis, asesinatos, desapariciones, fiestas clandestinas… 300 kilómetros de túneles dan para muchas historias… y muchas leyendas. Poco después de que finalizase el último traslado de huesos a las catacumbas, estalló otra revolución, la de la Comuna de París de 1871: una de las cámaras de las catacumbas fue el escenario de la ejecución de un grupo de monárquicos. Este luctuoso suceso inauguró la leyenda negra de las catacumbas.
Décadas más tarde, los nazis entran en París. Los miembros parisinos de la célebre Resistencia francesa utilizan el sistema de galerías de las catacumbas para burlar a los invasores. Pero los nazis no tardarán en descubrir esta red de túneles aprovechándola también para su propio beneficio. Todavía hoy se conserva un búnker nazi bajo una escuela del VI Distrito.
Tras la finalización de la II Guerra Mundial, las autoridades parisinas empezaron a tomar nota de los riesgos que podía suponer una red tan extensa de túneles abierta al público: pasadizos sin luz, agujeros por los que se puede caer a otro nivel, inundaciones periódicas, riesgo de desprendimiento… En suma, un laberinto peligroso solo apto para personal especializado y que, como suele suceder en estos casos, podía despertar la fascinación de muchos exploradores intrépidos… o inconscientes.
El 2 de noviembre de 1955 las catacumbas se cierran y no se permiten visitas sin escolta oficial bajo amenaza de multa. Un departamento especial de la policía conocido como cataflics se encarga de velar por la seguridad de las catacumbas. Pero 300 kilómetros de túneles y numerosas entradas secretas es demasiado para un puñado de policías.
El reverso tenebroso de los cataflics son los cataphiles, una suerte de aficionados a las catacumbas parisinas que organizan excursiones y reuniones subterráneas y clandestinas. Entre los grupos más populares de catáfilos está el denominado Les UX, una sociedad secreta de la que formaría parte algo más de un centenar de personas. ¿Y a qué se dedican estos moradores del subsuelo parisino?
Cuentan que se realizan rituales demoniacos, actos paganos y fiesta de todas condiciones. De hecho, un periódico francés señalaba en 2016 que una persona había muerto de un infarto tras una de estas fiestas subterráneas. Pero la cultura también está presente en las catacumbas: se dice que se han llevado cabo cineclubs, se ha montado un restaurante y se han rodado películas clandestinas. Así mismo, también existe un grupo de catáfilos que se dedica a la restauración de las catacumbas y el osario.
Pero los sucesos más misteriosos relacionados con las catacumbas tienen como protagonistas a varias personas desaparecidas. Hace cuatro años, dos chicos fueron rescatados tras tres días perdidos en los túneles. A quien parece que no rescataron fue al protagonista de aquel célebre video viral: un explorador solitario que se perdió en este laberinto subterráneo y acabó arrojando la cámara con la que grababa. Aunque siempre se ha dudado de la veracidad del video, algunos expertos catáfilos afirman que es real.
Catacumbas de París: la visita oficial
Dejando al margen las leyendas y las incursiones más o menos peligrosas, las catacumbas de París pueden visitarse sin riesgo y sin linterna. La entrada oficial a las catacumbas se encuentra en Place Denfert-Rochereau y la salida en Avenue René-Coty. Para acceder a los túneles debemos bajar 131 escalones y para volver a la superficie se suben 112.
El recorrido es de 1,5 km y dura aproximadamente 45 minutos. A pesar de que medio millón de personas las visitan cada año, los responsables de las catacumbas no recomiendan el lugar a personas con claustrofobia o problemas de corazón.
¿Y qué vemos a lo largo de nuestra visita? Además de los túneles y los pasadizos, el mayor impacto que sufre el visitante es el propio osario. No solo se usaron los huesos para reforzar las paredes o los pilares, sino que en muchas ocasiones se dispusieron con intención estética, formando espirales o mosaicos.
Fue Héricart de Thury, ingeniero y político, el primero que, a principios del XIX, consideró la posibilidad de usar los huesos para generar una insólita exposición artística que se complementa con obras de albañilería que recrean estilos clásicos con altares, columnas dóricas o fuentes, como la Fuente de la samaritana, un pozo circular que puede verse durante la visita.
“Arrête! C’est ici l’empire de la mort” (¡Alto! este es el imperio de la muerte). Con esta tétrica frase que aparece en un cartel en la zona del osario, el visitante se despide de las catacumbas de París, el lugar más oscuro de la ciudad de la luz.
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