Calma, tranquilidad y clarividencia. Nitidez, luz y serenidad. Sombrilla, brisa y bikini. Verano. El color turquesa evoca numerosas sensaciones vinculadas al verano porque su tono recuerda al cielo abierto y al mar más limpio. Y si hay un lugar en España que está asociado a este color, ese es el litoral de Menorca, el paraíso para los fanáticos de las calas y las playas escondidas.
Nos ponemos en modo verano y recorremos de norte a sur la Menorca más turquesa descubriendo varios rincones de ensueño. Porque, aunque esta isla ya no es ningún secreto (y los precios para este verano así lo atestiguan) siempre ofrece al viajero una experiencia diferente e inolvidable.
La Menorca más turquesa
Antes de darnos el primer chapuzón, una pregunta: ¿ya sabes porque el agua de Menorca presenta ese tono tan claro, tan caribeño, tan turquesa? No es magia ni es que esta isla haya sido trasplantada al Mediterráneo desde el otro lado del Atlántico.
El tono de las aguas de los océanos deriva principalmente de tres factores: de la profundidad, de la luz y del color del fondo marino, tanto de las piedras como de la arena. La poca profundidad del litoral menorquín, la luz del sol que es filtrada por el agua y, especialmente, la arena blanca de buena parte de sus fondos marinos cercanos a la costa, junto al suave oleaje que solemos tener en estas zonas, dan como resultado este color que, en algunas calas y playas menorquinas, parece un sueño hecho realidad.
De Cala Morell a Arenal d’en Castell
Y tras esta explicación, al lío, comenzando por Cala Morell, a diez minutos de Ciutadella, entre la punta de Llevant y de sa Tortera, dentro de la ensenada Cul de sa Ferrada. Con una curiosa forma de ele y un talud de cantos rodados y arena, es una playa mucho menos frecuentada que las más famosas de la costa sur, aunque la urbanización que la rodea le otorgue un aspecto menos virginal. No obstante, las aguas no decepcionan: tranquilas y cristalinas.
A poco más de cinco kilómetros al este de Cala Morell nos bañamos un rato en Cala Algaiarens formada por las pequeñas playas de es Bot y es Tancats, en una costa que forma parte del paisaje montañoso de la Vall, entre bosques de pinos, dunas e impresionantes acantilados. Como Cala Morell y otras playas del norte, menos masificada que la costa sur. Y aunque puedes dejar el coche en dos parkings cercanos habilitados, también conecta con el célebre Camí de Cavalls que puedes recorrer a pie o en bicicleta.
Y llegamos ya a una de las joyas de la costa septentrional menorquina que ofrece una chocante paleta de colores en sus inmediaciones. Además del azul claro de las aguas, el rojo de la tierra que la circunda y el verde oscuro de los bosques cercanos. Así es Cala Pilar, una maravilla de 250 metros de longitud en una de las zonas más salvajes de Menorca.
Pero quizás la playa más famosa del norte menorquín sea Cavalleria, ubicada a nueve kilómetros de al norte de es Mercadal, entre las puntas des Vernís y de Ferragut, en un tramo resguardado del famoso Cap de Cavalleria, el punto más septentrional de la isla. En realidad, se trata de dos calas vírgenes de fina arena dorada que tienen forma de concha, además de un sistema dunar con escasa vegetación que la protege.
Arenal d’es Castell es nuestra última parada en esta primera parte de nuestro recorrido por la Menorca más turquesa: una playa semiurbana que ofrece un panorama bien distinto a Cavalleria o Cala Pilar. Ideal para familias y bañistas que buscan un lugar tranquilo de aguas serenas, pero con buenos servicios en los alrededores.
De Alcaufar a Des Talaier
Dejamos atrás Mahón y alguna cala bien famosa como Rafalet para probar las aguas de Cala Alcaufar, a cinco kilómetros de Sant Lluís, entre las puntas Prima y Des Rafalet. Se trata de una de esas largas entradas de agua, como un fiordo en miniatura, que abundan en la costa menorquina y que generan paraísos como este. Y aunque apenas tiene 35 metros de longitud por 40 de ancho, también ofrece un baño inolvidable flanqueado por un varadero de barcas.
Damos un buen salto por la costa sur, pasando playas como Punta Prima o Binibeca para adentrarnos en la zona más famosa (y frecuentada) de Menorca. Pero son playas que debemos probar al menos una vez en la vida porque la mayoría de ellas ofrecen postales inolvidables, como el caso de Cala en Porter, a 11 kilómetros de Alaior, entre los morros Esclafat y Ponent: 150 metros de longitud y 200 metros de ancho en la vertiente occidental de la urbanización homónima.
Dejamos atrás Son Bou, una de las playas más largas de Menorca con sus 2.400 metros de longitud, nos damos un baño en Trebalúger y alcanzamos Mitjana, una de las playas más famosas de todas las islas Baleares: un inapelable paraíso sin construcciones alrededor que rompan el hechizo turquesa de sus aguas.
Cala Galdana es el reverso tenebroso de Mitjana porque su litoral está muy urbanizado, pero a cambio ofrece uno de los baños más espectaculares de Menorca en una playa con forma de concha que es ideal para los más pequeños por su amplitud y la tranquilidad de sus aguas. Los papás y mamás pueden irse nadando mar adentro para fisgar un poco los barcos que siempre fondean en esta zona.
Más al este, encontramos playas que suenan a todo el mundo, incluso a los que nunca han estado en Menorca. Porque Macarella, Macarelleta o Turqueta no se pierden una lista de las mejores calas de España. Pero nosotros finalizamos esta ruta en des Talaier, a 13 kilómetros al sur de Ciudadela, ubicada entre las puntas des Pinar y de na Bruna generando una cala diminuta de 50 metros de longitud. Pero, a pesar de su tamaño, suele tener un grado menor de ocupación que sus vecinas del este, así que es una buena oportunidad para aquellos bañistas que hayan cumplido con el expediente en Mitjana y Macaralleta, pero aún tengan ganas de más turquesa.
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