Las Hurdes fue durante décadas objeto de debate entre políticos, historiadores, artistas y hasta médicos. Unos resaltaron el supuesto salvajismo y decadencia de los hurdanos, otros la terrible poesía de un país increíble. Y hay quien prefirió buscar sin aspavientos ni sensacionalismos las causas de la miseria y la enfermedad de la comarca.
Varias décadas después de aquellos conflictivos análisis que cimentaron la leyenda negra de esta tierra, Las Hurdes es una de las comarcas más atractivas de Extremadura, un conjunto de pueblos y enclaves naturales que enamoran al visitante ávido de lugares prístinos y diáfanos, en los que corre el aire y la vida serena.
Las Hurdes, comarca legendaria de Extremadura
Insiste la escritora e historiadora Mercedes Granjel en su libro Las Hurdes, el país de la leyenda, que uno de los orígenes sobre los equívocos históricos acerca de esta tierra es geográfico. Dicho de otra manera: la mayoría de los que especulaban sobre Las Hurdes no sabían dónde estaban Las Hurdes, ni por supuesto habían pasado por allí.
Las Hurdes es un territorio abrupto de histórico difícil acceso encastrado entre numerosas sierras y recorrido por diversos ríos que generan valles que se abren entre los montes. La sierra de Gata, la sierra de Francia y la de las Mestas cierran el norte de Las Hurdes en su frontera con Salamanca. Al sur, las sierras de los Ángeles, del Horno, de la Cierva, de las Cañas y del Cordón.
Y los ríos, la fuente de vida de esta tierra con aguas famosas por su pureza que resaltó Unamuno en su famoso texto sobre la comarca, aunque también con un poco ironía marca de la casa. Al norte, los ríos de los Casares, Malo o Ladrillar, y el Hurdano, y al sur, el río de los Ángeles y sus afluentes que, como el resto, van a dar sus aguas al Alagón que cierra la comarca por el este.
Para facilitar su comprensión geográfica y diferenciar los valles que forman la comarca, Las Hurdes se dividen en dos subcomarcas: las Hurdes Altas en torno a Casares de las Hurdes, Nuñomoral y Ladrillar, además de la zona oriental de Riomalo de Abajo y Las Mestas, y las Hurdes Bajas en torno a Pinofranqueado y Caminomorisco. Incluso hay quien establece una tercera zona: Las Hurdes Centrales, desde Vegas de Coria a Mesegal.
Historia y leyenda negra de Las Hurdes
“Ni los holandeses contra el mar”, escribió Unamuno al entrar en Pinofranqueado, “un buen pueblo, sin nada de la ridícula leyenda del salvajismo hurdano”. Pero acto seguido, Unamuno poetizaba la miseria hurdana: “¡hay que ver lo heroicamente que han trabajado aquellos pobres hurdanos para arrancar un misérrimo sustento a una tierra ingrata”.
Probablemente el propio Unamuno cayó en la trampa del turismo morboso cuando acompañó al hurdanista Maurice Legendre en un viaje de varios días a lo largo de la comarca en 1914. Unamuno mostraba “impaciencia” por entrar en las Hurdes, “aquellas de que nos han dicho tantas veces que los hombres casi ladran y se visten con pieles y huyen de los … civilizados”.
Efectivamente, en aquella época, antes de la famosa visita de Alfonso XIII y del polémico documental de Buñuel, Las Hurdes eran para muchos españoles una leyenda.
Si en la época de Internet y las redes sociales aún hay quien fantasea con tribus amazónicas que coleccionan cabezas humanas, imaginaos hace más de un siglo, como se cita en este artículo del historiador Roberto C. Montañés Pereira: “Mujeres que teniendo en la mano y en abundancia el agua, jamás se peinan ni lavan, mujeres que no cosen ni asean sus viviendas, no merecen el nombre de tales”, decía Francisco Pizarro y Capilla, inspector provincial de educación a finales del XIX.
Vagos, cretinos, de un salvajismo degenerado, limosneros profesionales, bestias vestidas con pieles que solo comían bellotas… Hasta se dijo que era el lugar al que se abandonaba a los expósitos que crecían entre las montañas sin tutela o a cargo de nodrizas hurdanas como método de sustento.
Y entonces llegó Gregorio Marañón, sin ánimo artístico, ni literario, tampoco político, para investigar las causas de la problemática hurdiana: “Nosotros por el contrario hemos confesado que no hallamos en Las Hurdes ninguno de los elementos legendarios que sirvieron de tema a los cronistas, ni razas distintas, ni seres salvajes y de costumbres extrañas, ni pueblos de liliputienses, sino solo alquerías habitadas por pobres gentes, inteligentes y dulces pero asoladas, ignorantes y sobre todo, temiblemente hambrientas y enfermas de gravedad”.
Y así empezó un nuevo capítulo en la historia de Las Hurdes marcado por al análisis riguroso de las causas de la miseria hurdiana y, sobre todo, las posibles soluciones para acabar con ella.
Las dificultades de comunicación por la particularidad geográfica de la comarca, las dificultades agrarias en un terreno poco apto para cultivar, pero, ante todo, la alarmante situación sanitaria fruto especialmente de la alimentación hipocalórica que originaba el conocido como “mal de Las Hurdes”, otra conjetura sensacionalista que no era más que falta de alimento y condiciones insalubres: “el problema jurdano es pura y simplemente un problema sanitario”.
Recorriendo los pueblos de Las Hurdes
Un siglo después de que Gregorio Marañón comenzara a transformar la leyenda en historia, muchas cosas han cambiado en Las Hurdes como podrá ver cualquier viajero que recorra sus pueblos. Nosotros comenzamos nuestra ruta en el suroeste de la comarca.
Las Hurdes Bajas
A una hora y media al norte de Cáceres se llega a Pinofranqueado, un municipio que suma más de 1.600 habitantes en su propio núcleo de población y en las diez alquerías de su entorno, nombre de origen árabe con el que todavía se conocen a estos pueblos hurdanos.
Y no hay mejor manera de empezar a conocer esta tierra que esta localidad: aquí se ubica el Centro de Documentación de Las Hurdes en el que informarse acerca de la historia y el presente de la comarca.
Antes de continuar por la EX-204 que recorre las Hurdes Bajas hasta Riomalo de Abajo, en la frontera con Salamanca, nos desviamos por la CC-155 para conocer Ovejuela, la alquería más poblada.
Además de visitar el Centro de Interpretación de la Miel, nos podemos hacer la primera de las muchas rutas de senderismo que abundan por el territorio. Esta nos lleva a la cascada del Chorrituelo: la primera imagen de nuestro viaje que simboliza la fantástica belleza natural de esta comarca.
También desde Ovejuela parte otra de las rutas más veneradas de la comarca, la que lleva al Chorro de los Ángeles que también cuenta con un mirador muy popular al que se puede llegar también desde Pinofranqueado. En este trayecto encontrarás también la “piedra montá”, otro lugar habitual para sacarse una foto.
También desde Pinfranqueado puedes tomar la CC-156 y subir a conocer las alquerías de la orilla del Esperabán: Muela, Robledo, Castillo, Horcajo, Aldehuela y Erías. Fue en esta última donde Unamuno escribió uno de sus párrafos más controvertidos y sustanciosos sobre Las Hurdes en los que disparaba con bala a buena parte de España:
La pobre gente hablaba de su vida mansa, humilde, resignadamente. Me entró la duda de si las quejas eran quejas rituales, eco de lo que han oído a los que se constituyen en sus abogados, o una forma más de nuestra característica quejumbrosidad española, de esta detestable manía de pordioseros de estar siempre lamentándonos de nuestra suerte y nuestra patria. Me entró la duda de si todo ello no era sino la voluptuosidad de la queja.
Unamuno
En la orilla derecha del río de Los Ángeles que nutre con sus aguas las Hurdes Bajas siguiendo la CC-110 podemos visitar Azabal y sus cercanos petroglifos: son grabados rupestres en rocas que abundan por la comarca, como también verás en Aceitunilla, al norte de Nuñomoral.
Pasando Mesegal —donde cada año se celebra la Carvochá de Todos los Santos, una de las fiestas más famosas de las Hurdes Bajas junto a la Enramá de Pinofranqueado— llegamos a Caminomorisco donde, además de una oficina turística, puedes darte un baño en la piscina natural del río Alavea, uno de los afluentes por el norte del río de los Ángeles.
Tras pasar Desehilla y Huerta llegamos a un desvío que conduce a Cambrón donde puedes cruzar por el puente sobre el arroyo y dar una vuelta por los senderos de la sierra del Horno, además de visitar su Centro de Interpretación del Agua y el Medio Ambiente Por su parte, en Cambroncino visitamos la iglesia de Santa Catalina del XVIII, apodada “Las Lástimas”, según se dice por los fieles que acudían allí a rezar por sus penurias, ¿la voluptuosidad de la queja de la que hablaba Unamuno?
Las Hurdes Altas
Cruzamos el río Hurdano y entramos en las Hurdes Altas visitando Vegas de Coria, una de las 11 alquerías del municipio de Nuñomoral que suma en total más de 1.200 habitantes. Aquí se ubica uno de los alojamientos rurales más famosas de Las Hurdes, también por su restaurante en el que degustar los platos típicos de la comida hurdana: ensalada de limones, moje de peces, caldereta de cabrito, además de postres de cerezas y miel, sin olvidarnos del aceite D.O.P Gata-Hurdes.
Desde Vega de Coria, cruce de caminos, tienes dos opciones para recorrer las Hurdes Altas. Por un lado, seguir la EX-204 o ir por la CC-55.1 rumbo a Nuñomoral. Nosotros optamos por la primera para recorrer la ladera norte de la sierra del Cordón hasta Riomalo de Abajo cerca de donde se observa uno de los iconos geográficos más importantes de la frontera entre Cáceres y Salamanca: el Meandro Melero del Río Alagón. Las vistas desde el mirador de la Antigua son inolvidables.
Dejamos el municipio de Nuñomoral un rato para conocer Ladrillar entrando por Las Mestas, a menos de 10 minutos de Riomalo de Abajo por la CC-166 donde puedes visitar la iglesia de Nuestra Señora del Carmen del XVII y darte un baño en el Charco de la Olla, uno de los lugares más venerados de las Hurdes Altas. Y no nos olvidemos del Enebro de Las Mestas, un árbol de 14 metros de más de 350 años.
Remontando el curso del río Ladrillar que vierte sus aguas al Alagón y nace en la ladera sur de la sierra de Francia pasamos Cabezo y Ladrillar, la localidad más norteña de Las Hurdes, para después llegar a Riomalo de Arriba, un punto importante en esta visita ya que aquí se encuentra el Centro de Interpretación e Información de Las Hurdes ubicado en una casa típica de arquitectura tradicional hurdana.
Entre Riomalo de Arriba y Robledo, alquería que ya pertenece al municipio de Casares de las Hurdes, se encuentra el mirador de las Carrascas, uno de los mejores puntos de las Hurdes Altas para admirar el paisaje hurdano. Para los fanáticos de las carreteras panorámicas, esta zona es una gozada, como lo es el mirador de la Pregonera, pasando Carabusino, al que también se puede llegar a pie desde Huetre, localidad en la que se ubica el Centro de Interpretación de la Artesanía.
Bajando de nuevo hacia Nuñomoral pasamos por Casares de las Hurdes donde encontramos otra Oficina de Turismo. Este pueblo es conocido como el Balcón de las Hurdes por sus vistas de la sierra de la Corredera. Si llegas a Casares desde Robledo, al norte, no te olvides de visitar el mirador de las Estrellas, el mejor para los amantes de la astronomía en Las Hurdes.
En Casares de las Hurdes también termina (o empieza) la Ruta de Alfonso XIII, la más famosa de Las Hurdes que recuerda el viaje que hizo el rey en 1922 y que fue un punto de inflexión en la historia de esta comarca. Tiene 21 kilómetros y se divide en dos tramos: desde Las Mestas a Ladrillar pasando por Cabezo, y desde Ladrillar a Casares de las Hurdes, pasando por Riomalo de Arriba.
Tras dejar atrás Heras y Asegur, este ya perteneciente a Nuñomoral, llegamos a la capital municipal para hacer la última parte de esta ruta por las Hurdes Altas que nos lleva hasta El Gasco.
Rumbo a El Gasco
La CC-163 remonta al río Malvellido en dirección occidental. Desde Cerezal, primera alquería al oeste de Nuñomoral, parten dos rutas: la primera, la del Valle de Los Tejos en Cerezal. Estos árboles están peligro de extinción en Extremadura y este es el lugar con más ejemplares de toda la región. Y la segunda es la que lleva a pie desde Cerezal hasta El Gasco, ruta lineal de algo menos de 10 kilómetros.
Rumbo al oeste hay que pararse ante el mirador Mantilandrán con espectaculares vistas de los meandros del Malvellido. Y tras pasar Fragosa, llegamos a El Gasco, probablemente el símbolo rural de Las Hurdes por su colección de arquitectura popular, entre otros atractivos. Pero no era así hace un siglo, o al menos no fue así para Unamuno que escribió lo siguiente sobre El Gasco y su entorno:
Difícilmente se encontrará peores poblados que el Gasco, Fragosa y Martilandrán. Al atravesar el Gasco por aquellas infernales callejuelas, entre aquellos hombres ceñudos y negros, me asomé a la puerta de un casuco. La carita fresca como una rosa y brillante como un lucero, de una niña, hacía resaltar la hórrida y sucia negrura de aquella zahúrda. Y siempre las quejas (…) pero en muy buen castellano, porque eso de que ladren o poco menos, es otra patraña.
Unamuno
Menos mal… Habría sido el primer caso de perros-humanos de la historia. Aquellas “miserables mazorcas de tugurios” son hoy en día reconocidos como los mejores ejemplos de arquitectura tradicional hurdana que, según el experto en Las Hurdes Félix Barroso no eran un símbolo de pobreza, ni mucho menos: “Pizarra sobre pizarra, formas redondeadas, escasos vanos; gruesos muros, lucido, a veces, con almagre; maderos de castaños, lanchas en vez de tejas y dimensiones reducidas, una vivienda bioclimática enmarcada dentro de determinadas coordenadas socioeconómicas”.
Para celebrar esta arquitectura popular, El Gasco acoge el Centro de Interpretación de la Casa Hurdana. Y es El Gasco, ubicado a más de 700 metros de altura, en la ladera del barranco en la orilla norte del Malvellido no es un pueblo más de Las Hurdes.
En su entorno se ubican dos de los puntos más singulares de la comarca. Por un lado, el misterioso volcán de 50 metros de diámetro que se cree se formó por el impacto de un meteorito hace dos millones de años. Y, por otro, la senda del Chorro de la Miacera que acerca a una de las cascadas más impresionantes de Las Hurdes, otra refrescante visita en una comarca inagotable.
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