El verde de la tierra, el azul oscuro casi negro del mar y el blanco celeste: un buen día en la isla de Skye está definido por esos tres tonos que resumen la idiosincrasia de una de las islas más salvajemente bellas del norte de Europa.
Su terreno escarpado sin respiro, su línea costera tortuosa y sus acantilados legendarios: la subyugante geografía de Skye es uno de sus principales reclamos. Imposible no caer rendido ante los paisajes que ofrece esta isla escocesa. Pero, además, Skye es un tesoro cultural que fascinará a los fanáticos de la Edad Media, de los castillos envueltos en brumas, de los rumores de hadas y druidas… y del mejor whisky escocés.
La Isla de Skye: la isla de las nubes
Así la denominaron los vikingos: y es que en este lugar casi podemos tocar el cielo con los dedos. La isla de Skye es la más grande de las Hébridas Interiores del Norte con una superficie de 1656 km². Para que nos hagamos una idea, su tamaño es prácticamente idéntico al de Fuerteventura en Canarias.
A los que os guste pasar el dedo por el mapa antes de llegar a vuestro destino, os sorprenderéis por la línea de costa de Skye, plagada de penínsulas, de entrantes y salientes, algo, en realidad, extensible a toda la zona noroeste de la isla de Gran Bretaña. Así es Skye, una isla agresiva en su aspecto geográfico que deslumbra al viajero mucho antes de haber embarcado en el ferry desde Mallaig en las Tierras Altas de Escocia.
Y es que la mejor forma de entrar en esta isla misteriosa es hacerlo en barco, un trayecto de unos 45 minutos que nos deja en Armadale al sureste de la isla. No obstante, la mayoría de los visitantes de Skye optan por la carretera A87 al noreste que va de Kyle of Lochalsh a Kyleakin, donde nos recibe uno de los habitantes más típicos de la isla: el castillo.
Efectivamente, la isla de Skye está plagadas de castillos, algunos de ellos de fama mundial. En este caso se trata del castillo Maol que se alza en ruinas sobre una colina cenagosa dominando un lago. Una estampa que será más que habitual en nuestra visita a esta isla. Además, en la vecina Kyleakin podemos encontrar diversas casas de huéspedes, una opción a tener en cuenta si queremos conocer Skye en más de una jornada (siempre más recomendable que pegarse el típico tute de todo en un día).
Siguiendo la ruta por la A87 bordeando la costa este de la isla llegamos a Portree, la principal localidad de Skye. Aquí viven pocos más de 2500 personas —la población total de Skye no supera las 10000— siendo el lugar ideal para hacer una primera parada, mezclarse un poco con los locales y tal vez tomar nuestra primera pinta del día.
Conviene señalar que una parte importante de los oriundos de Skye habla el gaélico escocés, una lengua que llegó a Escocia importada por los celtas procedentes de Irlanda en el siglo V. Se trata de una variedad del irlandés antiguo que se asemeja al gaélico de Irlanda o al que se habla en la Isla de Man. Durante siglos fuertemente reprimida, fue a partir del siglo XVI cuando esta lengua empezó a recuperarse. Pese a que solo la habla un 1% de la población de Escocia, el reconocimiento del gaélico escocés por parte del Parlamento como una de lenguas las oficiales del estado junto al inglés ha favorecido su preservación y difusión.
Continuamos ruta hacia el norte de Skye tropezándonos con uno de lugares más emblemáticos —y ya instagramizados— de la isla: Old Man of Storr. Se trata de un pináculo con forma de menhir que domina esta zona de la isla. Un camino de unos tres cuartos de hora desde el aparcamiento nos lleva a las proximidades de esta formación rocosa que hará las delicias de los fotógrafos.
A poco más de diez minutos al norte llegamos a Kilt Rock, uno de los miradores más impresionantes de la isla. Y es que los acantilados son otras de las señas de identidad de Skye. La cascada de Mealt brotando de un manto verde y precipitándose al mar azul es otra de esas estampas inolvidables. Si vamos bien de tiempo, a pocos metros del impresionante Kilt Rock tenemos el Staffin Dinosaur Museum, una buena forma de conocer otros de los históricos habitantes de la isla…
Los MacLeod, las hadas y el faro de Virgina Woolf
Ya cerca del extremo norte de la isla nos encontramos con The Quiraing en la península de Trotternish, una ruta circular de unos 7 kilómetros que nos lleva al interior y nos permite penetrar aún más en la belleza amenazante de Skye. Ha llegado la hora de bajarnos del coche y disfrutar del terreno a pie. Pero cuidado, la climatología impredecible de esta isla nos obliga a estar en alerta: son caminos con pendientes pronunciadas desaconsejables en caso de fuerte lluvia y niebla.
Otra visita recomendable en esta zona es el Skye Museum of Island Life, típico museo que muestra la historia de los asentamientos humanos y de su estilo de vida. Posee varios cottages y diferentes artefactos que ilustran las diferentes etapas que ha vivido este territorio.
Vamos bajando hacia el sur de la isla para llegar a otros de los lugares más fotografiados (y enigmáticos) de Skye: Fairy Glen, el Valle de las Hadas. Con ese nombre, a ver quién es el guapo que se resiste, ¿no? Pese a que no es fácil de encontrar, merece la pena llegar a ese valle que nos transporta a un mundo onírico de aroma tolkiniano.
Cerca ya de la parte más occidental de Skye visitamos el castillo de Dunvegan, el más visitado de Skye y sede del mítico Clan MacLeod que se consideran descendientes de Olaf el Negro el cual gobernó las Hébridas y la Isla de Man en el siglo XIII. Dicen de Dunvegan que es el castillo habitado de manera continua más antiguo de Europa.
Y ya en el extremo occidental de la isla llegamos a uno de nuestros lugares predilectos de Skye: el faro Neist Point, un impresionante paisaje marino que también fascinó a Virginia Woolf: la célebre escritora británica situó aquí la acción de Al Faro, una de sus mejores novelas.
No nos podemos ir de Skye —ni de Escocia— sin probar su bebida más famosa: el whisky. Para ello nos acercaremos a la destilería Talisker donde fabrican uno de los brebajes más contundentes de todo el país. Y terminamos nuestra visita donde empezamos: en Armadale. Pero antes de tomar el ferry de vuelta y abandonar esta isla de cuento una visita al castillo y al Museo del Clan MacDonald, otro de los más importantes de Escocia.
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