¿Cuántos de nosotros hemos pensado alguna vez en dejarlo todo y retirarnos una temporada “lejos del mundanal ruido”? ¿Y cuántos hemos cumplido nuestra “amenaza”? Podríamos aducir que, hoy en día, no es fácil encontrar un lugar adecuado para escapar del fragor cotidiano y las hostigantes redes sociales. ¡Excusas! Os conducimos al lugar perfecto para vuestro retiro espiritual: el Valle del Silencio.
Siguiendo las huellas de un puñado de anacoretas medievales que ansiaban soledad para encontrar respuestas a las grandes preguntas y a los que incluso el sonido de un arroyo podía despistar en sus profundas reflexiones, nos acercamos a la provincia de León en busca de respuestas silenciosas que retumban en las paredes de cuevas perdidas en las montañas bercianas.
El Valle del Silencio, un retiro espiritual en El Bierzo
La primera gran pregunta a la que debemos buscar respuesta es: ¿por dónde cae exactamente el Valle del Silencio? Al sur de Ponferrada, en la comarca del Bierzo, al noroeste de la provincia de León, hallamos un territorio escarpado por los Montes Aquilianos y salpicado de arroyos que nutren el río Oza cuyo valle nos acerca al silencio.
Y es que el denominado Valle del Silencio no es estrictamente una entidad geográfica, sino más bien un epíteto de una parte del Valle del Oza que se corresponde con la Tebaida Berciana. Y este término tan particular, ¿de dónde procede?
Pues justamente del origen de este territorio como retiro espiritual y la proliferación de pequeñas entidades monacales que llevó a los cronistas medievales a compararlo con la Tebaida egipcia y con los “Santos Desiertos de Palestina”: son las cuevas del silencio que surgen en las laderas de los montes aquilanos tras la iniciativa de San Fructuoso, el primer monje que se adentró en el valle del Oza buscando silencio.
Fructuoso y Genadio, los pioneros del silencio berciano
Nacido a principios del siglo VII probablemente en Toledo, Fructuoso pertenecía a una importante familia de la aristocracia visigoda teniendo parentesco real según sus biógrafos. Como su familia poseía importantes propiedades en el Bierzo se fue acercando a esta tierra, vinculándose al clero y fundando una serie de monasterios, entre ellos el de Compludo del que hoy apenas quedan restos más allá de la Herrería al borde de dos arroyos del río Meruelo que hoy se puede visitar a poco más de cinco minutos al norte de la localidad de Compludo.
Al parecer, “abrumado por las continuas visitas que le estorbaban en su soledad”, Fructuoso decidió que aquella vida monacal no era lo suyo, no en ese momento. Y se adentró en los montes. Pero los seguidores que había cosechado a lo largo de los años, especialmente tras la redacción de su Regula monachorum, una regla monacal inspirada en la de San Isidoro, buscaron a su líder copiando su actitud: es el origen de las cuevas del silencio que dan nombre al valle, espacios naturales en los pliegues de las montañas aprovechados como refugio espiritual, algunos de los cuales aún se conservan 1300 años más tarde, como la más célebre, la de San Genadio.
Genadio, el monje que calló al arroyo
Cuenta la leyenda que Genadio se hallaba en pleno éxtasis reflexivo cuando el rumor del arroyo vecino a su cueva le sobresaltó. Harto de tal “estruendo” se acercó a la serpenteante corriente de agua y le ordenó silencio. Tal fue la determinación con la que lo solicitó, que el arroyo se escondió bajo tierra y volvió a salir unos metros más adelante, pasando la cueva, tal y como se mantiene hoy en día.
Pero Genadio no solo callaba a la naturaleza para que hiciese honor al nombre del valle, sino que era siempre acompañado por unicornio que se encontró en el bosque y cuyo cuerno sería una reliquia sagrada para los vecinos de Montes de Valdueza, a 20 kilómetros al suroeste de Compludo. Además, cuentan que el monje, que vivió entre finales del siglo IX y principios del siglo X, fue el primer poseedor de una biblioteca ambulante, los libros que siempre le acompañaban en sus incursiones en el Valle del Silencio, la única compañía que se permitía en sus épocas más solitarias.
Porque Genadio no solo vivió en una cueva, sino que tuvo tiempo de ser obispo de Astorga, tras los ruegos del rey Alfonso III, además de fundar el monasterio de Santiago de Peñalba en torno al cual se conformó un pueblo que es, en la actualidad, el epicentro rural del Valle del Silencio. Porque este valle no es solo, por supuesto, leyendas, cuevas y naturaleza, también son pueblos entrañables que pasamos a visitar.
Los pueblos del Valle del Silencio
Que el patrimonio natural, arquitectónico y etnográfico del Valle del Silencio es considerable lo demuestra el hecho de que hace unos años, las autoridades bercianas iniciaron los trámites ante la Unesco para la declaración como Patrimonio de los Humanidad de la Tebaida Berciana, que sería el segundo de la comarca tras Las Médulas.
Peñalba de Santiago
Y si este territorio es, algún día, Patrimonio de la Humanidad, buena parte de culpa la tendrá Peñalba de Santiago, la localidad que actúa como eje cultural del Valle del Silencio. Quince minutos se tardan en recorren en coche los seis kilómetros que separa Montes de Valdueza de Peñalba de Santiago, ubicada en el centro de los montes Aquilianos, entre varios arroyos afluentes del Oza.
Con un censo de 15 vecinos en 2021, Peñalba de Santiago es una minúscula joya que ofrece un pletórico catálogo de la mejor arquitectura popular de las montañas bercianas. No en vano estamos hablando de un pueblo que supera los 1100 metros de altitud.
Y para hacer frente a esta vida de altura marcada por los rigores invernales y las dificultades de comunicación con grandes núcleos de población, los vecinos apostaron por una arquitectura hoy icónica: muros de bloques irregulares de piedra caliza, corredores de madera en voladizo, cuadra, caballerizas y bodega en el piso inferior y sus famosos tejados de pizarra que hoy son todo un símbolo de la tierra.
La iglesia de Santiago de Peñalba
Para completar el patrimonio arquitectónico de Peñalba, mención aparte merece el templo que es el verdadero imán cultural del Valle del Silencio: la iglesia de Santiago de Peñalba, que debió formar parte en origen de un monasterio fundado por el propio Genadio tal y como se señala en uno de los muchos grafitos que aparecen inscritos en sus paredes.
Inaugurada por el sucesor de Genadio, el abad Salomón en el 937 y donde estuvo enterrado el propio Genadio durante siglos hasta que en el siglo XVII la duquesa de Alba decidió que era buena idea exhumar sus restos sin pedir permiso, Santiago de Peñalba es uno de los edificios más representativos de la llamada arquitectura mozárabe, un término siempre controvertido para los historiadores del arte que define la actividad cultural de los cristianos en territorio musulmán o de los cristianos arabizados.
Destaca especialmente por su planta de ábsides contrapuestos, algo muy poco común para la época y que puede tener influencia norteafricana, las pinturas murales también de influencia califal y sus icónicos arcos de herradura: quizás el emblema más reconocible de todo el Valle del Silencio y ante el que, a finales de julio, se celebra la gran fiesta de la localidad con la entrega de la denominada Cruz de Peñalba, el propio símbolo de la comarca del Bierzo.
Montes de Valdueza
Aunque Montes de Valdueza doble en población a su vecino, no se puede decir que sea una megalópolis. Al contrario, ofrece el mismo panorama sereno que Peñalba: un puñado de casas en el valle del Oza.
Pero Montes de Valdueza también cobija un edificio de visita imprescindible, el Monasterio de San Pedro de Montes, uno de los que fundó San Fructuoso en el siglo VII. En el propio epígrafe tallado para conmemorar la consagración de la iglesia se puede leer el nombre del pionero del silencio en la Tebaida Berciana. Hoy, el Monasterio de San Pedro de Montes conjuga los restos del claustro y otras dependencias monacales con la presencia restaurada de la iglesia o la torre.
La visita al monasterio se completa con la ermita de Santa Cruz que nos ofrece un magnífico testimonio de otra tipología arquitectónica habitual del Valle del Silencio: las ermitas, pequeños santuarios sin culto permanente que servían para que los vecinos y viajeros tuvieron un lugar de acogida espiritual en lugares poco accesibles.
La comarca de Valdueza
El término “Valdueza” hace referencia al propio Valle del Oza por el que encontramos, siguiendo el curso del río camino de su desembocadura en el Sil, diversos pueblos y aldeas con ese “apellido”: San Clemente, San Cristóbal, San Esteban, Manzanedo, etc.
A medida que nos acercamos a Ponferrada, los pueblos están más habitados, como el caso de Villanueva, que supera los 100 habitantes, a solo 10 kilómetros de la capital del Bierzo. Mención aparte merece Valdefrancos, pasando San Clemente, uno de los más bonitos con su famoso puente de arco de medio punto denominado “romano”.
La zona de Compludo
Ya referido anteriormente, y aunque sea aleje estrictamente del Valle del Silencio, no hay que olvidar la vinculación de la Tebaida Berciana con esta zona ya que Fructuoso fundó en Compludo su primer monasterio del que se conserva la Herrería antes mencionada.
Con sus 30 habitantes, al margen de la propia Compludo, podemos visitar Espinoso. Otro magnífico testimonio de arquitectura popular berciana a más de 1000 metros de altura en el que no faltan las casas rurales y las posadas para degustar la gastronomía de la tierra, que merecería un capítulo aparte.
Los senderos del Valle del Silencio
Pero que nos perdone nuestro apetito, pero en este viaje por el Valle del Silencio no hemos venido a comer: nuestro último objetivo no es otro que recorrer a pie algunos de los senderos más populares del valle, como el que nos acerca a la Cueva de San Genadio, uno de los inapelables símbolos de la Tebaida Berciana que justifica este nombre inspirado en los pioneros eremitas orientales.
Cueva de San Genadio y Cascada del Silencio
En poco más de seis kilómetros partiendo de Peñalba de Santiago, tienes la ruta más célebre del Valle del Silencio que comienza haciendo un recorrido por varios de los puntos más sobresalientes del pueblo, para después cruzar el puente de madera sobre el arroyo del Silencio, y visitar la cueva y la cascada cercana.
La cueva está protegida por una verja y cuenta con diversos recuerdos del santo, como una talla de madera y un altar. Hace pocos días, justamente, se celebraba la festividad de San Genadio: el 25 de mayo es el día en el que los vecinos del valle rinden tributo a su máxima leyenda.
Sendero Circular de la Tebaida Berciana
Si quieres algo más ambicioso, te recomendamos que sigas la ruta de la Tebaida Berciana, la mejor para tener un panorama más completo del corazón del Valle del Silencio. Desde la propia Cueva de San Genadio, la ruta sigue hacia el norte pasando ante el Chano Collado y dirigiéndose hacia Montes de Valdueza desde donde se alcanza la Herrería de Montes para después descender rumbo de nuevo a Peñalba, remontando el curso del río Oza. Son unos 16 kilómetros en total.
Senda de los Monjes
Y como colofón a esta visita al Valle del Silencio, una ruta aún más larga (y lineal, ojo), de casi 20 kilómetros llamada de forma muy gráfica la Senda de los Monjes, que arranca desde el Puente Boeza en Ponferrada y sigue hacia el sur, hacia la comarca de Valdueza por Villanueva, Valdefrancos y San Clemente hasta cruzarse con el propio Sendero de la Tebaida Berciana para terminar en Montes de Valdueza, allí donde, hace más de 1300 años, un monje llamado Fructuoso decidió que el silencio berciano era la mejor sintonía para el alma.
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