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El adjetivo colorista es el tópico que se ajusta más a esta vigorosa y brillante manifestación popular del más puro ambiente festivo de la India. Anualmente, y dependiendo de la fase lunar en el calendario hindú, durante el mes de medam (abril-mayo) se celebra, en la localidad de Thrissur, situada en el centro geográfico del estado de Kerala (sureste de India), un fantástico festival, que dura 36 horas, que consiste en una peculiar coreografía de 30 elefantes que representan a dos ‘equipos’ religiosos -Paramekkavu y Thiruvambadi- que compiten entre sí haciendo gala de sus respectivas formaciones de paquidermos ricamente enjaezados.

Este año, el llamado -por los propios hindúes- ‘festival de festivales’ tendrá lugar desde el amanecer del 30 de abril hasta el anochecer del 2 de mayo de 2023. El origen del festival se remite a 200 años, cuando en tiempos de bonanza -regida por el maharajá Shaktam Tampuran- se creó este ritual en honor a la deidad hindú Sri Krishna para deleite de un pueblo celoso de sus creencias y orgulloso de sus ancestrales tradiciones.

El desfile y la fiesta

Festival de Thrissur
Festival de Thrissur – Foto: Pedro Grifol

El Thrissur Pooram, que así se llama el festival, da comienzo con el desfile integrado por fieles siervos que guían a los elefantes -a los que se agrega una numerosa comitiva de turistas con cámara- de las dos comitivas de elefantes que discurren al mismo tiempo, pero por senderos diferentes, camino al gran templo situado en el centro de la ciudad. Los elefantes, recién lavados y acicalados van tocados con vistosas caperuzas tupidas de bolas doradas y engalanados con collares floreados.

Cada cortejo está encabezado por el paquidermo más grande de cada bando, portando el estandarte del templo al que pertenece. Las procesiones están formadas por 15 elefantes cada una y representan a dos templos de sendas deidades rivales que, al final del espectáculo acaban enfrentándose en la gran esplanada del centro de la ciudad, en una simbólica competición en la que se dirime el aspecto suntuoso de los animales y la creatividad en el diseño de unas decoradas sombrillas que se estrenan en ese folclórico evento. Los miembros de los dos cortejos han trabajado en secreto durante todo el año en la confección de los parasoles, símbolo de prestigio y objetos de culto para el pueblo hinduista que, ese día las verán por primera vez, y se valorará mérito y creatividad en el diseño a razón de la intensidad del júbilo manifestado por medio de gritos, aplausos y aspavientos de los miles de personas allí congregadas.

Festival de Thrissur
Festival de Thrissur- Foto: Pedro Grifol

Cada elefante lleva tres oficiantes instalados: el mahout en el cuello, conductor y único conocedor del carácter del animal, más dos asistentes en la grupa que, continuamente levantan y agitan unos grandes pompones de crines blancas, escenificando ritmos acompasados de gran belleza. En la competición no se juega nada, y tampoco uno pierde y otro gana, se trata simplemente de una manifestación estética y lúdica que discurre entre el estruendo del batir de tambores, címbalos y trompetas a cargo de una orquesta de más de 100 músicos que no deja de sonar en ningún momento, produciendo momentos de gran emoción y desatando el fervor entre los fieles espectadores que abarrotan el recinto.

El escenario no puede ser más auténtico, ya que fue concebido exprofeso para celebrar el evento. En el centro de la plaza se encuentra el templo de Siva: Vadakkunantan Kshetram. De gigantescas proporciones, ya que por el dintel de las puertas tienen que pasar los elefantes en su paseo triunfal al recinto sagrado para, allí dentro, ser bendecidos y celebrar una ofrenda.

Entre los lugareños, el ambiente está igualmente acorde con los rituales litúrgicos, los hombres van ataviados con el clásico mundai, especie de pequeño pareo, generalmente blanco, anudado en la cintura, y las mujeres lucen su mejor sari, perfilado con ribetes y flecos de oro; o también se visten con el salwar-kameez, el clásico y tradicional conjunto hindú formado por una larga y ajustada camisa que se ajusta a un ceñido pantalón.

Imposible describir todas las combinaciones cromáticas en los atuendos femeninos: verde esmeralda con naranja encendido, púrpura con amarillo real, fucsia con azul eléctrico, malva con rojo fuego... todo parece combinar con espléndida maestría… una explosión de colores ¡un lujo para la vista! Y, por si fuera poco, el ambiente aflora perfumado por mor de las mujeres que llevan cadenetas de jazmines trenzadas en su azabache cabellera que van dejando un halo aromático a su paso. Las joyas de familia brillan en los cuellos y orejas de las mujeres, y los niños van vestidos de domingo, con sus deportivas más nuevas. Y la sonrisa en los rostros alegres.

Festival de Thrissur
Festival de Thrissur – Foto: Pedro Grifol

Al anochecer, los tambores laten más cadenciosos y el ritmo se ralentiza, los torsos desnudos de los músicos brillan barnizados de sudor y aparecen silueteados a la luz de las lamparillas que iluminan el crepúsculo. El calor y el cansancio empieza a hacer mella entre los participantes que, para finalizar, acompañan a sus respectivas comitivas hasta la entrada de los templos de origen que, para esos momentos de la noche aparecen iluminados por miles de bombillas de colores, donde los sacerdotes dan por finalizado el festival esparciendo incienso. Una traca de fuegos artificiales se eleva hacia arriba iluminando la bóveda oscura. La fiesta ha acabado.

Todo esto, aunque parezca extraño, sucede en el mayor orden y concierto imaginados, donde nadie obra según le de la basca, ni siquiera los elefantes.

El Edén de Kerala

Después de la descripción del festival, no está de más una sucinta descripción del Estado de Kerala: la “otra India”. La India ordenada y rica, la de la convivencia tolerante, la India de aldeas autogestionadas tal como preconizaba Gandhi, con una desarrollada actividad agrícola cuyo objetivo prioritario es satisfacer las necesidades locales; la India que dejó atrás hace ya muchos años el analfabetismo, con el 90% de los niños escolarizados. Kerala tuvo el primer gobierno comunista elegido libremente en el mundo, fue en 1957. Desde entonces los parlamentarios comunistas (PC) se han ido alternando sin problemas y en sintonía de paz con los del partido opositor, el Partido del Congreso (PC). Curiosamente las siglas de los dos partidos son iguales.

La relativa distribución equitativa de tierra e ingresos raramente se encuentra en otros estados de la India. Una población que vota comunista y que en su mayoría es cristiana. ¿Cómo se explica esto?, quizá un cristianismo primigenio tuvo algo -o mucho- que ver con los albores del comunismo… Misterio.

Cuando los portugueses llegaron a la India, hace 500 años, se quedaron muy sorprendidos al ver que el cristianismo ya existía en La Costa Malabar, ya que parece ser cuentan las crónicas que fue introducido por Santo Tomás en el año 52 de nuestra Era, pero se sorprendieron aún más cuando supieron que estos cristianos no habían oído jamás hablar del Papa. Los ‘asuntos’ de la Iglesia no habían llegado a aquellas tierras lejanas.

Sin entrar en detalles cronológicos, el hecho es que ahora nos encontramos con un estado indio donde el sistema hindú de castas (los hinduistas son mayoría) está muy atenuado y los cristianos (católicos o protestantes) no se meten demasiado en la política de clases. El sincretismo religioso tiene estas sorpresas y el resultado está a la vista para todo el que quiera comprobarlo. Kerala es un estado indio peculiar, con sus curiosos monumentos a la hoz y el martillo, altares kitch con figuras de escayola del asaetado San Sebastián, coloristas templos dedicados a Siva repletos de esculturas pétreas pseudo-eróticas, recatadas vírgenes católicas y exóticas vírgenes hindúes (kanya-parvati); con sus pocos judíos censados y su minoría musulmana que, aparentemente, no quieren saber nada de guerras santas.

¡Y sus elefantes! que, probablemente, sean los que mejor viven… como en el Edén.