Cuentan que Joan Manuel Serrat compuso su canción Mediterráneo mientras estaba alojado en el viejo Hotel Batlle de Calella de Palafrugell. Y es que este pueblo del Bajo Ampurdán tiene alma marinera, pinta de azul las largas noches de invierno y de rojo los atardeceres de verano, huele a salitre, vino y primer amor: una localidad que custodia el secreto de aquella Costa Brava anterior al boom turístico. Acompáñanos a descubrir Calella de Palafrugell, pura esencia mediterránea.
Qué ver en Calella de Palafrugell: playas y naturaleza
Ubicada a menos de una hora al este de Girona y a poco más de diez minutos al sur de Begur, Calella de Palafrugell es un pueblo de 730 habitantes que multiplica sus visitantes con la llegada del buen tiempo.
Y pese a que el entorno del pueblo está salpicado de viviendas turísticas y pequeños hoteles, el éxito de esta localidad reside en haber mantenido casi intacto el casco histórico y su litoral: deliciosas casas blancas de tejados rojos y preciosas calas de media luna que alternan con brazos rocosos que se adentran en el mar: pura Costa Brava.
A buen seguro que los primeros pescadores que se asentaron aquí en el siglo XVIII sintieron un poco de vértigo ante tanta belleza, pero pronto volvieron en sí: había que defender la plaza de la piratería que asolaba toda la costa española, desde Huelva a Girona. Dos siglos después llegan a Calella de Palafrugell otros conquistadores: el turismo ‘descubre’ la Costa Brava y todo cambia en buena parte del litoral gerundense, ya conocemos la historia.
Pero Callella logra armonizar la llegada de turistas con el respeto por su esencia marinera y rústica, como empezamos apreciar visitando sus calas, el imán turístico de la localidad gerundense. De sur a norte encontramos hasta nueve calas que ofrecen una postal inolvidable: El Golfet, Cala Foradada, Sant Roc, Port Pelegrí, La Platgeta, Port d’en Calau, Port Bo, Malaespina y El Canadell.
Entre ellas la más más famosa es Port Bo —también conocida como la Playa de Las Barcas— gracias les Voltes, una galería de arcos rebajados que cobijan del calor en los meses de verano y que ofrecen una estampa inolvidable: el azul del cielo y del mar, las barcas en el horizonte, la brisa mediterránea, todo ello enmarcado por los arcos.
Separada de Malaespina por una estructura rocosa conocida como La Trona llegamos a la playa más septentrional del pueblo, la más ancha y concurrida: se trata del Canadell, con sus 100 metros de arena dorada y gruesa conservando en el paseo homónimo los porches en los que los pescadores guardaban sus barcas y herramientas.
Justamente después de la playa del Canadell arranca el tercer tramo del Camino de Ronda que conecta con las vecinas localidades de Llafranc y Tamariu, una de las mejores maneras de conocer el impresionante litoral del entorno de Calella de Palafrugell.
El primer tramo del Camino de Ronda, siempre de sur a norte, lleva de la playa del Golfet a Sant Roc. El segundo tramo de poco más de un kilómetro discurre por el casco urbano de Calella, desde La Platjeta hasta los Tres Pinos, más allá de Canadell donde arranca el mencionado tercer tramo, tal vez el más espectacular porque nos acerca a la montaña de San Sebastián donde se ubica el faro homónimo.
El cuarto tramo nos conduce en algo más de dos kilómetros a la virginal Cala Pedrosa, mientras que el último tramo, el más largo con cuatro kilómetros, nos acerca a la bahía de Tamariu finalizando en Cala Marquesa tras pasar por la Cala d’Aigua Xelida.
Pero si hablamos de naturaleza en Calella de Parafrugell no podemos olvidar los Jardines de Cap Roig, a unos 3 kilómetros al sur del centro urbano del pueblo, pasando el Golfet. El matrimonio formado por Nicolai Woevodsky y Dorothy Webster se enamoraron de la Costa Brava como tantos viajeros y decidieron poner su pequeño granito de arena para embellecer aún más este trozo de paraíso rocoso.
Se trata un jardín de 17 hectáreas con 800 especies botánicas, todo ello rodeando un castillo de cuento. Además, en verano se celebra el festival de Cap Roig que ha recibido a artistas como Lady Gaga o Elton John.
Calella de Palafrugell: gastronomía y cultura
Tras la playa de Port Bo se abre el casco antiguo de Calella plagado de callejuelas y rincones insólitos, un entramado urbano que aún mantiene su esencia marinera. Pasear sin rumbo fijo por estas calles tras una jornada de playa en su deber, como lo es probar la más que celebre gastronomía mediterránea que ofrecen sus numerosos restaurantes.
Y si quieres saber más sobre las tradiciones culinarias de la Costa Brava, Calella de Palafrugell cuenta un Centro de Interpretación de la Gastronomía de Cataluña ubicado en la propia oficina de turismo del pueblo que muestra la riqueza de la cocina ampurdanesa además de señalar la evolución que ha tenido la dieta mediterránea gracias a la labor de numerosos cocineros de fama mundial.
Pero no solo de playa y buen comer vive el viajero, también hay tiempo para disfrutar de la cultura. Calella de Palafrugell homenajea a uno de sus hijos pródigos en la Fundación Josep Pla situado en Carrer Nou 51. El escritor y periodista fue uno de los grandes divulgadores de las bondades de la Costa Brava en obras como Guía de la Costa Brava o El cuaderno gris.
Y nos despedimos de Calella de Palafrugell como hemos comenzado: cantando. La localidad gerundense cuenta con uno de los festivales más entrañables de Cataluña: la Cantada de Habaneras. Su origen está en un encuentro de cantarines en la taberna Can Battlle en 1966 cuyo enorme éxito obligó a repetir al año siguiente… y hasta hoy.
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