Seguro que muchos recuerdan aquella ácida sátira política de Robert de Niro y Dustin Hoffman titulada La Cortina de Humo en la que el gobierno estadounidense se inventaba una guerra en Albania para tapar un escándalo presidencial. Y es que Albania fue hasta hace no mucho uno de los países más intrigantes de Europa, aislado durante 40 años por su férreo gobierno comunista.
Es esa enigmática aura la que contribuye a convertir Albania en uno de los destinos continentales de moda entre los viajeros más ambiciosos, un país de profundos contrastes que comienza a abrirse al turismo internacional explotando sus maravillas naturales y culturales. Vente con nosotros a descubrir Albania, el último secreto de Europa.
Recorriendo el norte de Albania
Situado en la costa oeste de la península balcánica, Albania hace frontera con Montenegro, Kosovo, Macedonia del Norte y Grecia, siendo bañadas sus costas por los mares Adriático y Jónico. Pero antes de lanzarnos a descubrir las deslumbrantes playas albanesas, nos vamos al norte para conocer algunos de sus grandes iconos naturales.
En el extremo norte del país, en la frontera con Montenegro, el valle de Valbona y las últimas estribaciones de los Alpes Dináricos ofrecen estampas inolvidables, como las de los senderos que conducen a Theth, el pueblo de montaña más famoso de Albania y para muchos viajeros la zona más espectacular de todo el país.
Muy cerca de esta localidad se ubican las Cascadas de Grunas y la piscina natural de Blue Eye Theth, otro de los parajes más asombrosos de la zona. No confundir, por cierto, con otra piscina natural con el mismo nombre, y aún más famosa, que está al sur, cerca de Sarandë.
A dos horas al sur de Theth se encuentra Shkodër, uno de los enclaves turísticos por excelencia del norte albanés y considerada la capital cultural del país. El embrujador castillo de Rozafa es uno de sus iconos. Desde lo alto de la muralla podemos disfrutar de unas increíbles vistas del entorno de Shkodër. Xhamia e Plumbit, la mezquita de plomo, es otro de los imprescindibles de la ciudad, uno de los muchos testimonios de la presencia del Imperio otomano en Albania durante más de cinco siglos.
Pero Shkodër también custodia otro tesoro natural, el inmenso lago fronterizo que ofrece algunas de las estampas más bucólicas del país. Uno de los pasatiempos más habituales entre los locales es recorrer su litoral en bicicleta y darse un chapuzón cuando llega el calor en el entorno de Zogaj, una localidad ya cercana a la frontera con Montenegro.
De camino al sur de Albania
Dirigimos ahora nuestros pasos hacia el centro-sur del país visitando primero el asombroso entorno del Lago Komani que recibe las aguas del río Drina y cuyos paisajes recuerdan a los fiordos noruegos. De camino a Tirana nos detenemos en Krujë, una de esas localidades albanesas de delicioso aroma oriental en la que podemos pasear por su animado bazar y visitar el castillo.
¿Y qué tal Tirana? La capital albanesa es una esas ciudades que siempre despierta controversia entre los viajeros. Para algunos no tiene más interés que su aeropuerto, puerta de entrada para conocer las maravillas naturales y culturales del país, mientras que otros viajeros aprecian sus contradicciones y su acerado aire poscomunista, una de esas ciudades europeas que todavía hacen contener el aliento.
A algo menos de dos horas al sur de la capital se encuentra Berat, tal vez la ciudad más turística de Albania siendo catalogada por la Unesco como Patrimonio Mundial. Y es que estamos ante una ciudad de más de 2500 años de historia que tiene inscrito en sus muros los episodios más significativos de la historia de Albania.
Conocida como la ciudad de las mil ventanas, tiene una fisonomía urbana muy particular: una amalgama de casitas que se asoman al río Osum. Mezquitas, iglesias bizantinas, puentes y el popular castillo de Berat convierten esta ciudad en todo un símbolo nacional.
Si queremos seguir profundizando en la historia antigua de Albania debemos acercarnos al Conjunto Arqueológico de Apolonia de Iliria, a una hora al oeste de Berat, antigua ciudad griega de la que se dice aún resta un 90% por excavar. El templo de Artemisa es, actualmente, el mejor recuerdo de aquella época de dominio griego.
A poco menos de dos horas al sur de Apolonia llegamos a la pintoresca Gjirokastër, la otra ciudad Patrimonio Mundial de la Unesco, una localidad en la que abundan tanto los edificios medievales como las mansiones de ricos terratenientes otomanos que se establecieron en la zona: la casa Zekate es un buen ejemplo, siendo considerada uno de los mejores ejemplos de arquitectura otomana en todo el país.
Lo mejor de la costa de Albania
La costa de Albania es la punta de lanza del turismo del país, playas paradisiacas bañadas por el Adriático y el Jónico ofreciendo esas estampas de aguas turquesa que son un imán para el turista. Nuestro recorrido por la costa albanesa arranca en el sur, a un paso de la isla griega de Corfú donde se ubica la península de Ksamil y el lago Butrinto.
Es justamente en la localidad de Butrinto donde encontramos el yacimiento arqueológico más importante de Albania, Patrimonio de la Humanidad desde 1992, una zona habitada desde tiempos prehistóricos y que vio pasar a todos los pueblos que dominaron Albania a lo largo de los siglos.
Al norte de la península de Ksamil y sus preciosas playas se ubica Sarandë, una de las localidades más turísticas del sur albanés que además se conecta con ferries con la vecina isla de Corfú. Si lo que buscamos es un lugar con buena infraestructura hotelera y bonitas playas, Sarandë es la respuesta.
A poco más de 50 kilómetros al norte de Sarandë llegamos a Himarë, el balcón del Adriático y una de las joyas más brillantes de la conocida como Riviera Albanesa donde destacan sus veneradas playas vírgenes y en donde también encontramos un interesante castillo dominando la ciudadela.
Un poco más al norte alcanzamos a Vlorë, otro enclave turístico del centro albanés frente a la península de Karaburun. Y nuestra última parada en esta ruta por el litoral albanés es Dürres, antigua ciudad grecorromana que se ha transformado en el destino vacacional por excelencia de los tiraneses: está solo a tres cuartos de hora de la capital.
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