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Ubicado a una hora al sur de Cuenca capital, Alarcón es uno de los pueblos más venerados de la provincia. Pese a que actualmente apenas cuenta con 150 habitantes, esta localidad superó los 1200 habitantes en los años 50. Pero su verdadero momento de esplendor llegó en la Edad Media, primero con el dominio musulmán y después con la llegada de los cristianos convirtiéndose a finales del XII en un señorío cuyo dominio se extendía en diversos territorios circundantes. Acompáñanos en este viaje en el tiempo para descubrir Alarcón, una orgullosa joya medieval en el valle del Júcar.

Alarcón, un castillo en el cielo

Castillo de Alarcón

Nuestra visita comienza en el edificio más brillante de Alarcón y uno de los más bonitos de toda la provincia. Convertido en parador desde 1966, el castillo de Alarcón es uno de los testimonios medievales más sugerentes de Cuenca, comparable a las famosas ruinas de Moya. Aunque no existen documentos que lo certifiquen, se considera que el lugar en el que se ubica el actual castillo ya fue ocupado en época prerromana por las tribus íberas.

Su nombre, de hecho, podría proceder del famoso rey visigodo Alarico protagonista del Saqueo de Roma del siglo V, aunque existen serias dudas de que este caudillo llegase a pisar la península ibérica. Es más probable que el nombre de la localidad conquense derive del árabe siendo traducido como ‘fortaleza’.

Y es que el castillo de Alarcón es toda una fortaleza que durante siglos dominó su entorno geográfico con autoridad. Este edificio era el centro de un sistema defensivo que hoy todavía puede admirarse: hasta tres murallas concéntricas con tres puertas —la Puerta del Calabozo, la Puerta del Bodegón y la Puerta del Campo— a lo que hay que sumar dos atalayas —Torre de Cañavete y Torre de los Alarconcillos— que actuaban como torres vigía para controlar el valle. Para divisar todo este entramado defensivo y la fantástica naturaleza que lo rodea recomendamos acudir al mirador al este del castillo.

El castillo domina así un peñasco ubicado en una de las profundas hoces que dibujan el río Júcar en esta zona. Para acceder a la fortaleza ha de travesarse una carretera que transita por un estrecho istmo. Una vez superada la Puerta del Calabozo ya nos encontramos frente al majestuoso castillo.

Plaza del Infante Juan Manuel

Fue en 1184 cuando Fernán Martínez de Ceballos, capitán de las tropas de Alfonso VIII, conquistó la plaza tras nueve meses de asedio. Cuenta la leyenda que uno de los caballeros cristianos trepó por los muros del castillo impulsado por dos dagas, abriendo camino al resto de los soldados cristianos. La importancia de Alarcón y su castillo a partir de este momento lo demuestra el hecho de que se le otorgó fuero propio y un señorío que dominó más de 60 aldeas circundantes.

Pero el castillo no fue habitado solo por hombres de armas. Uno de sus dueños más célebres fue Don Juan Manuel que pasó a la historia por su obra el Conde Lucanor. Señor de Alarcón a principios del siglo XIV, se ocupó también de hacer diversas reformas en el edificio en el que pasó largas temporadas.

Tras perder influencia a finales del XV, Alarcón y su castillo entraron declive. Fue en los años 60 cuando se inició la restauración del edificio para convertirlo en Parador Nacional. Aunque algunas partes no se pudieron recuperar —como el antiguo patio de armas en el que se ubica el actual aparcamiento — el castillo de Alarcón es una joya constructiva que destaca especialmente por su Torre del Homenaje que ofrece unas extraordinarias vistas del valle del Júcar.

Alarcón: del románico a la vanguardia

Alarcón
Portada de Santo Domingo de Silos de Alarcón. Fuente: Wikipedia

Dejamos ya el castillo y continuamos nuestra ruta descubriendo Alarcón en la iglesia de Santo Domingo erigida en estilo románico tardío a finales del siglo XIII. De esta etapa conserva su ábside que remata una única nave y una portada en el lado sur, el elemento más destacado del conjunto. Se trata de una portada abocinada con tres columnillas en cada jamba sobre las que se descargan arquivoltas apuntadas, anunciando el cambio de estilo que estaba a punto de triunfar en toda la cristiandad occidental: el gótico.

En el otro extremo de Alarcón encontramos la iglesia de la Santísima Trinidad también originaria del XIII, pero modificada en siglos posteriores contando con un altar renacentista y una portada plateresca. Como plateresca es otra de las joyas más populares de Alarcón: la portada sur de la iglesia de Santa María, diseñada por Esteban Jamete de Orleans que llegó a trabajar en Toledo, Valladolid y Úbeda, entre otras ciudades.

Murallas y Torre de Alarcón

Pero la gran sorpresa que nos tiene guardada Alarcón la admiramos en la antigua iglesia de San Juan Bautista. Se trata de una iglesia del XVI que sustituyó otra construcción del XIII. Cuenta con una sola nave cubierta con una bóveda de medio cañón y una portada de estilo herreriano.

Pero al interior encontramos algo inesperado: unos murales firmados por el pintor Jesús Mateo que crean un ambiente único combinando la austeridad de los recios pilares que sostienen la bóveda con la fluidez de los trazos vanguardistas.

Fue en 1994 cuando el pintor Jesús Mateo comenzó a elaborar los primeros bocetos para esta obra revolucionaria: un joven pintor de poco más de 20 años recibe carta blanca para decorar una iglesia desacralizada. Cuando en 1997 recibe el reconocimiento de la Unesco que pasó a patrocinarla oficialmente, el proyecto vive un impulso definitivo.

Siete años más tarde, el pintor conquense finalizó sus murales convirtiéndose desde entonces en uno de los grandes tesoros de Cuenca: el reverso vanguardista de esta inapelable joya medieval que es Alarcón.